El trayecto desde la casa de sus abuelos al colegio no era extremadamente largo y sumido en sus cavilaciones como iba, no se percató de que ya estaban llegando. Se ajustó la mochila al hombro, metió las manos en los bolsillos del pantalón y dobló la esquina que había al final de la calle.
El recinto escolar se encontraba en una elevación del terreno, a unos metros por encima del nivel de la calzada y constaba de tres entradas: la trasera, para personal del comedor, limpieza y aquellos alumnos que no podían acceder por la escalera; la entrada principal, con una verja verde, a juego con la alambrada, que permanecía abierta durante las mañanas y las tardes y por la que accedían a diario cientos de alumnos y algunos profesores; y un último acceso unos metros a la izquierda de la puerta principal. Por esta última se entraba a un recito cuadrangular privado en el que se situaba la residencia del conserje. Durante todos los años que llevaba yendo a aquel colegio, Alex estaba seguro de haberla visto abierta solo en un par de ocasiones.
—¿Quieres que te acompañe hasta tu clase? —preguntó Marta con un deje de preocupación en la voz. No le hacía mucha gracia dejar solo a su nieto. Deseaba pasar más tiempo con él, aunque únicamente fueran unos cuantos segundos de trayecto, pero sabía de buena mano cuál sería la respuesta.
—No hace falta —contestó el niño con la mirada clavada en la acera.
Alex sería el hazmerreír del colegio si permitía que su abuela lo acompañara dentro del perímetro. Todo el mundo se enteraría de semejante acto y se convertiría en el blanco de burlas y comentarios desdeñosos. Y eso era justo lo contrario a lo que quería: tenía intención de pasar desapercibido, de ser invisible y caminar de puntillas, tratando de no alzar la mano ni la cabeza por encima de los demás. Tal vez eso le aportara un poco de tranquilidad. Era lo que necesitaba después de lo que había vivido la última semana: paz y estabilidad.
Marta se acercó a él y depositó en su mejilla un sonoro beso, mientras lo agarraba por los hombros con ambas manos. Luego se separó de él, le dio un vistazo de arriba abajo para comprobar que no le faltara nada y dijo:
—A las cuatro estaré aquí esperando —e inclinó la cabeza aguardando que el niño alzara la mirada. No consiguió nada.
—Vale —se limitó a susurrar sin muchas ganas, pues ya le empezaban a pesar el montón de horas que pasaría encerrado allí dentro.
—Pórtate bien... —Se dio cuenta de que esa frase era innecesaria después de pronunciarla.
Alex era demasiado responsable para su edad, tenía buen corazón y jamás se metía en líos. Marta recordó el orgullo con el que hablaba su hija del niño, como le brillaban los ojos cada vez que mencionaba su nombre, como disminuía la distancia entre sus cejas por la pesadumbre cada vez que Alex se hacía daño... Ana había sido una madre excelente, y había criado a un hijo maravilloso.
Él se limitó a hacer un gesto afirmativo con la cabeza.
—Nos vemos a la tarde cariño. —Le acarició el pelo y esperó a que el pequeño estudiante se girara y comenzara el ascenso para marcharse.
Hay menos gente que de costumbre, pensó Alex al alzar la mirada desde lo alto de la larga escalera de piedra. El patio de recreo estaba casi vacío. Consultó el reloj en su muñeca y comprobó que apenas faltaban unos minutos para el comienzo de las clases. Esto es muy raro. Echó un vistazo rápido a la izquierda, hacia el campo de fútbol, y se cercioró de que el número de alumnos, que se dispersaban formando grupos por la zona, también era bastante reducido. Avanzó un poco, con paso lento pero constante, y dejó a la derecha la sala de profesores, una construcción modesta con una cristalera en la parte frontal. Giró hacia la izquierda para tomar el camino que pasaba por delante del edificio de clases, no sin antes observar lo que tenía de frente, la parte de la edificación que daba al sur y en la que se situaba la puerta exterior del comedor. Ni uno solo de sus compañeros de clase había llegado todavía.
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Primer Mordisco
Horror«Aquel día cambio la vida de mucha gente, las vidas de todos nosotros. Nos desvió, pero... De alguna manera también nos dio impulso. Como un tsunami, como... Somos como réplicas de un terremoto. Cada uno de nosotros vibra, se mueve impulsado... impu...