capíтυlo 3: ¿qυιén ereѕ? .
–¡Hey, ¿qué te pasa?!, ¿quién eres? –escuchó de aquel extraño personaje saliendo de los arbustos, ¿cómo estaba atreviéndose a hablarle?
Con enojo, por aquélla irrespetuosa escena, con un disparo certero que asesinó a aquélla pequeña criatura que estaba intentándolo escaparse, dejando perplejo al idiota que osaba hablarle de esa manera, y con media sonrisa se alejó de este y recogió sus flechas para seguir con su camino.
Sin mirar atrás, siguió con tranquilidad su trayecto buscando su dichoso trofeo, hasta que escucho esa molesta voz de nuevo.
–¡Hey, princesa!, ¿adónde vas tan solita? –habló con voz coqueta, sin aún salir de aquél arbusto, mirándolo con cara de idiota– ¡no te alejes de mi hermosa!
Como buen príncipe que era, no gastaría su voz para contestarle a ese tonto, arrancó de un árbol una rama y se la tiró a la cara, haciendo que este se quejara escandalosamente.
–¡Por favor princesa, no me dejes!
–Escúchame bien maldito lobo, ¡no soy una princesa! –cansado de escucharlo, se devuelve a gritarle.
–¿Lobo?, ¿no lo eres?, pero eres tan hermosa y eres tal cual como la princesa que me contaron que vivía en este reino, aunque tu voz es rara...
–Juro que te equívocas, no soy una princesa, y tampoco hay una princesa en este reino, estás loco.
–Debe ser que me equivoque de reino, pero, qué me dices, linda, si te acompaño un rato –dijo mostrando una cara felina.
–Ni en tus sueños, maldito lobo, además soy hombre –dándose vuelta sobre sus talones, empezó su camino otra vez.
–Eso explica la voz... ¡hey, espera!
–¿Qué? –se volteó a verlo con fastidio.
–No soy un pulgoso lobo, soy un agraciado felino –dijo, sacando su cola con dificultad, y mostrándola con orgullo.
Restándole importancia, siguió en lo suyo con el ceño fruncido.
–¡Espera! –exclamó el castaño con un grito casi desgarrador.
–¿Qué quieres ahora? –respondió gritándole con fastidio.
–Es que... bueno... –respondió pausado, con los colores subiéndole a las mejillas- estoy... atorado... –señaló su pierna envuelta de maleza.
Sin poder creer su torpeza se acercó, guardando su arco, y sacando su puñal, ese chico daba miedo, se veía sombrío y fastidiado. El felino se arrepentía de pedirle ayuda, tenía miedo de con ese mismo puñal le asesinas. En un rápido movimiento, el azabache se agacho y tomo sin delicadeza la pierna del felino, y con su puñal cortó la maleza restándole importancia al hecho de haber cortado su pantalón.
Al haber terminado, guardó nuevamente su puñal y sacó de su bolsa un parche de tela, y lo botó al suelo, siendo sorpresivamente considerado; se levantó siguiendo su camino.
Quedó perplejo, viendo cómo se alejaba, pero, no lo dejaría ir así. Subiéndose a un árbol, empezó a seguirlo sigilosamente. Observando detenidamente, era más expresivo de lo que aparenta, haciendo gestos como fruncir el ceño en repetidas ocasiones, arrugar la nariz y apretar los labios. Era algo adorable a su parecer, a pesar de que antes parecía que quería amputarle la pierna, en realidad, era bastante curioso, sus gestos exponían un odio hacia todo, y sus acciones también, pateando rocas con fuerza, manoteando mosquitos violentamente, aplastando las bellotas que a una ardilla dejó caer, y gruñendo al meter su pie en un charco. Era como un perro rabioso, algo que le desagrada, pero a la vez causaba gracia.
Lo peor de todo es que su enojo no le permitía darse cuenta del ruido de las hojas cayendo que hacía, pasando de árbol en árbol.Aunque no lo parecería, caminando hacia un lugar específico y al acercarse, vio como una cabaña de dos pisos se encontraba abandonada, el encapuchado al verla se sacó con rapidez las botas que llevaba, y metió sus pies al pequeño riachuelo que pasaba enfrente de la cabaña, y después de todo ese viaje, pudo ver ahora un nuevo gesto, que mostraba tranquilidad y serenidad, su rostro ya no estaba tenso, sus ojos estaban cerrados, y esbozaba una pequeña sonrisa de sus labios, se veía como otra persona. Se preguntaba de cómo pudo confundirlo con una mujer, de seguro se golpeó en la cabeza al caer, tenía gestos claramente masculinos, y su voz más aún, era profunda, recordó cuando le gritaba de regreso,
de seguro sí se golpeó en la cabeza al literalmente caer del cielo, por no haber notado como esa voz era imposible que la portara una mujer, pero lo único que podía rescatar, era su belleza, pudo ver sus extraños ojos de cerca, eran algo grandes y de un hermoso color morado oscuro, acompañado por unas largas pestañas, unos labios un poco rosados y su piel tan blanca. Su apariencia era sorprendente.Y como no puede faltar, el castaño empezó a fantasear, de cómo sería tocar su piel, se preguntaba si sería tersa, si su voz sería más melodiosa si está más relajado, y también, si sus ojos brillaron al emocionarse; no, estos pensamientos están mal, se decía a sí mismo, era un desconocido después de todo, simplemente, se alejaría de ahí buscaría un pueblo cercano donde le puedan dar posada, y olvidaría a aquel chico que llamó su atención de una manera que no era posible.
Con el plan en mente, sus ojos se apartaron de aquel chico, sintiendo sorpresivamente algo de tristeza al instante, así que dudó en irse, pero, como la mala suerte estaba de su lado, la rama en la que estaba, se partió, haciéndolo caer de la misma manera que cayó antes.
Esperando no ser descubierto se cubrió la boca evitando soltar un quejido y empezó a levantarse con algo de dificultad por el golpe.
–¿No que los gatos siempre caen de pie? –se burló, mientras se acercaba.
–Pues no soy un gato por completo, además no soy tan ágil –se defendió algo sonrojado, lo había visto una manera tan deplorable dos veces, era vergonzoso.
Sin responder y aguantado unas pequeñas risas se acercó y le extendió la mano, la cual el castaño aceptó de mala gana.
–Ven, sígueme, te invito a una taza de té –dijo con una pequeña sonrisa, sujetándolo, y casi arrastrándolo a la cabaña.
–No te da miedo que, yo sea un ladrón –preguntó, siendo él un ladrón.
–No es posible que un ladrón sea tan torpe –se burló, riendo en voz baja.
Sabía que era mejor no seguir hablando, simplemente aceptaría su hospitalidad y se iría de ahí.
El azabache soltó al moreno y recogió las cosas que dejó afuera, abrió la puerta, de una patada y tiró las mismas cosas que recogió al suelo restándole importancia, al entrar lo primero que se veía era la cocina, el encapuchado, ahora tiró lo que lo cubría al suelo, y se dirigió a las gavetas a buscar la tetera, al encontrarla cubierta de polvo, salió de regresó al riachuelo a lavarla, y el castaño no le quitaba la mirada de encima, despertando de su ensoñación, busco con su mirada el comedor, para acomodarlo junto a las sillas y limpiar el polvo, escuchó como la tetera está puesta a hervir, y como el azabache tomaba asiento en una de las sillas, y diciéndole con la mirada que se sentara enfrente, y como si de un cachorro regañado se tratase tomó asiento con la cabeza gacha y evitando la mirada.
–Dime, ¿qué haces aquí? –habló suavidad, subiendo los codos a la mesa, apoyando su cabeza en una de sus manos y mirándolo con tranquilidad, con supuesto interés.
–Es que... bueno... –empezó a balbucear siendo interrumpido por el silbido que la tetera hacía, indicando que el té estaba listo.
ESTÁS LEYENDO
¡No Soy Una Princesa! - Klance
HumorHace mucho tiempo atrás nació el príncipe heredero del reino de la familia real Kogane, un reino prospero y lleno de diversidad sin prejuicios Al príncipe no le agrada la idea de pasar su vida sentado en un trono, así que el príncipe de nombre Keith...