31: Una gatita con garras.

441 32 1
                                    


En un arranque de inspiración, tomé una decisión sin que Carmen o Emily lo imaginaran. Sabían que mi temperamento era algo grande, sobre todo cuando se metían demasiado en mi vida como en estos momentos. Sin embargo, ninguna de las dos dijo nada cuando me retiré a la habitación.

Recompuesta de mi momento de angustia máxima, levé mi rostro en el baño de la habitación mientras meditaba lo que realmente haría a continuación. Era hora de enfrentar al idiota máximo y hacerlo desear jamás haber vuelto. Decidida a hacer una gran entrada, delineé mis con negro, aumentando si intensidad para hacerlo lucir oscuro, antes de vestirme con mi atuendo favorito para estas ocasiones.

—Es hora del show... —Murmuré mientras le daba un último vistazo a mi oscuro atuendo.

Cuando volví a entrar a la cocina, ni Carmen ni Emily estaban allí, cosa que agradecía. Sabía que si alguna se daba cuenta, intentaría frenarme para que no hiciera nada. Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Sin prestar demasiada atención, atravesé la misma puerta por la que Simón e Ian se habían ido antes, lista para fastidiar al idiota de mi tutor. Pero nada es tan sencillo. Mi detector de niñas mimadas se había activado justo antes de que Ashley Hilton apareciera en frente de mí.

—Parece que alguien tiene los días contados en esta casa —La idiota sonreía completamente satisfecha con las noticias nuevas. Definitivamente no me importaba ella—. Bastante tuvimos de ti, déjame decir. Era hora de que te largaras, sobre todo cuando para el servicio con tu amiguita y su abuela nos basta.

—Deberías cuidar tus palabras un poco, Hilton —Me miré las uñas, intentando aparentar indiferencia sólo para hacerla enojar un poco más—. Recuerda que ya no tengo que cuidar mis modales delante de ti porque me iré de todas formas. Es más, podría darte un puñetazo ahora mismo si así lo quisiera.

—No te atreverías... —Sus ojos se abrieron como platos, sorprendida ante mis palabras pero aun siendo desafiante. Pobrecita. Definitivamente pensaba que podía llega a frenarme cuando lo único que estaba consiguiendo era que me cabreara más.

—Pruébame. —La reté mientras me paraba directamente frente a ella.

El silencio se instaló en el pasillo y la tensión crecía aún más. Sentí como cerraba poco a poco mis manos en puños, dispuestos a dispararle uno en el rostro de la estirada en cuanto dije la palabra equivocada. Pero al parecer tenía un Dios aparte. Por el mismo lugar del que había salido ella, apareció otra persona. Los ojos grises y la barba de un par de días de Brad podían llegar a captar la atención de cualquier chica, pero a mí sólo me generaba repulsión.

—Vaya, vaya, vaya... —La sonrisa rápida del mayor de los Hilton era patética, sobre todo teniendo en cuenta que estaba su hermana en el medio— Parece que la tensión se siente en el aire, les hará bien respirar, niñas.

—Fuiste salvada por tu hermano, princesa —La ironía no pasó desapercibido por ninguno de los dos, haciendo que Brad sonriera más y que Ashley pusiera su peor cara—. La próxima dejaré mis cinco dedos marcados en tu rostro.

—Uy, uy, uuuy... La gatita tiene garras —Brad Hilton definitivamente no tenía idea del terreno en el que se estaba metiendo. El muy idiota se estaba riendo como si presenciar nuestra pelea fuese lo más entretenido que hubiese visto en su vida.

—Y ni te imaginas lo afiladas que son —Me paré frente a él, sin intimidarme por su tamaño, ni su actitud arrogante—. Si fuera tú, me cuidaría. No vaya a ser que una gatita patee tu trasero cuando menos te lo imaginas.

Dejar a Brad Hilton con la boca abierta y a la superficial de su hermana cabreada como nunca simplemente fue el comienzo. Buena forma de calentar motores, Smith. Cuando entré a la sala de estar, vi a todos ubicados en los sofás, como si se tratara de una reunión familiar con la visita de un viejo amigo. La hipocresía era tan grande. Simón e Ian estaban ambos con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Era momento de actuar.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora