Utopía

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Utopía.

Sí, así llamaban los del gobierno a la nueva dictadura a la que habían sometido al país.

"Todo el mundo es feliz, por lo tanto, es una utopía". Pero, ¿realmente todo el mundo era feliz? Lo dudo mucho. Su lema era sencillo y práctico. "Haz lo que te plazca." Decían. "Pero con la condición de que nadie lo sabrá nunca.". Ya se lo que os estáis preguntando. ¿Qué pasaba si platicabas con alguien? Era un crimen, una falta. Por lo tanto, se debía ejecutar un castigo.Y, ¿por qué? Si hablas, preguntas; si preguntas, piensas; si piensas… Creo que lo váis entendiendo. Formando de esta manera la peculiar "utopía" y, creando así, un mundo lleno de venganza, odio y mentiras, demasiadas mentiras.

El mundo está podrido.

Me levanté con el constante pitido del despertador resonando en mis oídos. Con un amargo movimiento de dedo en el aire se apagó.

Una voz metálica sonó.

-Buenos días señorita Huston. ¿Qué desea para desayunar?

-Cinco minutos más Lia.

-Es imposible señorita Huston. ¿Qué desea para desayunar?

Me quedé un momento en silencio.

-Un café con leche. Y llámame Alice por el amor de dios.

-Como desee.

Sonó un estridente sonido y en la pared apareció una apertura, de la cual salió un ardiente vaso de café con una tapa de plástico. Lo cogí sin entusiasmo.

-Gracias.-No contestó.

En otros tiempos me habría dicho "De nada, ¿qué tal?" Y a partir de ahí podríamos entablar una conversación. Pero no, solo estaba permitido hablar lo justo y necesario, ya sea una orden, un grito de ayuda o un saludo fugaz. Aunque también teníamos permitido conversar con los androides Lia no era muy habladora. ¿Por qué con los androides sí? Porque si el tema se desviaba bastaba con un simple "información restringida" para que la conversación finalizara. Me acabé el café con rapidez ya que tenía que ir a trabajar y me levanté de la cama para darme una esperada ducha.

-Agua.- Ordené, y un chorro caliente cayó sobre mi espalda.-Jabón.-Unas gotas de champú cayeron en mi cabeza, me enjaboné y volví a pedir agua. Salí de la ducha y me puse una toalla alrededor de mi cuerpo. Me vestí con lo primero que encontré en el armario y salí de mi casa con los cascos puestos. Ciertamente no me gustaba la música, ya que eran pitidos que sonaban repetidas veces. ¿Qué más se podía pedir? La música de antes hacía pensar. Fui directamente a la parada del bus, donde esperé al vehículo tres segundos. Me explicaron que una vez los autobuses de Londres tuvieron dos plantas, ahora se complementaban con tres. Subí a la última, que estaba vacía y me puse a mirar por la ventana. La ciudad era gris, más gris de como yo la recordaba. La gente caminaba atropelladamente por la calle, como si el tiempo se les fuera a acabar. La gente no necesitaba hablar, no, la gente no tenía tiempo para hablar. ¿Para qué permitirles hacerlo entonces? Tal vez la sociedad se había acostumbrado a aquella manera de aislamiento. Cada uno consigo mismo. Cada uno solo. Soledad. Estaba por todas partes, pero ninguno la veía como lo que realmente era. Aislamiento. Nadie conocía nada ajeno a su misma persona. Suspiré cansada.

-¿Pasa algo Alice?-Lia habló desde mi teléfono.

-¿Por qué no podemos hablar?

-Información restringida.-Lo sabía.

-Pues cuentame algo.

Se lo pensó unos momentos.

-Tienes un correo del trabajo.

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