Capitulo 36.

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Narra Martina.

Hacia frio. Sentía la mirada a mis espaldas. No sabía muy bien que hacer, ni a donde ir, ni a quien llamar. Había estado aquí antes, pero con un guía turístico, y estaba con mis padres. No sola en medio de la lluvia, esperando un taxi fuera del aeropuerto de España. Además de que aún se me dificulta estar de pie, expulse cualquier rastro de mi comida en mi estómago. El vómito estaba por todo el baño. Fue uno de los peores viajes de mi vida.

Las personas saben que no soy de por aquí, por eso me observan tratando de descifrar que es lo que haré. Miro la dirección que Samuel me mandó hace muchos años para cuando viniera a verlo a España. Es tarde, pero mejor tarde que nunca. Puedo al fin, parar un taxi, subo mi pequeño bolso conmigo en la parte trasera del auto. El hombre de unos casi cuarenta años me observa esperando algo. La dirección claramente. Sin decir una sola palabra le enseño la dirección grabada en mi celular.

-¿Eres de por aquí?- dice con su marcado acento español.

-No. Soy de Inglaterra.

-Es menos costoso ir en la ruta, este sitio es bastante apartado.

-¿no puede llevarme?- digo bastante asustada. Ya bastante difícil fue conseguir un taxi.

-Que si lo puedo hacer, tía. No te preocupes. Solo era una sugerencia.- dice sonriendo ampliamente, para luego poner el auto en marcha.

Le doy la razón a el hombre, este sitio está bastante apartado, tanto, que la luz se empieza a ir cuando nos alejamos mas del caos de la ciudad. Vamos a una especie de conjuntos cerrados. Pasamos, cinco conjuntos. Estaciona el auto en el sexto conjunto que cuento. En este punto ya puedo hacer una biografía completa de Alberto, el conductor.

-En este lugar viven muchos de los solteros codiciados, no actores, pero si empresarios. Buenos empresarios. Que tenga buena noche. Son treinta euros.- le paso el dinero que me pide y me bajo del auto.

-Gracias.

Dos opciones: no me escuchó o es un mal educado.

Aún sigue lloviendo, pero ya no me esfuerzo en buscar un sitio que me ampare, ya no tengo nada de mí que se encuentre seco. No vale la pena correr por allí a proteger lo que ya está hecho. Observo las casas que están detrás del portón, son todas muy similares. Veo la recepción y camino hasta allí.

-Buenas noches, ¿En qué puedo colaborar?- dice el hombre con uniforme de seguridad.

-Es que vengo a visitar a un amigo, él me dio esta dirección. Su nombre es Samuel Steel. Es alto, guapo, buen físico.- mi voz tiembla, por el frio, la emoción, los nervios.

-Deja miro una cosa aquí- empieza a pasar el dedo por su libreta- sí, el aviso su llegada.

Lo observo confusa, pero no me atrevo a negarlo. De otra forma no me dejará ir hasta allá.

-Es la casa número 34, puede observar el mapa si quiere. Buena noche, señorita Micaela.

Okey. Okey. Tengo una tarjeta en mi cartera y no dice precisamente ese nombre. Definitivamente mi nombre no es Micaela.

Sin decir nada, voy hasta la casa 34 y me siento bajo el pórtico de la entrada. La lluvia suele sacar los mejores y más profundos pensamientos de las personas. Pienso sobre todo en la gran estupidez que acabo de cometer. Nadie conoce mi paradero y deben estar buscándome sobre cielo y tierra. Decido responder los 127 mensajes de Camila con un simple : "Estoy bien;)". Sé que quiere matarme, pero si se lo comentaba, ella haría lo posible para que no lo hiciera. Ahora deseo haberla puesto al tanto de mi decisión.

Si un día me preguntan cual es la mayor locura que he hecho en mi vida por amor, diría su nombre. Samuel Steel. De repente decir su nombre me da un vértigo increíble. El frio, la oscuridad, la fuerte brisa y la soledad no ayudan mucho para mi situación. Pero de cierta forma agradezco estar sola, no quiero tener a nadie juzgando mi decisión. Solo yo conozco lo que me trajo hasta aquí, el porqué de mis repentinas ganas de ver a Samuel. No se si quiero llorar, irme o solo esperar a Samuel. Toda gira en torno a él. Quiero que apoye mi decisión, pero me da miedo quedarme y que las cosas no funcionen.

También pienso en lo que pude evitar. Tal vez hacer esta visita hace unos años, pudo ser el remedio para muchas cosas. O simplemente me quiero hacer creer eso. Erramos en creer que las cosas pudieron ser diferentes, de haber hecho o dejado de hacer X cosa. El destino sabe como hacer sus cosas. Éramos unos niños, no teníamos claro a donde ir o por qué. Eso no quiere decir que no nos queríamos, al contrario, lo único que nos podía importar en ese momento, era el otro, invertimos mucho en lo nuestro, no supimos que hacer con tanto.

Una luz interrumpe mis pensamientos. Sigo en el piso, viendo como la puerta del piloto se abre, de allí sale una figura masculina que me observa, atónito. Una fémina lo acompaña.

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora