Narra Martina.
Puedo afirmar que nunca olvidamos a nuestro primer amor. Por más camas que conozcas, sin importar el tiempo que pase. Esa persona siempre estará allí, en lo más profundo de tu corazón. Porque dejó unas expectativas muy grandes sobre el amor y sólo esa persona podrá cumplirlas.
Y no miento, no quiero que esto sea así. Porque me da miedo que todo vuelva a ser como antes. Porque hay un 70% de probabilidad de que las cosas fallen. Y a pesar del miedo, quiero hacerlo. Por curiosidad.
La curiosidad mató al gato.
Me observa esperando a que diga algo más. Pero yo quiero que me bese. Quiero confirmar que lo que siento por Samuel no es sólo un capricho de mi pasado.
-¿Puedes besarme?- digo en un hilo de voz, quizás por la fatiga física o emocional.
-Siempre. Digo, si.
No puedo evitar sonreír ante sus comentarios torpes y nerviosos. Él está evitando decir lo que verdaderamente siente, al igual que yo. Quizás por eso los adultos no llegamos a ser felices realmente.
Se acerca muy despacio a mis labios. Por unos segundos nuestros labios se quedan estáticos al sentir el contacto del otro. Abrimos nuestros labios al compás para dejarlos bailar a su propio ritmo.
¡Bendito sea Matt cuando decidió pedirle matrimonio a Camila! ¡Bendita sea esta boda!
Y por fin en mucho tiempo siento que estoy besando a alguien que de verdad quiero. Como si hiciéramos el amor con los labios. Mágico y cursi. Las drogas.
Después de unos cortos minutos nuestros labios se separan. Poco a poco mientras se incorpora en su puesto, sus ojos se abren. Mi respiración es acelerada. Él lo sabe.
-No es la primera vez que te veo drogada- dice luego de unos minutos de silencio.
Ruedo los ojos y suelto una carcajada que lo hace reír igual. Tiene razón, no es la primera vez que quedo inconsciente por culpa de las drogas.
(...)
Salgo de ese horrible lugar en una silla de ruedas. Aclaré de que no es necesario y que puedo caminar sola pero Sarah insiste en que no puedo. Por eso, ahora Samuel me carga en estilo nupcial hasta mi auto. Me deja cuidadosamente en el asiento del copiloto. Luego le abre la puerta a las chicas y se sienta frente al volante.
Todos tenemos más o menos tres capas de ropas, debido al frío de infierno que hace para esta época del año. A veces quisiera vivir en un lugar cálido para vestir siempre con ropa fresca y no pesada como estos grandes abrigos de piel.
En el trayecto a casa Samuel me regala miradas lascivas desde el retrovisor. Incluso, varias veces gira a verme. Al llegar las chicas bajan y me ayudan a entrar a casa. De repente ya creen que puedo caminar sin ayuda. Subo a mi habitación a paso lento y despreocupado. Tal vez quiero que alguien vaya en mi ayuda. Empieza por S y termina en amuel. Tal como lo espero, no tarda en legar a mi lado con un pequeño bolso en su mano, allí venia mi ropa. En silencio me abre la puerta y deja mi bolso en la cama.
Me siento a un lado de la cama, imita mi acción. Aunque no me incomoda tenerlo cerca, si lo hace el hecho de que quiero que me hable y no se quede en silencio. Carraspea. Con sus dos palmas se da golpes suaves en las rodillas. Ese movimiento me indica que quiere que me siente en sus piernas. Por unos segundos lo dudo. Pero finalmente, sin apartar la vista de sus ojos color azabache, me siento en sus piernas de lado. Él pone una de sus manos en mi muslo, sin subirla demasiado. El contacto de nuestras pieles hace que la piel se me ponga como de gallina. No puedo evitar recordar lo que era estar entre sus grandes y pesadas manos. Empieza a negar con la cabeza lentamente mientras esboza una sonrisa ladina. Cada una de sus expresiones las veo en cámara lenta.
-¿Qué quieres?- dice por fin.
Es una muy buena pregunta. Buena estructura, bien formulada. Pero su respuesta puede ser variada e inconclusa. Puedo decirle que quiero mucho helado y tambien quiero dormir. O puedo decirle que quiero que se me quite la resaca de una vez por todas y un baño de agua caliente. Que quiero ir un día a la playa para descansar de este horrible clima helado. Pero sé a que se refiere. No seria maduro de mi parte hacerle perder el tiempo con una respuesta estúpida.
-A ti, eso quiero- digo con la voz baja.
Por unos segundos puedo ver un destello de ternura o esperanza en sus ojos. Me halago a mi misma por hacer que sus ojos brillen de esa manera. No todas pueden hacerlo. O eso me quiero hacer creer. No quiero imaginar esos ojos brillar por culpa de otra persona.
-¿Sin caprichos?- pregunta.
Eso no lo puedo saber. Ha pasado tanto tiempo que seria tonto asegura de que lo sigo amando como antes. Pero estoy segura de que unas buenas y largas conversaciones, harán que conozca de nuevo a Samuel. Porque aunque es el mismo y yo soy la misma, todo en nosotros luce diferente. ¡solo exagero! conozco a Samuel como la palma de mi mano. Lo he visto crecer y volverse todo un hombre de corbata y traje.
-Eso lo podemos averiguar- digo para finalmente besarlo por segunda vez en el día.
ESTÁS LEYENDO
No tan perfecto (TP#2)
Teen FictionHan pasado cinco años desde la partida de Samuel y aquel reencuentro que juraron, sería pronto, no ha ocurrido. Y ambos parecen ignorar el hecho de que se extrañan, porque se extrañan ¿No? Pero las cosas están por cambiar, una invitación, una boda y...