Capitulo 30.

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Narra Samuel.

Sus curvas eran familiares, de cierta forma lo eran. Un ejemplo podría ser, el efecto que tienen en mi sistema nervioso. Despiertan todo en mí, todo. A pesar de los años, no ha cambiado mucho su cuerpo. No son las curvas más marcadas del planeta tierra, pero aún así puedo perderme en ellas; sus piernas son atléticas y rellenas, sus brazos no son debiluchos ni exagerados, ni hablar de sus tetas redondas y paradas, o de su trasero bien formado. Ella es un balance perfecto. Y eso hace que cualquier hombre caiga rendido a sus pies.

Pero ahora, no me puedo concentrarme en eso. Debo hablar con ella, como un adulto joven civilizado. Porque mis necesidades no son siempre y exclusivamente sexuales.

-¿Tenías algo por decir?- dice nerviosa.

No tiene la necesidad de cubrirse ante mi mirada que explora todo su cuerpo con lujuria.

-Si- digo seguro de mis cuerdas vocales- quería decirte que agradezco el hecho de que hayas aceptado ir a cenar conmigo.

-Fue con gusto Samuel- dice en un susurro.

Sus ojos me miran con firmeza. Puedo ver una pizca de picardía. Eso me da la señal para acercarme a ella y tomarla por su cintura desnuda. Depósito un beso suave en sus labios y ella cierra los ojos. No esperamos más. Sabemos que esto puede llegar a otro destino. Y aunque ya tenemos la edad para hacer las cosas sin sentir culpa, cuando hablo de cosas me refiero al sexo, sabemos que no está bien. Hay una fuerza mayor que nos va a impedir que eso suceda. El jodido pasado.

-Además, tenía planeado una maratón de películas y algunas palomitas. Como en los viejos tiempos- propongo.

-Voy a cubrir mi desnudes. Pero prometo llegar- dice y le creo.

Luego de unas miradas lascivas, salgo de su habitación y la dejo a solas. Mientras voy mirando el catálogo de Netflix para esta noche. Debe ser algo neutral. No romántico, mucho menos caliente. La comedia para esta noche estaría bien.

Veinte minutos después, Martina entra por la puerta de mi habitación y la cierra tras su paso. Tiene una sudadera del instituto, específicamente mi sudadera, y unos pequeños shorts de pijama que apenas se alcanza a ver el borde de este, por el tamaño de la sudadera que cubre gran parte de él; también tiene unas medias que cubren desde sus pies hasta sus rodillas. Debo aclarar que se ve demasiado sexy de esa forma. En sus manos trae una bandeja, con lo que puedo reconocer son palomitas y algunos chocolates.

Me regala una sonrisa tímida y se sienta a mi lado. Deja las cosas en medio de nosotros dos y se incorpora en la cama.

-¿Qué veremos?- dice luego de un largo silencio.

-Aún la tienes- digo sorprendido hablando de mi sudadera. Bueno, ahora básicamente es suya. Aunque creo recordar que nunca se la regalé, ella la pidió prestada y nunca más me la devolvió. Ladrona.

-Me ayuda a sentirme como en casa. Y es muy buena haciendo su trabajo- dice tratando de ignorar el hecho.

-¿Qué veremos?- dice nuevamente.

-Tenia pensado ver algo de comedia...

-¿Comedia?- me interrumpe- es broma, quiero acción. Sexo, calor, amor. En la película- aclara.

Me quedo atento a cada una de sus expresiones, buscando algo de broma en sus palabras. Pero no es así. Entonces sin decir nada, empiezo a buscar una película +18. Se ve tan atrevida que no puedo evitar compararla cuando le daba vergüenza hablar conmigo sobre el sexo. Y por un momento creo que no la conozco, que ella no es mi Martina dulce y correcta. Aunque me encantaba su forma de ser años atrás, creo que esta parte nueva de ella la adoro mil veces más.

Encuentro la película perfecta y a ella le agrada. La vemos con total tranquilidad. A pesar de que llega la parte del sexo y siento que hace algún tipo de efecto la clase de película porno y tener a Martina en mi cama, vestida de esa forma y tan atrevida, me limito a concentrarme. No puedo lanzarme sobre ella y ya. Y todo sería como antes. No, debemos ser realistas.

Entonces, sucede lo que mi sistema nervioso no se esperaba. Martina le pone pausa en la parte más caliente de la escena y se sube a horcajadas sobre mi. Me observa con cautela. Ladea un poco su cabeza como si quisiera saber lo que pienso en estos momentos. Su pecho sube y baja a ritmo con el mío. Yo me concentro en poner mis manos en sus muslos y hacer pequeños círculos en ellos sin quitarle protagonismo a los ojos cafés que me analizan.

-Quiero tener sexo contigo, Samuel- dice con la voz ronca de deseo.

Por únicos lacónicos segundos sólo pienso si sus palabras son ciertas. Pero luego de un tiempo, decido que debo besarla. Todo de mi, me exige hacerla mía, una vez más.

No tan perfecto (TP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora