Capítulo 7.

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Narra Martina.

Estábamos sentados en el comedor, viendo de qué se trataba lo que Camila había dejado para nosotros. Solo eran mapas de ruta, hoteles, lugares para visitar, ideas y demás. Tengo claro que debemos dirigirnos la palabra para hacer esto bien, pero no quiero ser yo la primera que lo haga. Espero con paciencia a que Samuel deje el interés en los folletos y diga algo.

-Entonces... ¿Cómo has estado?- dice incómodo.

¡Incómodo! ¡Momento súper incómodo!

-Bien... Bueno, en realidad no lo sé, la Universidad no me da tiempo para pensarlo- él esboza una leve sonrisa.

¡Esos hoyuelos!

-¿Y tú, cómo estás?- digo y levanta la mirada.

-Genial, España me ha recibido con los brazos abiertos, me siento como en casa allí- levanta su voz varonil.

Claro, antes yo era tu casa. Antes nos sentíamos seguros estando con el otro.

-¿A dónde piensas ir con Matt y los chicos?- digo ya más centrada en mi portátil.

-Bueno, pues primero vamos a dar una vuelta por Manchester- seguro a verse con sus antiguos amores, pienso- y luego por Edimburgo, Escocia; también Aberdeen... ¿Y ustedes?.

-Madrid e Ibiza.

-¿Ibiza?- dice sorprendido- eso... Está demasiado lejos, además es un lugar de locos. Ibiza es sinónimo de sexo, alcohol y drogas.

"Mínimo allá te la pasabas con tus docenas de novias" pienso.

-No fueron tantas.

Quedé helada. Muchas veces no logro diferenciar cuando estoy hablando para mí misma o para los demás. Estar viviendo sola en Cambridge empeoró todo.

-No diría que fueron novias, si quiera- dice haciendo como si sus comentarios fueran fríamente calculados- ¿Y tú? ¿Ya estás comprometida?.

Creí escuchar un poco de burla en su pregunta. Tal vez sólo es imaginación mía.

-Recuerdo que una vez, cuando estabas recién llegada a Manchester, dijiste que querías estar comprometida a los veinte años- hace el que escribe algo.

-Si, pues eso aún no sucede. Tampoco me hace falta.

Samuel calla por un momento, veo que está concentrado en algo sobre la mesa. Específicamente, mi muñeca, donde está la pulsera que me regaló hace mucho, antes de irse. Como respuesta, miro su muñeca igual, aún tiene la de él, con mi nombre. En realidad se me hizo costumbre tenerla, como algo preciado, mi única conexión con Samuel era esa maldita pulsera.

-Deben tener cuidado. Ibiza no es cualquier cosa- dice serio.

-Solo es España. Además no iremos solas.

-Deben tener cuidado- repite.

Se pone de pie y se va a su habitación. Como si algo le hubiera molestado.

No creí que las primeras palabras que íbamos a cruzar después de tanto tiempo, serían tan simples como esas. Quería que investigara más sobre mi vida. Quería ver aunque sea un poco de interés sobre mí. Yo sí deseo saber que ha hecho durante todo este tiempo, quiero saber cuántas veces la pasó mal y con quien la pasó bien. Quiero saber si en algún momento, en una noche fría y silenciosa, deseó tenerme entre sus brazos y darme amor.

Parece que lo nuestro está más olvidado que cualquier otra cosa.

Narra Samuel.

Se me ha hecho normal, desde que llegué a Londres, tener esos mareos. No, mareos no son. Son nervios. Desde que llegué a Londres es normal tener nervios. Tenerla cerca me provoca eso.

No pude evitar ver su pulsera con mi nombre grabado, claro que lo tiene de modo de que no se vea, pero sé que es la pulsera que yo le he dado. Yo también la tengo. Fueron las mejores 100 libras que he gastado en toda mi vida. Siento cierto alivio al saber que ella tampoco le da gracia quitársela. Es la única cosa que me tenía cerca de ella.

Quería seguir a su lado y saber que ha hecho durante su estos últimos cinco años. Pero no era el momento, debemos acostumbrarnos a estar cerca de el otro nuevamente, para que nuestras lenguas no se enreden al hablar con el otro.

(...)

Llego a la oficina de Matt y veo que está hablando con un chico de unos veinte años. Debe ser su secretario, días anteriores me contó que Camila no la dejaba tener secretarias; siempre quieren sexo, decía mi amiga.

Es un poco más pequeña que la mía. Un gran ventanal es lo primero que llama mi atención, un gran escritorio, un sofá frente a un televisor con un Xbox, todo está en tonos blancos y algunas cosas negras, es como si estuviéramos tan conectados, como para hacer oficinas idénticas; por algo somos mejores amigos desde hace mucho tiempo.

-¡Samuel!- se pone de pie emocionado y corre a darme un abrazo fuerte, me da un palmada en mi espalda.

-¿Cómo has estado, hermano?- digo mientras me acomodo en el sofá.

-Puedes irte- le dice al chico y obedece- te has demorado en llegar- se sienta en su escritorio.

-Me viste ayer- ruedo los ojos.

Matt trabaja para un amigo de su padre, en realidad, pareciera que no tuviera jefe, es el gerente de una de las sedes de su empresa. Gana muy bien y se ve feliz en su trabajo.

Por mi parte, estoy dirigiendo la distribuidora de vinos de mi padrastro, es la nueva sede en España. Allí todo lo que sucede se da por mi orden. A veces me da miedo equivocarme tanto que deje en ruina a la empresa, por eso, suelo siempre estar al tanto de las cuentas y todos los proyectos de inversión. Siempre que alguien quiere firmar un contrato y piden cita conmigo, quedan de piedra y hacen comentarios tipo: "eres tan joven..."

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora