Capitulo 37

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Narra Samuel.

Toda fuerza, movilidad, estabilidad y muchas cosas básicas de mi cuerpo, me habían abandonado. Desde lo mas profundo de mi ser, deseaba que lo que veía fuera una simple ilusión. Las gotas de lluvia me empapaban, eso era lo de menos, claramente. Mis manos están temblando y mis pies parecen aferrarse a el piso como si mi vida dependiera de ello. Solo observo. Porque no puedo creer hacer otra cosa más. Todos los sonidos parecen lejanos a mí. A penas capto cuando el motor de mi auto se apaga y una puerta se cierra. Creo haber perdido unos tres tonos de color.

La veo ponerse de pie, no me quita la mirada de encima. Toma un pequeño bolso y se lo cuelga en la espalda. Da una corta mirada a mi lado, supongo que se trata de Micaela y luego a mí. Asiente para si misma y agacha su cabeza. La veo dar unos cuantos pasos para tratar de salir del pórtico, no hago nada cuando pasa por mi lado. Un hombro choca con el mío, pero no se trata de la morena que me dejó con un nudo en la garganta allá en Londres, es Micaela. Va tras Martina.

-¿Estás bien, chica?¿Necesitas ayuda?¿Puedo hacer algo por ti?- la toma por los hombros antes de que mi chica pueda seguir caminando.

-No, ya me iba.- dice casi en susurro.

Me toman dos segundos mas recuperar mi habla y movilidad. Corro a donde está ella y la tomo de la muñeca.

-No vas a ningún lado. Te dará un resfriado.- es lo único que puedo decir.

-Puedes ver que ya estoy muy empapada, unas cuantas gotas mientras espero el taxi, no harán nada. No seré yo quien les dañe la velada.

-¡Soy lesbiana!- grita Micaela a mis espaldas.

-Lo dice en serio.- confirmo.

Con la mirada perdida emprende el camino nuevamente hasta el pórtico de mi casa. Me adelanto para abrirle. Micael va detrás de ambos. Ella me hace una seña de que estará en la oficina. Guío a Martina hasta mi habitación. Ella observa todo como una niña pequeña.

-La ducha está allí.- señalo.

En silencio entra con su pequeño bolso, se ve muy aferrada a este. Como si fuera lo mas preciado para ella. Tal vez porque le recuerda estar en casa. Empiezo a elaborar miles de motivos para que Martina haya llegado hasta la puerta de mi casa. Se veía tan frágil que hizo que se formara un nudo en mi garganta y mi corazón se rompiera en miles de pedazos. Estaba oscuro, pero podía ver como su pelo dejaba caer gotas de agua al igual que toda su ropa, estaba pálida, sus ojeras eran llamativas y su mirada era perdida y temblorosa. No es la Martina que solía ver, no era ni un cinco por ciento de lo que solía ser.

El agua deja de caer y mi mirada se dirige a la puerta del baño. Se tarda unos minutos en salir. Tiene su bolso en una mano. Lleva un vestido corto blanco, como si fuera a la playa o el campo. Vestido digno de una niña tierna, de casa.

-¿Tienes trabajo o es visita?- dice mientras se acerca a mi y deja el bolso en mi cama, se deja caer boca arriba en las suaves telas.

-Micaela me puede ayudar, es lo de menos.

-¿Es cierto lo que dijo allá afuera?

-¿Micaela? Si, es la contadora de la empresa, mi amiga, inteligente, buena consejera, feminista y lesbiana. Es una bomba... pero eso no importa ahora. ¿Sabes que en casa te están buscando como locos?- las palabras salen tan rápido de mi boca que apenas puede procesarlas.

-Le dejé un mensaje a Camila, hace unas dos horas...

-Por favor, Martina, dime de una vez. ¿Por qué llegaste hasta acá? No digo que me molesta. Al contrario, me moría por verte fuera de las fotografías. ¿Por qué no dijiste nada? Te pude ir a buscar al aeropuerto. No es bueno que una chica ande sola en España a estas horas. Suena machista, pero la situación va de mal en peor.- tomo una bocanada de aire- Di algo, te lo suplico.

-Samuel, en Cambridge, mientras esperaba el inicio de mis clases en mi habitación, viendo una aburrida serie de comedia romántica, con mucho frio, me di cuenta de que te amo. No podía dejar de pensarte, a diario esto empeoró. Me deprimí un poco, no me tengas lastima ahora que dije esto.- todo lo dice con una calma sorprendente y envidiable- Tenia miedo porque no sabia cuando iba a terminar mi ciclo contigo. Comía mal, me la pasaba todo el día viendo tv, lloraba porque si y porque no, bajé de peso. Mi salud se fue en picada, Samuel. Tuve que ir al médico, de urgencia.

-Coincidimos hasta en el momento de pasarla mal.- comento tomando su mano. Ella no deja de mirar el techo.

Me dolía lo que me contaba. Yo me encerré en mi mismo, pero no llegué a los extremos que tocó ella.

-Me preguntó los síntomas y empecé a enumerarlos: poco apetito, mucho apetito, sueño, dolor en mi espalda, vomito, mareo, y otras cosas más. Casi al mismo tiempo que el doctor, me diagnostique. Entonces sin esperar nada y con una tonta disculpa, corrí a una farmacia. Fue épico. Llevo un poco menos de un mes, pensando en que hacer con esto.

Toma su mochila y empieza a buscar algo dentro de ella. Saca un papel y una pequeña caja rectangular y me la extiende. Veo que son unos exámenes médicos, pero no entiendo muy bien lo que quieren decir, así que paso a la otra pista. No creía lo que veía, no quería aceptarlo.

-Samuel, estoy embarazada. Vamos a ser padres.

Dejo lo que recién ella me acaba de entregar y me quedo mirando mis pies.

-Lo siento, no estaba en nuestros planes... ¿No lo quieres?- dice decepcionada- no te voy a pedir nada de dinero, ni tu apellido. Solo quería mantenerte al tanto y tal vez si un día quieres darle amor o lo que sea que le dan los padres a su hijo. ¿No dirás nada? Entiendo, fue un error venir.

Todo empieza a dar vueltas y siento todos mis músculos pesar más de lo normal. Entonces me dejo ir. Lo último que siento es mi cuerpo chocar con el colchón.

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora