Narra Martina.
Poco a poco salgo de mi profundo sueño. Con un humor, que ni hablar. Y no me ha despertado el clima, ni mi celular, es el timbre. Debe ser Camila y Matt, han ido a una cena de trabajo de Camila; ellos tienen llaves, recuerdo.
-Maldita sea- refunfuño para mí.
Me siento un rato en la cama y miro un rato el piso. El timbre sigue. Ruedo los ojos inútilmente, nadie está en casa, excepto yo. Cuando estoy segura de que un mareo no hará que caiga a rodar por las escaleras, salgo de mi habitación. A rastras llego la puerta. El timbre sigue.
-Puta madre, ya voy, ¡Ya voy!- digo y abro la puerta.
Alguien cae a mis pies. Tengo que retroceder para no detener la caída, de haberme quedado allí, también estaría en el suelo, con el sueño que tengo... Observo el cuerpo aún adormilada, con una mano sostengo la puerta o a mí. Es Samuel. El olor a alcohol es lo primero que puedo notar. Suspiro, trato de calmar mi enojo. Quiero patear su estúpido cuerpo ebrio.
-Samuel, tienes que despertar. No te cargaré, solo harás que rodemos por las escaleras...- insisto.
Como puede, se sienta a un lado de la puerta. Cierro la puerta. Mete su cara entre ambas manos y flexiona las rodillas, como si fuera a llorar.
-Vete- susurra.
-Tienes que darte un baño e ir a la cama, ven, vamos- me arrodillo a su lado. Puedo oler algo además de alcohol, un olor asqueroso, puede ser vómito.
-Puedo hacerlo sólo- se quita las manos de la cara y me dirige la mirada. Un escalofrío recorre mi cuerpo, solo hay una luz, la de las escaleras, y Samuel la atrae toda; eso solo hace que resalte más sus ojos color azabache, intimidantes como siempre lo han sido.
-No puedes siquiera estar de pie. Mira, que has caído de bruces al suelo- trato de no poner mi voz de mamá preocupada.
-¿En Cambridge los vuelven sordos? Quiero que te vayas- de alguna forma su voz era tosca, aunque estuviera susurrando.
-¿En España los vuelven unos imbéciles?- me pongo de pie y me abstengo en no darle una patada para que reaccione.
Me sigue con la mirada. Estoy al pie de las escaleras y me detengo para verlo por última vez.
-Solo quería ayudar...- me busca con la mirada.
Sus ojos están rojizos, como si hubiera llorado o probablemente por la cantidad de alcohol. Me tiemblan los pies al dejarlo allí, se ve muy mal... No soy tan mala persona para dejar que amanezca allí tirado. Suspiro profundamente, tratando de calmarme, por segunda vez en la noche. Me devuelvo y me paro frente a él.
-Te voy a llevar al sofá, Samuel, pero necesito que pongas de tu parte. No acepto que te niegues- digo lo más convincente posible.
Lo tomo por debajo de los brazos y hago toda la fuerza posible hacia arriba, nuestros cuerpos se rozan y defino que el olor de más es vomito. Él también se impulsa y hace más fácil mi trabajo. A penas y puedo llevarlo hasta el sofá y eso que mi idea era llevarlo al segundo piso. Allí él mismo se acomoda.
-Voy a traerte una manta y algo para que mañana no te dé la resaca del siglo. También algo para limpiarte...
La resaca será inevitable, pero solo quiero que sea un poco menos malo para cuando despierte.
Le quito la camisa con mucha delicadeza, como si me diera miedo lastimarlo. Con un trapo húmedo, empiezo a recorrer todo su pecho... Esos malditos abdominales, que de no ser por el vomito allí, lo hubiera besado. Tiene sus ojos cerrados, pero no está dormido aún. Me demoro más de lo necesario, lavo una y otra vez el trapito, llego lo más abajo que su Jean me permite.
Puedo notar una cicatriz a un lado de su abdomen bajo, es muy grande y alargada. Paso lentamente mi dedo por allí, él pega un brinco en su sitio. Pero no puedo parar de mirar eso y pensar en como se lo hizo.
Le pongo la manta sobre él y dejo un vaso con agua y una pastilla a un lado. Si se la doy ahora, seguro y vomita. Cuando me doy la vuelta escucho un lejano "gracias". Quizás solo me lo estoy imaginando, quizás quería escuchar eso y mi mente lo recreó.
Subo a mi habitación con un poco de remordimiento, pude quizás darle un baño y dejarlo en su cama, así la despertada, no sería tan mala. Pero trato de tranquilizarme, hice lo que estaba en mis manos. Además eso sería alcahutear su desfachatez de llegar en ese estado a casa de Camila. Debió haber sido consciente de que al llegar iba a despertar a alguien.
Pero de igual forma me preocupa. Olía a vomito, eso quiere decir que se intoxicó. Quien sabe cuánto habrá bebido, creí que a su edad ya sabía cuidarse a si mismo. No he estado borracha, bueno, en el estado de Samuel, hace cuatro años. El primer año de universidad fue muy alocado, quieres experimentar todo lo que se te cruza por delante, incluso hablando de hombres.
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No tan perfecto (TP#2)
Novela JuvenilHan pasado cinco años desde la partida de Samuel y aquel reencuentro que juraron, sería pronto, no ha ocurrido. Y ambos parecen ignorar el hecho de que se extrañan, porque se extrañan ¿No? Pero las cosas están por cambiar, una invitación, una boda y...