Necesitamos darle una familia...

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Necesitamos darle una familia...

–Leonardo entró de prisa al despacho al escuchar los gritos de Nieves, inmediatamente tomó a Cayetana entre sus brazos, le indicó a Nieves primero que se calmara y después que le subiera algo para hacer reaccionar a Cayetana–

Leonardo – ¿cómo te sientes? –la observó recostada, inmediatamente los ojos de Cayetana se llenaron de lágrimas– ¿Qué pasa mi señora bonita? –Cayetana se aventó a sus brazos fundiéndose en un abrazo, se sentía devastada a pesar de mantener a su padre en ese lugar no podía con lo que acababa de pasar–

Cayetana – mi padre –sollozó aún en sus brazos–

Leonardo – ¿Qué pasa con Felipe? –preguntó intentando parecer preocupado–

Cayetana – está muerto –se quebró al decirlo– tú –se separó del abrazó– me prometiste que él estaría bien ahí –lo observó con reproche– dijiste que era un lugar seguro

Leonardo – por dios mi señora bonita, yo nunca haría nada que te lastimara, es que me van a escuchar en esa clínica

Cayetana – no mientas Leonardo –lo observó molesta– dime ¡la verdad! –Exigió levantando su voz–

Leonardo – por dios Cayetana –la observó negando– no puedo creer que me creas capaz de algo tan... –guardo silencio–

Cayetana – aún recuerdo el accidente de Ignacio y Alma –Leonardo la observó sorprendido–

Leonardo – eso fue por nosotros –se acercó a ella acariciando su mejilla– lo hice por ti, porque conservaras a tus hijas –ella lo observó dudando de él– oh acaso se te olvida cómo se pusieron Irina y Andrea cuando descubrieron que Sofía estaba viva –Cayetana negó–

Cayetana – yo, siento lo que te dije –Leonardo negó con tristeza– es sólo que no sé cómo decirle a mis hijas que su abuelo –guardó silencio lo que iba a decir le dolía–

Leonardo – no se lo digas –acarició el rostro de ella con ternura– deja que sigan sin saber de él, es mejor que no se enteren, será menos doloroso para ellas

Cayetana – ellas nunca me lo perdonarían –lo observó confundida– mis hijas lo aman y –suspiro con pesar– ellas piensan que mi padre se fue odiándolas –de nuevo empezó a llorar– eso fue mi culpa, debí decirles la verdad –Leonardo limpió con delicadeza las lágrimas que escurrían por las mejillas de Cayetana–

Leonardo – lo hiciste por protegerlas, las niñas no estaban preparadas en ese momento para un golpe tan fuerte –tomó con sus manos el rostro de Cayetana– así cómo ahora tampoco lo están, esos se pueden aprovechar de ellas para acercarse a ellas, tus hijas estarán vulnerables lo mejor es que no se enteren –Cayetana lo observaba sin decir palabra, analizaba lo que Leonardo le decía–


–Samuel observaba a Andrea atento a cada uno de sus movimientos, de pronto vio cómo se detuvo, él se acercó un poco más intentado respetar su privacidad, pero no pudo hacerlo, observó cómo se agarraba de un árbol para no caerse de pronto soltó un sollozo y sin pensarlo colocó su mano sobre su hombro–

Samuel – fui un idiota –Andrea se giró para observarlo, su rostro estaba inundado de lágrimas– si dije algo que te lastimo –Andrea negó sin poder hablar, el llanto no se lo permitía– lo siento pero por favor ya no llores –Andrea lo miró sintiendo culpa, en realidad él no la lastimó, darse cuenta que estaba con alguien que no amaba solo por comodidad la hizo sentir mal–

Andrea – no –intentó controlarse– fue tu culpa –sollozó una vez más– es sólo que siento que ya no puedo –Samuel la observaba sintiendo unas enormes ganas de abrazarla, de decirle que la amaba que necesitaba sentirla, que necesitaba saber que a pesar de todo los besos que pudieron haber dado en este tiempo era solo suya–

Quiero que VuelvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora