25 de agosto de 2011
—Creí que no venías —dijo tras entrar en el coche.
Él le dio su mejor sonrisa y acercó una titubeante mano a su rostro, la deslizó por su mejilla y le tocó el labio inferior. Lo rozó tres veces con la yema del pulgar. Tenía la piel fría y pálida, la noche la había imbuido con su esencia.
—Hoy tengo poco tiempo —habló Nick con voz rasposa una vez hubo arrancado.
La presencia de la chica apenas había trocado su expresión pensativa y trataba de disimular su nerviosismo concentrándose en la calzada. Condujo con cautela, dándole vueltas al asunto que tenía que abordar aquella noche.
Los dos se mantuvieron en silencio mientras las farolas se reflejaban en el cristal, una tras otra, un camino señalizado por grandes y anaranjadas estrellas. Ella tenía que imaginarse algo por su comportamiento, de lo contrario estaría parloteando sin descanso. No era especialmente tímida.
El estacionamiento que escogió se encontraba cerca de un parque cuadrangular rodeado de altos edificios por todos los costados. La mayoría de los vecinos tenían las luces apagadas, pero había un par de criaturas noctámbulas que se empeñaban en aprovechar la paz que engendraba la oscuridad. La hierba, verde y recién cortada, estaba salpicada de pequeñas plantas en flor, y en el centro del lugar despuntaba un abeto piramidal rodeado por tres bancos de madera.
Uno, dos, tres. Perfecto.
—¿No quieres que hagamos nada? —preguntó ella acercando su mano y dejándola caer con descaro en su muslo.
Nick tragó ante el ofrecimiento, pero se contuvo y, de algún modo, logró negar.
—¿De qué va esto? Estás rarísimo...
—Te quiero —soltó él.
Vio venir el golpe, pero sabía que lo merecía, así que dejó que el envés de la mano le acertara en la mejilla. Sintió como uno de los anillos mordía la carne y le abría el labio. Recuperó un poco la compostura y permaneció un momento con la mirada fija en los pedales, contándolos una y otra vez, y cuando ya se había esfumado incluso el eco de la bofetada, cuando llegó a treinta y tres, se lamió el labio y volvió la vista al frente.
—No juegues conmigo —lo amenazó, cogiéndole el rostro entre las manos y calmando su dolor con un absorbente y metálico beso—. Lo siento.
Era tan enérgica y directa, excepto cuando se trataba de exteriorizar sentimientos. Ahí es cuando se adueñaba de su piel una vergüenza exagerada. A él le encantaba.
Nick surcó su pelo con los dedos, recorriendo su boca con los ojos y acercó los labios dos veces más, dos castos gestos.
—Quiero preguntarte algo, y necesito que seas sincera —dijo alejándose.
—No puedes pedirme eso.
Nick la vio y, como de costumbre, le pareció hermosa a pesar de que no lo era. Tenía los labios demasiado gruesos, los ojos hundidos y las arrugas marcadas casi hasta el hueso. Su dentadura era amarillenta y le faltaba un premolar. Nadie se quedaría prendado de ella cuando pasara a su lado por la calle, pero su rostro tenía una suerte de atemporalidad que indicaba que no empeoraría con la edad. No era hermosa, ni inteligente, no tenía nada especial aparte de esos tres lunares bajo la oreja izquierda que le llamaron la atención desde el primer día, pero a él le gustaba y era más que suficiente. Además, nunca le había llamado "cariño" o "amor", no lo miraba con repulsión a pesar de sus cicatrices, y era capaz de dejar el sexo a un lado cuando la situación lo requería.
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Primer Mordisco
Horror«Aquel día cambio la vida de mucha gente, las vidas de todos nosotros. Nos desvió, pero... De alguna manera también nos dio impulso. Como un tsunami, como... Somos como réplicas de un terremoto. Cada uno de nosotros vibra, se mueve impulsado... impu...