|nυeva avenтυra|

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Capítulo 1: ¿Quién eres?

Se había levantado más temprano de lo usual, y como no, hoy era el gran dia para el joven príncipe que se aventuraria ese día a una excursión por el bosque, una excursión de varios días en la cual se quedaría en la cabaña donde el rey y su madre se conocieron, y desde niño había amado la historia que le contaba su madre a la hora de dormir:
«una joven cazadora que se encontró a un apuesto hombre y su caballo Texas, enfrente de la cabaña donde está habitaba. Nunca había visto a alguna persona en su vida, se escabulló entre los arbustos alertando al príncipe que paro de tocar a la puerta de la cabaña y giraba lentamente asustado en su dirección, sin premeditaciones la cazadora apuntando su arco a la cabeza del extraño, la flecha rozó con la zona de la ceja dejando una pequeña cicatriz y a un cobarde príncipe asustado en el piso hecho bolita, tras esto, la confundida cazadora fue hasta este extraño animal el cual se retorcía cobarde en el suelo, curiosa lo tomo el rostro del cual lágrimas caían y lo miro a los ojos con curiosidad, este al verla paro su llanto y se quedó embobado viéndola, la chica feliz pensó que había encontrado a una mascota.
Lo ayudo a levantarse y lo que escucho la dejó desconcertada: "eres hermosa", al no entender lo dicho, con el ceño fruncido lo adentro a la cabaña señalándole que su cama sería un montón de paja y ella dormía en el segundo piso, algo que le sorprendió al príncipe entender solo con señas, el príncipe sin más opción durmió donde le había dicho la joven; al día siguiente la chica despertó repentinamente al oler algo que estaba fuera de sus conocimientos, y al salir vio al caballo comer de la cama de su mascota y su mascota frente al fuego con un conejo que había cazado días anteriores, el príncipe al verla le hizo una seña que esperará y tras sacar un pedazo del conejo, se lo extendió a ella haciéndole entender que lo comiera, dudosa y a la vez curiosa por el aroma, le dio un pequeño mordisco para después devorarlo y pedir por más con un gruñido, divertido le dio lo que quedaba del conejo, y mientras comía subió a su caballo, molesta ella lo jaló y lo hizo caer de Texas al suelo, ella negaba intensamente a dejarlo ir, exhausto aceptó quedarse, y al poco tiempo le había enseñado cómo hablar correctamente:
"- Entonces... dime, ¿quién eres?.
- Yo soy Krolia, tu dueña.
- Casi, eres la dueña de mi corazón."»

Cada que escuchaba la cursi historia de cómo sus padres se conocieron era más curioso sobre el bosque y dicha cabaña, ya que cada que escuchaba esa historia su madre le relataba de la vida sin lujos del bosque, lo divertida que podía ser, y también lo dura que era en las peores condiciones.
Pero a pesar de todo lo malo, sentía que su destino era ir a ese bosque y vivir de él, le aburría la vida en el castillo, no decía que fuera mala, pero no sentía que de verdad estuviera viviendo; teniendo casi todo listo:
arco, flechas, capa y puñal de su madre; cantimplora, mapa y espada de su padre; y por último la comida que Vivian, considerada como una madre para el rey, y para él una abuela, que consistía en una barra de pan y varias manzanas.

Todo esto dentro del bolso que su padre usó años atrás, y la capa cubriendo sus hombros, llegó al comedor donde lo esperaba el desayuno junto a una anciana señora con una sonrisa que le marcaba las arrugas.

–Mi niño ya está grande –dijo Ryner feliz al verlo– Aún recuerdo cuando te cargaba en mis brazos.

Rió enternecido al escucharla.

– Ya crecí y es hora de que yo también tenga que partir, pero recuerda que regresaré –se sentó dispuesto a comer.

-–Recuerdo cuando tu padre trajo la encantadora Krolia, es gracioso que veo su imagen en ti a la hora de comer –soltó una suave carcajada el ver con la boca llena habían restos de comida se escurría por las comisuras–, quién sabe que al igual que tu padre traigas alguien –soltó divertida.

Al escuchar lo último a Keith de la sorpresa se le salió por la nariz el jugo de naranja que estaba tomando, para después toser escandalosamente, llamando la atención con las carcajadas de la mujer, al rey.

–Hijo... ¿estás bien? –preguntó al ver el deplorable estado de su hijo limpiando su rostro y mesa con el pañuelo de la anciana.

–Todo está muy bien, solo se sorprendió por lo delicioso que cocino –respondió la mujer con una suave sonrisa.

–De eso no hay duda –se acercó a dejarle un beso en la frente a la ancianita–, hijo estás listo para tu gran día.

El chico asintió efusivamente con comida en la boca. Los tres tuvieron una charla en la mesa donde más hablaba era la señora nostálgica. Bajaron del comedor a la puerta del castillo, se encontraban despidiéndose emotivamente.

–Por favor no llores.

–No puedo evitarlo –Ryner respondió gimoteando.

–Padre, si mi madre vuelve, dile que se quede hasta mi regreso, quiero verla.

–Claro hijo –asintió a la vez que consolaba a la pobre mujer–, ¿estás seguro de que no quieres llevar a Texas?

–No padre, Texas ya es un viejo caballo, hay que dejarlo descansar.

Después de un fuerte abrazo grupal, Keith se alejó en dirección al bosque, donde gracias al mapa de su padre se pudo guiar hasta la lejana cabaña.

Con capucha puesta y arco en mano estaba dispuesto de cazar algo de comer después de haber caminado cinco horas no llegaría sin un trofeo el cual posiblemente al día siguiente devoraría. Ese bosque era extrañamente silencioso, y apenas había visto pequeñas ardillas, las cuales no eran lo que buscaba, cada vez estaba más cerca y lo sabía por la cascada que le decía que se encontraba a diez minutos a pie de la cabaña, con emoción se acercó a la fuente de agua y llenó su cantimplora y bebió sediento de esta, y emprendiendo su camino de nuevo notó como de un arbusto sobresalen unas castañas orejas, nada mejor que un lobo en mi primera cacería, pensó emocionado.

Apuntó con el arco al arbusto y como error de cualquier principiante fallo la flecha la cual alertó a dicho animal que se revolvió con violencia en la vegetación, soltando de paso un quejido que un animal no haría a menos que pueda hablar.

De la vegetación se asomó un muchacho moreno con orejas castañas que parecían caninas, con el pelo revuelto, con hojas enredadas, en su rostro se mostaraba que no estaba para nada feliz, mostraba un ceño fruncido y a la vez arrogante, llebava una cicatriz que atravesaba su rostro, y tomando una bocanada de aire le gritó.

conтιnυará...

Casi 1200 palabras, y siguiente capitulo en proceso, creo que me inspiré.

¡No Soy Una Princesa! - KlanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora