capιтυlo 7: conejo qυeмado.
–No creo que esto vaya a salir bien, Lance.
–¡Claro que saldrá bien! No es muy difícil, sólo tienes que enterrarlo y ponerlo al fuego.
Hizo una pequeña demostración, tomando una pata del conejo que Keith había cazado antes, del cual Lance se encargó de trasquilar. Y enterró el palo atravesándolo por completo y poniéndolo al fuego con serenidad. El azabache parecía sufrir, se cubría la boca con las manos y aparentaba querer vomitar.
–Oh, vamos, ya estas grande para saber de dónde viene la comida que te sirven en la mesa, mi hermano mayor me enseñó a hacer esto a los siete años, tú puedes hacerlo, pierde ese tabú por algo que disfrutaras después.
El de ojos violeta asintió decidido, tomó la otra pierna del animal y realizó las mismas acciones que el castaño, haciendo que este sonriera orgulloso.
–No fue tan difícil ¿cierto? –se arrepintió de haber preguntado al ver las lágrimas que se retenían en sus ojos al ver el fuego abrasador.
Restándole importancia, observó a su ahora lista comida del día, Lance no había comido nada, exceptuando un pan que le ofrecieron en el granero.
Mientras esperaba a que se enfriara el trozo de carne, dirigió su mirada hacia el chico que no apartaba la mirada de la fogata, este ahora lucía concentrado mirando las llamas movidas por el viento, y como en sus ojos se notaba la fascinación que esto le causaba.–Lance, ¿lo estas haciendo bien? –preguntó al ver como el palo del contrario se empezaba a ennegrecer y chamuscar, causando que se rompiera y que la comida de Lance quedará entre las llamas.
– Quiznak –exclamo frustrado por su distracción–, tengo hambre –alarga las vocales con tristeza.
– Si quieres podemos compartir –le respondió intentando consolarlo.
El brillo de los ojos del felino le indicaba una afirmación, ¿cómo negarse a esos ojos de cachorro?. Creyéndolo, sacó del fuego el trozo de carne y empezó a soplarlo, y lo partió a la mitad y se lo ofreció al castaño, este lo recibió ante los ojos morados observadores.
–¿No vas a comer tú también?
–Quiero que tú lo pruebes primero y me digas cómo quedó –el azabache estaba emocionado por dar a probar la primera cosa que cocinó en su vida.
Dudoso se acercó a dicho trozo de carne, y al sentir el sabor crudo, hizo un ligero gesto de asco, que excusó al momento de ver esos ojos tristes.
–¡Está delicioso!, pero frío, pon el tuyo a calentar otro rato para que te sepa aún mejor.
Crédulo, realizó lo que el castaño le dijo, mientras este se encargaba de comer lo que quedaba, aunque esto le causara un poco de asco.
Las estrellas ya se encontraban en lo más alto, Keith, bien comido y somnoliento cabeceaba sin despegar su vista del fuego que ya se estaba apagando con la brisa nocturna.
Lance que se encontraba viendo el cielo nocturno se sorprendió al sentir como el azabache había caído dormido sobre su hombro, y lo cubrió con la capa anaranjada que llevaba y lo dejó dormir un buen rato hasta que el sueño empezaba a ganarle a él también, lo despertó con suavidad y al recibir una manotada en respuesta, sabía que estaba despierto.
–Despierta bella durmiente, ya es tarde –lo molestó y gracias a su somnolencia, no noto la burla.
–No quiero –se acurrucó más, y se cubrió con la capa por completo.
No quería moverlo en realidad, se veía realmente adorable, pero despertar con un pesado príncipe encima suyo, no era bueno para su columna.
Lo levantó a la fuerza y arrastró hasta la puerta de la cabaña donde el azabache completamente consciente le detuvo.–¿Qué crees que haces? –preguntó burlón al ver al castaño apunto de entrar.
– Entrar a la cabaña, hace frío –respondió con obviedad.
– Yo nunca te lo he permitido. –una sonrisa traviesa adornaba su rostro.
– Oh, vamos, tuvimos un vínculo, ¡me sostuviste en tus brazos!
– No, no recuerdo –de un portazo cerró la puerta y la aseguró con candado.
– ¡Eres un idiota! –se escucho dentro de la cabaña los gritos de afuera.
Al día siguiente Lance bajó del techo, y gracias a que había despertado temprano, no de una manera infartante como el día anterior, debido a un trato que hizo con Rolo y Nyma, todas las mañanas iba a ordeñar a la vaca, debido a que esta solo le obedece a él. Recibiendo una cubeta de leche gratis y unos minutos para coquetear con la rubia.
Al regresar vio al azabache sentado, cruzado de piernas y brazos, observando de mala manera, con el ceño fruncido.
Lance rodó los ojos y subió la cubeta al mesón de la cocina y tomo dos vasos limpios para servirle al gruño y a él mismo un poco de leche fresca.
El greñudo lo tomó de mala gana, molesto por su desaparición mañanera. Pero al momento de probarla, se tragó todo su orgullo junto a la leche y en cuestión de segundos le pedía al felino más, quien sonreía satisfecho y con un bigote blanco acompañando su sonrisa.– ¿Tanto te gusta mi leche? –sirvió más en su vaso.
Con felicidad irradiando de sus ojos, asintió, haciéndolo soltar sonoras carcajadas y dejando al pobre príncipe confundido.
Lance se encargó de preparar el resto del desayuno haciendo huevos revueltos, de cortesía de la gallina atrapada en la jaula por Keith. Y un poco de pan que Rolo le regaló por misericordia, (o los más probablemente, por pena).
Después de terminar de comer, Keith se encargó de los platos, debido a que Lance se había quedado dormido en la silla. Después de todo para un gato dormilón, el madrugar, era lo peor.
Como esa mañana, Keith no tenía nada que hacer se dedicó a ver al castaño, no era feo, hasta le llegaba a parecer guapo, era cómico ver como baba caída de su boca abierta, y su cola se mece golpeteando el suelo, viéndolo detenidamente, podían verse sus cortas pestañas y las pequeñas pecas que adornan las mejillas de su bronceada piel, una banda que atraviesa su frente dejaba notar restos de sudor. Le parecía realmente particular, a pesar de ser a veces una persona arrogante y narcisista, realmente se preocupa más por los demás que de sí mismo. Y sus habilidades hogareñas delataban el haber pasado varios años encargándose de una gran familia.
Lance es alguien admirable, alguien que a pesar de sus inseguridades siempre muestra una gran sonrisa, dando lo mejor de sí, Keith estaba dispuesto a seguir sus pasos, durante su corta observación y reflexión, llegó a una conclusión, y un propósito, no lo dejaría solo, lo ayudaría con tanto como le es posible y trabajaría junto a él como un igual, haciendo un buen equipo juntos.
Una suave sonrisa, acompañada por un leve rubor en sus mejillas, era causados por los pensamientos del ahora confuso Keith.
–Lance –susurró sin despegar la mirada de él– creo que me gustas más que un amigo.
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¡No Soy Una Princesa! - Klance
HumorHace mucho tiempo atrás nació el príncipe heredero del reino de la familia real Kogane, un reino prospero y lleno de diversidad sin prejuicios Al príncipe no le agrada la idea de pasar su vida sentado en un trono, así que el príncipe de nombre Keith...