- ¡Corre!
- ¡No puedo más!
Esto me recordaba demasiado a cuando Marie y yo corríamos por el parque, solo que esta vez Thomas y yo corríamos por el bosque.
- ¡Venga! – Él iba unos metros por delante de mí, y cada vez me iba sacando más ventaja.
- ¡He dicho que no puedo más!
Dio la vuelta, riendo, y me cogió a caballito.
- ¿¡Qué haces!?
- ¡Vamos! – Y siguió serpenteando por entre los arbustos conmigo encima.
Cuando llegamos al claro del bosque yo estaba casi más cansada que él, y tenía los músculos de los brazos agarrotados por agarrarme tan fuerte de Thomas para no caerme.
- ¿Por qué teníamos que ir tan rápido? – Me tumbé boca arriba en el suelo, respirando rápidamente.
- Me pareció divertido.
- ¿Te pareció...? Te odio, Thomas.
Él rio un poco, luego se sentó a mi lado. Y nos quedamos un tiempo mirando al horizonte, escondido entre los árboles.
- No me has llegado a contar qué le pasó a tu padre. – Dijo al cabo.
Tragué saliva. Qué directo. Aún que, después de todo, él me había contado lo de su hermana, y seguro que no había sido muy fácil.
- Murió en un accidente de coche. – Dije simplemente. Luego sentí la necesidad de explicarme. - A veces revivo todo lo que pasó ese día en un sueño, hasta el momento en el que me llamaron para decírmelo. Luego me despierto gritando.
- Oh.
Asentí con la cabeza.
- En realidad no pasa nada. En realidad yo era pequeña como para recordar todos los detalles, pero me acuerdo de que me solía decir que nunca me dejaría sola. Murió muy pronto, - Sentí los ojos húmedos, pero lo ignoré. No lloraría. De todas formas él ya me había visto así. – tan pronto que en realidad no recuerdo casi nada de nuestra vida juntos. Nunca fui "la nena de papi" o "la princesita de papi" así que cuando alguien trata de mostrarme afecto de la nada no sé muy bien cómo reaccionar. Siempre termino alejando a las personas de mí misma porque mi padre fue el primer hombre en romper mi corazón. – Cogí aire entrecortadamente. – No creo que alguien sea leal porque la lealtad es algo que nunca me demostraron. No sé si puedo confiar del todo en alguien cuando estoy en una relación porque el hombre que se supone que jamás debería lastimarme, fue el primero que lo hizo.
Sentí que me cogía la mano, y la aparté. No quería que sintiese lástima por mí. No quería ser penosa.
- No creo que él quisiese morir.
- Pero dijeron que murió poco antes de que llegase la ambulancia, en el acto. Si de verdad me hubiese querido tanto como decía no habría muerto. No me habría dejado sola. – Sentía más rabia que tristeza, como la mayoría de las veces que lo pensaba. Con la diferencia de que era la primera vez que lo expresaba en voz alta.
Me cogió la mano de nuevo.
- No estás sola. – Objetó. – Tu hermano te quiere mucho, y tus amigas.
No sé, quizás me hubiese gustado que dijese "y también me tienes a mí", pero no lo dijo. Quizás no era cierto.
- Ya. – Aparté la mano de entre las suyas.
Me senté y apoyé la barbilla en las rodillas.
- ¿Le echas de menos? – Preguntó entonces.
- Sí, ¿tú a tu hermana?
Suspiró y elevó la mirada al cielo. Nuestras rodillas se rozaban.
- Sí. – Dijo al fin.
- ¿Sabes? Tú podrías ser como mi padre y yo podría ser como tu hermana.
Reí un poco por mi propia estupidez. Solía ponerme a decir tonterías cuando no sabía qué decir o cuando la conversación se acababa. Él soltó una risita también y se pasó la mano por el pelo.
- Con mi hermana no podría hacer lo que me gustaría hacer contigo.
Le di un capote en la cabeza. Sonrió como un niño pequeño y se pasó la mano por el lugar.
- Qué tonto eres.
- No.
Me giré para mirarlo y la brisa le revolvió el flequillo.
No hubo trucos. Simplemente, nuestros ojos coincidieron en el momento perfecto.
Se inclinó hacia delante, hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de los míos. Fue casi como si me pidiese permiso, sus ojos negros se elevaron hasta los míos, y luego volvieron a mis labios. Sentí su mano en mi mejilla, acariciándome el pómulo con el pulgar.
Y de pronto me besó, y sentí como si algo me estallase en el pecho. Cerré los ojos, me tragué lo que estuviese a punto de decir y dejé que me estrechase más contra él. Sus brazos alrededor de mi espalda. Era como si mis labios hubiesen estado esperando los suyos para sentirse cómodos en alguna parte. Los suyos eran suaves, cómodos, calientes.
Iba a pasarle las manos por el pelo, iba a corresponder al beso, pero una frase me llegó a la mente. "Es un mujeriego" "lo máximo que se ha conseguido de él es un lío de dos noches" Y, por lo que todos, incluido él, decían, era cierto. Me iba a doler, de hecho de estaba doliendo. Pero si no le alejaba dolería más.
Así que le puse una mano en el pecho y lo aparté de mí. Dios, al instante me arrepentí, pero ya no podía hacer nada. Me temblaban las piernas. Debía ser fuerte, maldita sea, pero era imposible con esos ojos oscuros escrutándome bajo la luz del crepúsculo.
Me levanté, me sacudí los pantalones, mascullé un débil lo siento y me fui de allí, sintiendo su mirada clavada en mi espalda.
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Puntos suspensivos
Teen Fiction- Y, ya que te gustan tanto los libros, - Comentó él mientras se acomodaba mejor en su asiento. - ¿No hay ningún aspecto de ellos que odies? O, por lo menos, que no te guste. - Bueno, no me gusta cuando el libro termina con un final abierto, o con...