Capítulo 18

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Narra Camila.

Quiero vomitar. Me reprendo a mi misma por haber comido ese chocolate... Ojalá sea a causa de un jodido chocolate.

La limusina va de un lado a otro, mi cabeza da vueltas como nunca antes. Necesito parar y vomitar. Mi respiración se vuelve cada vez más acelerada. Las luces se quieren ir poco a poco pero me obligo a estar consciente. Mi ropa jamás había pesado tanto. Puedo contar las capas de ropa que llevo, son cinco.

-Tienes que calmarte, Camila- dice por centésima Martina.

- Así no vas a llegar viva a ningún maldito lugar- refunfuña mi madre.

Empiezo a respirar más despacio y siento como mis pulmones se llenan de aire. Cómo efecto de mi calma, mi madre deja de echarme aire con su mano.

-Es el mejor día de tu vida, cariño, no puedes ponerte así- dice mi madre.

Las cosas son más claras ahora. Soy consciente cuando la limusina se detiene y alguien abre la puerta, me acostumbro rápidamente a la nueva luz natural que se filtra en el interior. Primero sale mi madre, Martina, Sophie y Sarah. Por último alguien extiende su mano en mi dirección y la recibo. Va de traje pero no es alguien conocido. Debe ser el chófer.

Con sumo cuidado bajo de la limusina. Las chicas me ayudan a subir los escalones de la iglesia que tiene una alfombra roja desde el principio hasta el altar.

Las puertas se abren y siento como todos giran en mi dirección. Todo mi cuerpo se congela. Otro hombre pone su codo y yo lo recibo con gusto. Es Taylor. Se ve sumamente guapo con ese traje, ya sé porque le gusta tanto a mi madre. Me sonríe y yo le sonrío de vuelta.

- Estás hermosa, mi niña- susurra en mi oído.

Mi cuerpo se relaja de forma inmediata.

-Gracias, papi.

No puedo evitar sentir nostalgia. Es mi padrastro o eso es lo que dicen por ahí. Pero él más que nadie merece el título de padre.

Entonces, por fin, soy capaz de dirigirle la mirada. Está parado en el altar con una sonrisa de oreja a oreja, casi puedo compararlo con el gato de Alicia en el país de las maravillas. Pero mucho más guapo y menos tenebroso. A paso lento me voy acercando a él. Mi sonrisa de enamorada se disminuye a medida de que puedo ver sus lágrimas caer tiernamente por sus mejillas. Mi corazón da un vuelco furioso. Quiero correr y abrazarlo para decirle que yo me siento igual de emocionada, nerviosa y feliz.

Éste momento se veía demasiado lejos, casi imposible. Pero cuando lo vi llorar, cuando me grito que se quedaría a pesar de que el mundo nos cayera encima. Ese día supe que llevaría un anillo en mi mano que significa que sellamos nuestra relación frente a Dios y el mundo, para siempre. No espero que lo nuestro sea perfecto, pero si quiero que sea para siempre. No imagino un día despertar y no tenerlo más a mi lado.

Trato de mantener mis lágrimas a raya o voy a arruinar mí perfecto maquillaje. Cuando llegamos al altar, Taylor me suelta y me da un corto beso en la mejilla.

-Sean felices- nos susurra a ambos.

En respuesta asentimos con la cabeza.

-Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Gracias- me da un beso en la frente y dudo en ser capaz de no llorar.

-Eres el amor de mi vida, Matt y no cambiaría eso por nada- digo de vuelta.

La voz de el sacerdote nos interrumpe. La ceremonia ha empezado.

-Hoy estamos aquí reunidos, para sellar el amor de la joven pareja. Camila Sanders y Matthew Johnson, decidieron que querían entregar su amor a Dios y me complace ser el intermediario para que su meta se cumpla- empieza.

Doy un vistazo a mis amigas. Puedo jurar que Martina está por llorar. Samuel me guiña el ojo cuando se da cuenta de que lo miro de reojo, le sonrío en respuesta.

Entre oraciones, deseos, bendiciones, consejos y promesas, la ceremonia llega a el momento esperado.

-Yo, Matthew Johnson, prometo amarte en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, en las tristezas y alegrías, en cualquier lugar, en cualquier momento... Por siempre- dice con la voz temblorosa.

-Yo, Camila Sanders, prometo amarte en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y la riqueza, en las alegrías y las tristezas, cuando sea necesario y cuando no, cuando estemos ancianos, cuando lo necesites... Te amaré por siempre- digo eufórica.

Todos dan un grito de ovación. Matt, finalmente pone una argolla en mi dedo y siento como mi mundo es diferente. Luego yo hago lo mismo.

-Puede besar a la novia.

Sin darle un segundo de espera, Matt me toma por la cintura, me acerca a él y nos unimos en un beso apasionado y urgente. Nuestros labios bailan al compás y miles de recuerdos vienen a mi mente. Estoy segura de que él fue hecho para mí.

Si ese no es el sentimiento correcto para el día de mi boda, no entiendo cual es.

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora