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capιтυlo 6: dιѕcυlpaѕ al aтardecer.

Keith se estaba cansando de esperar, su pie golpeteando el suelo de madera resonaba por toda la cabaña de manera incesante. Después de ver al castaño salir, había ido a cumplir con la tarea que este le dejó, y por suerte encontró un gran regordete y saludable conejo durmiendo sobre el tronco de un árbol caído, haciendo que su tarea solo tardara unos pocos minutos atrapando y asfixiando al pobre animal, pero a cambio Lance ya llevaba horas, y aun no daba señales de regresar.

Estaba enojado y hambriento, el conejo se encontraba sobre la mesa dejando un charco de sangre que de momento no le interesaba por su enojo, pero una idea le pasó por la cabeza, que se halla perdido o peor aún, con lo torpe que era, que sufriera algún accidente por el camino, como caer de un barranco, después de todo caerse era su especialidad, en un instante el hambre y el enojo desaparecieron siendo reemplazados por incertidumbre y angustia.

Se levantó de la silla y salió casi corriendo de la cabaña, adentrándose al bosque y gritando su nombre por varios minutos y nada, no tenía la más mínima señal de este.

Regresó esperando a verlo dentro de la cabaña pero tampoco estaba, regresó a sentarse en la silla donde estaba antes y su vista no se apartó de la puerta, hasta que el agotamiento de su búsqueda le ganó haciendo que se durmiera en su lugar.

Despertó de un salto, casi cayendo de su silla, gracias a la puerta que era pateada, y por el umbral cruzó un sonriente chico con una cubeta de leche en una mano y con la otra sostenía una gallina contra su pecho.

–Ya llegue, y tengo mira lo que tengo –exclamó feliz poniendo el balde en el suelo y abrazando la gallina.

–¿Por qué tardaste tanto? –preguntó el gruñón recién levantado.

–No fue fácil conseguir la gallina, menos la leche –respondió un poco extrañado al ver que el contrario no se alegraba por lo que traía–, trabaje duro en conseguirlo.

–No parece –reclamó con los brazos cruzados– esa marca en tu mejilla dice otra cosa.

El castaño no entendió y dudoso paso su mano por su mejilla quitando restos de labial que ahora estaban en su mano.

–Eres un mentiroso –reprocha con enojo– dime la verdad de lo que hiciste.

Lance suspiro resignado– estuve trabajando, y también conocí a unos nuevos amigos, y bueno, también pasamos un rato jugando cartas pero, no fue nada más.

Keith aún no creía esa historia y lo miraba de mala gana.

–Ugh, huele a muerto –se quejó el castaño– ¿qué hace un conejo muerto sobre la mesa?, lo pudiste dejar afuera o en el piso, ¿sabes?

–No te importa –Keith se encoge de hombros y le da la espalda.

–¿Qué te sucede?, ¿hice algo malo?

–Me mentiste.

–¿Cuando te mentí? –preguntó Lance confundido.

–Lo que me dijiste fue mentira –imágenes de chicas diversas rodeándolo y esté coqueteando con ellas.

–¿Por qué crees que te estoy mintiendo? –Lance se molesto al ser juzgado de esa manera sin evidencia.

–De seguro estabas coqueteando con mujeres una de estas te dio lo que trajiste –respondió restándole importancia a que tuviera sentido o no.

–¿De que estas hablando? ¿en que mundo vives? te dije que estuve trabajando, tuve que mover una vaca y ordeñarla y también moví varias pilas de heno en un granero –se cruzó de brazos molesto–, las cosas no se regalan, se consiguen con trabajo.

–Parece que trabajaste muy duro –respondió sarcástico- mientras tú trabajas tan duro como dices, yo me estaba muriendo de hambre.

–¿No puedes cocinar por tu cuenta? ¿acaso la princesita no sabe cocinar? –formó una pequeña sonrisa– no sabía que eras tan inútil.

–¿Inutil, yo? –los colores se le subieron por la rabia– más inútil serás tú.

–¿Y eso porqué? –preguntó sin borrar su sonrisa.

–Eres un inútil e inservible, por eso mismo no te vinieron a recoger, ¡eres un maldito estorbo!, ¡de seguro están mejor ahora sin ti!

La sonrisa que llevaba en sus labios borró en un instante, ahora con los labios algo temblorosos, curvados hacia abajo, y ojos brillosos.

–Bien, ya entendí lo que quieres decir –dejó la gallina en el suelo para dejar de apretarla con fuerza contra su pecho–, todo es claro ahora.

El gesto de enojo del azabache, cambió a uno confuso al ver como Lance giraba sobre sus talones y salia del lugar, adentrándose al bosque con la cabeza gacha y arrastrando los pies.
Keith restándole importancia tomó una jaula, de entre tantas cosas que sus padres dejaron abandonadas; pensó que el moreno volvería en cuestión de minutos y al momento de ya pasar horas, salió a buscarlo, ahora más tranquilo.

Fue en dirección de donde este se había ido, pero no lo encontró en ningún lugar, ni árbol que encontraba, ya estaba atardeciendo, y aun no lo encontraba, ahora estaba asustado otra vez, y a su vez paranoico. Los lugares se le acababan y aún nada. Cayó en cuenta de donde se encontraba, el mismo lugar donde se habían conocido, y lo sabía bien por el arbusto destrozado. Y escuchó el sutil sonido del agua corriendo, se encontraba cerca de la fuente a donde había ido a bañarse antes, sin dudarlo, emprendió el camino hasta allá, encontrándose con suerte, a quien tanto había buscado.

Se encontraba sentado sobre una gran roca, abrazando sus piernas y con su cabeza entre estas, Keith no tenía idea de lo que debía hacer, podía llamarlo, o sentarse a su lado y acompañarlo. Pero no se quedaría parado haciendo nada.

–Lance –lo llamó con suavidad mientras se acercaba lentamente.

Este lo ignoró y siguió en su lugar inmóvil, sorbiendo un poco su nariz.

–Lance, perdoname.

–No tienes porque disculparte, tenías razón. –su voz estaba ronca y débil.

–No, no la tenía –se sentó a su lado mirando sus rodillas– fui un idiota por hablarte de esa manera.

–Sí, el que eres un idiota es algo que no puedo negar –su rostro giró en su dirección para verlo– tranquilo, solo me comí un hongo raro que encontré.
–respondió al momento de verlo sorprendido.

Sus ojos estaban un poco rojos, su nariz y igual y moqueando, Keith con delicadeza limpio los restos de lágrimas en sus mejillas y le dedicó una suave y a la vez triste sonrisa.

–Yo nunca he tenido un amigo –empezó a hablar– en el castillo no había nadie más que guardias, sirvientes y mi familia, lo más cercano a un amigo es Shiro, pero a él lo considero un hermano –imágenes de él jugando con Shiro cuando era un niño llegaban a su mente– recuerdo que una vez me dijo que yo no sabía socializar y que solo actuaba como un niño mimado, algo que realmente era, y creo que sigo siendo –Lance rodó los ojos, sacando una pequeña risa al azabache–, nunca he sabido como es tener un amigo, aún que nos conozcamos por tan poco tiempo, ya te has ganado gran parte de mi confianza, posiblemente me consideres a mi una molestia y me disculpo por mi comportamiento –tomó aire y retomó–, no soy bueno con las palabras y no creo poder hacerte entender mi punto si sigo hablando así –el castaño rió, a la vez que asentía–, lo que quiero es, pedirte disculpas por no saber como tratarte, eres una gran persona y vales mucho, lo que dije antes es tan solo una vil mentira. Tú no eres un inútil, y aún no te conozco muy bien, pero de seguro tienes un montón de cualidades que cualquiera envidiaría.

Finalizó con la sonrisa más sincera y tonta que pudo ofrecerle, haciendo que por impulso Lance se lanzará a sus brazos, abrazándolo con fuerza y sintiendo como unas tibias lágrimas mojaban la tela sobre su hombro, correspondiendo al abrazo y cerrando los ojos para poder grabar ese momento en su memoria.

¡No Soy Una Princesa! - KlanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora