Capitulo 32.

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Narra Samuel.

De cierta forma me hizo bajar todo lo que alguna vez tenía por las nubes. Ya sea mis ilusiones o mi ego. Es una forma silenciosa de decir que soy mal polvo y que esperaba algo mejor que lo de aquella noche. Aunque mi parte segura dice que ese no es el motivo, la ví llegar a su clímax aquella noche. Martina no me habla desde entonces. Estamos en la misma ciudad y lleva ignorandome por más de un mes.

Entonces voy a irme por la razón principal: la charla con Matt. Mientras me vestía por la mañana después de nuestra noche de pasión, ella se sentó a hablar con Matt. Luego de esa charla inaudible para la distancia a la que estaba, Martina ahogó un grito de frustración haciendo sólo la mímica, cerró sus ojos con fuerza, recogió una lágrima de su mejilla morena, tomó todo el aire que sus pulmones necesitaban y entró nuevamente. Como si no hubiera pasado nada. Aún desconozco la razón de su repentina recaída. Poco la encuentro en casa. Sólo viene a la hora de la comida y algunos desayunos. Ni siquiera se queda a dormir.

-¡Martina!- dice alegre Camila cuando ve a la chica entrar por la puerta.

Tiene ojeras que pueden ser visibles. A kilómetros de distancia, su ropa es holgada y su rostro carece de maquillaje.

-¿Está Matt?- dice entre dientes.

-Si, de verdad me alegra verte. Es fantástico tenerte en casa.- dice Camila sarcástica.

-¿Está Matt?- la veo tambalearse de un lado a otro.

Cuando pasa por mi lado, el olor característico del alcohol me llena.

-¿Estás ebria?- Camila está sorprendida al igual que yo- ¡Es increíble!- le reprocha.

-¡Matthew Johnson!- dice mientras trata de subir por las escaleras.

-Matt no está Martina. Mejor sube y te das un baño.

-¿Dónde coño está?- se queja.

-Está trabajando.

Martina niega con la cabeza. Sus ojos expresan algo que no puedo identificar. ¿Decepción, dolor, pena? Puedo jurar que Camila está tratando de hacer lo mismo que yo. Queremos saber que sucede con la linda Martina que odiaba pasarse de tragos. Además  de que estar ebria a las cuatro de la tarde, no es muy común.

-Bien. Tomaré un taxi. Dame la dirección de trabajo- arrastra sus palabras.

-¡No! ¿Qué es tan importante que no puedes esperar unas cuantas horas a que llegue? ¿Por qué estuviste tomando? ¿Pasó algo?- Camila trata de acercarse a ella.

Entonces, soy testigo de cómo la morena cae como un fideo al piso, provocando un sonido seco cuando choca con la madera.

Como si fuera un resorte, me pongo de pie y corro trás ella. Paso una mano debajo de sus rodillas y la otra detrás de su espalda. Miro a Camila esperando a que me diga a donde llevarla.

-La habitación- dice casi en reproche por no reaccionar de una vez.

Subo a paso rápido. Veo sus labios ahora sin color, entre abiertos. No puedo evitar pensar que es mi culpa su repentino mal comportamiento. La dejo en su cama y observo su pecho moverse con lentitud, de arriba hacia abajo. Escucho unos sollozos a mi lado. Es Camila. Y la entiendo perfectamente, Camila la conoce desde hace mucho tiempo y verla en ese estado no es nada fácil.

-Llamaré a Matt. No la dejes de vigilar- me ordena. Limpia sus lágrimas y sale de la habitación.

Me deja a solas con ella. Y miles de preguntas vienen a mi cabeza. Pero sólo la chica tendida, sin conciencia y ebria, puede responder a mis preguntas. No me permito especular.

(...)

Se vé tan tranquila. Que parece mentira que seis ojos la observan, tratando de descifrar que pasa por esa cabeza. Desde que se despertó, empezó a mirar un punto fijo en la pared mientras juega con sus manos. Matt está impaciente por hablar con ella, pero a pesar de que estamos siendo insistentes porque diga algo, ella parece haber adquirido mutismo.

-Quiero hablar con Samuel, por favor- dice por fin.

Entonces, Camila y Matt salen en total silencio. Una vez más estoy a solas con ella. Y esta vez puede responder a mis incógnitas.

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora