33. Fue mi culpa

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 —¿Oka-san, Oto-san, ¿Por qué siempre tengo que esconder mis orejitas? 

Oka-san dejó de coser y bajó la mirada.

  — Kisuki, la gente de la aldea es muy cruel, si alguna vez descubren tus orejas podrían querer hacerte dato.— Oka-san se arrodilló frente a mí y tomó mis mejillas con sus manos.— Por favor, prométeme que te ocultarás y no dejarás que nadie te vea.

No me gusta ver a Oka-san tan preocupada, ya no lo volveré a preguntar.

— Lo prometo.— Sonreí.— ¿Puedo ayudarte a hacer la cena?

— Claro, hija. 

—¿Kisuki?— La voz de Adrien me saca de mis pensamientos. 

— Estoy bien.— Murmuro por lo bajo.— ¿Donde estamos?

—Estamos en tu departamento.— Me dejó sobre una superficie blanda.— Quédate aquí, volveré con unas vendas y alcohol para curar tus heridas.

Como si fuese un recordatorio, mis heridas comenzaron a arder y tragué saliva ante la agria sensación.

No supe cuanto tiempo estuve con los ojos cerrados, intentando canalizar el dolor para volverlo mi desahogo, pero cuando los abrí, Adrien se acercaba a mi con unos paquetes de vendas, una bolsa con algodones y una pequeña botella de alcohol.

  — Dame tu brazo.— Sin decir una palabra, entiendo mi brazo izquierdo hacía el y lo toma entre sus manos, pasando con cuidado un algodón cubierto de alcohol.— Puede que esto duela un poco.

Comparado con heridas del pasado, esto no es nada.

Asentí sin decir una palabra.

 — ¡Ahí esta el monstruo! ¡No dejen que escape!

— Terminé.— Parpadee un par de veces, volviendo a la realidad.

Adrien sonreía hacia mi. Aún estaba transformado, sus orejas parecían moverse a voluntad y no pude evitar pensar que, transformado, él podría haber sido confundido por un youkai en Japón hace años.

Mi cuerpo se puso en alerta cuando él acercó su mano hacía mi, directo a mis orejas.

Dolor.

Sangre.

Gritos.

  — No escaparás, maldito yokai.

— ¡¡ie!!— Gritó al sentir el tacto de las manos de Adrien en una de mis orejas y me alejé hasta llegar al respaldo de la cama.

Ahí era donde estaba.

— ¡¿Estas bien?!— Preguntó, claramente preocupado.

Miedo, sentía mucho miedo. Supuse que el lo notó al ver mis ojos. Estaba muy asustada, mi mente y mi cuerpo se sentían como en aquel entonces.

  — Onegai, no toques mis orejas.

¡Suéltelas! ¡Duele mucho!

Cerré los ojos con fuerza mientras soltaba un jadeo cargado de dolor.

— Kisuki...

—Aún... Aún estoy teniendo las visiones... Mi cuerpo y mente están inestables. Usa...— Más jadeos.—Usa la palabras de poder para someterme.—Bajo la mirada. Mi cuerpo temblaba como una gelatina, no podía controlarme.—Eso servi...

Callé de repente y mi cuerpo entero reaccionó congelándose.

 —¿Es por tus padres no es así?— Adrien me... Me estaba abrazando, no parecía tener intención de soltarme.— Fuiste criada por humanos ¿Verdad?— Cerré los ojos con fuerza al sentir dolor en mi pecho y me aferré a Adrien con fuerza.—Ellos debieron ser unos buenos padres, para criar a una chica como tú.

Un gato y un demonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora