4: Cosas que pensar.

1.2K 73 5
                                    

—Hola Ian —La sonrisa radiante de Emily cuando saludó al Hilton del medio era espectacular—. ¿Cómo estás?

—Muy Emmy, y ahora que te veo mucho mejor —Oh, diablos, no... Que no empiecen con su coqueteo no coqueteo porque vomitaré todo lo que está en mi estómago—. Hola para ti también Valery, es un gusto verte —Esa era una típica respuesta de Ian a mi no saludo. Básicamente nuestra rutina—. Bien, parece que aún soy invisible para ti.

—Tú lo has dicho. —Una gran sonrisa dulce fingiendo amabilidad apareció en mi rostro mientras tomaba una manzana. Soy una dulzura, lo sé.

—Esta vez por lo menos te saqué un par de palabras —Cuando Ian me guiñó un ojo supe que algo mal había hecho. El chico parecía haber ganado una batalla importante cuando sólo me había sacado un par de palabras—. Creo que podría convertirlo en mi deporte, intentar sacarte palabras aunque sean tan irónicas como esas...

—Deja ya a la chica —Mis ojos se levantaron de la muy interesante y deliciosa manzana que me estaba comiendo para encontrarme con un par de ojos azules que me analizaban. ¿Y este, quien se creía que era?—. Preséntame, idiota, no puedes dejarme aquí pintado.

—Lo siento, señor correcto —Ian puso los ojos en blanco mientras recibía un golpe en el hombre del tipo a su lado—. Ella, la rubia bonita, es Emily. Es la nieta de Carmen.

—Hola Emily, soy Simón. —El primo de Ian sonrió y algo en mi interior se movió ante tremenda sonrisa. ¿Qué carajos?

—Es un placer —Emily le sonrió ampliamente con un dejo de rubor en sus mejillas—. Ella, la chica que pondrá los ojos en blanco en cuanto diga su nombre —Jamás te fallaría Emmy. Hice el gesto sacando una risita de Ian y un gesto curioso del recién llegado—, es Valery. Trata de no ser pesado como tu primo porque te tendrá entre sus odiados.

—Sin contar que no me banco a los de su clase —Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios—. Emily es demasiado amable para decirte que yo no hablaré contigo, como no lo hago con tu primo.

La mirada de Emily era asesina. Si las miradas mataran, estaría tres metros bajo tierra en este momento. Ian puso los ojos en blanco ante mi típica reacción mientras que el chico me observaba fijamente.

—Yo tampoco me llevo bien con los de mi clase —El chico se encogió de hombros como restándole importancia—. Que haya nacido entre ellos no quiere decir que me caigan bien todos los que rodean a mi familia.

—Yo digo lo mismo, pero ella no escucha —Ian pasó su brazo por los hombros de su primo—. Ella es un hueso duro de roer y veo difícil que puedas llegar al fondo de ella.

—Ni siquiera los dejaré intentarlo. —Estar bajo la lupa no era mi mejor punto, por lo que opté por levantarme e irme de aquel lugar.

Pude escuchar como Emily intentaba llamarme para que regresara a la casa, pero no lo haría. Si regresaba podría implicar gritos que no quería dar y no era la idea. Eran momentos como los de recién en los que necesitaba buscar un escape, pensar en algo más allá de todo lo que sucedía en esa casa. Gracias a Dios los Hilton tenían un gran patio trasero. Era una especie de refugio al que iba cuando las cosas no estaban bien, donde no pensaba en el idiota de Williams, en el que no era censurada por los Hilton o no tenía que soportar todas las idioteces de la descerebrada de Ashley.

Era una especie de oasis en el que podía ser feliz por un momento y en el que me permitía recuperar mi cordura cuando no me sentía cómoda.

Era debajo de un gran sauce llorón, con ramas tan largas que llegaban a tocar el piso creando una especie de cortina entre mi refugio y todo el resto de la casa. En ese lugar me permitía tener gran parte de mi personalidad, algo que siempre me relajaba cada vez que lo hacía. La pintura era una especie de liberador de tensiones para mi cuerpo, a falta de otros que no podría hacer nunca más. No había nada que me encantara tanto como dibujar y pintar, era como una especie de fascinación por todo tipo de artes.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora