30: Un momento de desesperación.

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El regreso a la casa Hilton fue un poco más dificultoso de lo que había pensado. La noche había caído mientras pasábamos el rato en el bar al que nos llevó Cameron sin que nos diéramos cuenta. Cuando decidimos regresar, Emily seguía súper emocionada y con una alegría producto del trago que Cindy la incitó a beber, lo que produjo que la dulce Emmy estuviera inquieta. Simón y yo nos habíamos contenido de beber porque debíamos conducir, pero tener a una amiga que gritaba mientras manejaba no era algo sencillo.

—Hogar, dulce hogar... —Murmuré sólo porque estaba aliviada de haber llegado en una sola pieza.

Simón e Ian llegaron justo detrás de nosotras. Había optado por no alejarme demasiado por si tenía dificultades con Emily, así podría acudir a ellos con rapidez. Ian seguía hablando sin parar cuando bajó de la moto, como si intentara comprender algo. Simón, por su parte, parecía un poco harto de los planteos de su primo porque se apresuró con la motocicleta a la entrada del garaje. Sin dudarlo, seguí al Hilton de los ojos verdes profundos para poder guardar la que yo traía.

—Ve, pregúntale a Valery, Ian —Simón frenó de golpe para cortar con el parloteo frenético de Ian—. Deja de hacerme preguntas que se lo mismo que tú...

— ¿Qué sucede? —Estaba un poco intrigada por la forma en que Ian había logrado exasperar a Simón.

—Es que... No puedo creerlo... No entiendo en que momento aprendiste a montar así —Sonreí ampliamente al ver su ceño fruncido. Estaba frustrado por no querer creerlo—. Es imposible que hayas aprendido a manejar hace poco...

—Creí que la explicación de Cindy y Cameron habían bastado —Le entregué el manejo de la moto que llevaba a Simón, así podría ocuparme de su primo—. Soy corredora. Hace un par de años lo tenía como pasatiempo, era de las mejores en la categoría juvenil y me había transformado en una gran promesa hasta que el grupo se disolvió y Williams me obligó a mudarme. No es mucha ciencia, creo yo...

—Sabía que tenías una faceta oculta, Val —La sonrisa de Emily era contagiosa, la chica se había apoyado en mi hombro para conversar—. Sin embargo, jamás creí que se trataba de algo taaaaaan genial...

—Gracias por la confianza. —Sus palabras me hicieron reír.

Simón estaba callado con el ceño fruncido observando uno de los autos que se encontraban en el garaje. Sabía perfectamente que no se trataba de uno que perteneciera a los dueños de la casa y tampoco se trataba de uno de los modelos de Williams, para mi buena suerte.

—Parece que tus padres están de vuelta, Simón. —Ian se acercó a su primo.

—Así es... —Simón se encogió de hombros y giró en nuestra dirección. Cuando sus ojos conectaron con los míos, lo único que quería era asegurarme que se encontraba bien— Pero hay alguien más... En la entrada había otro auto que conozco...

¿De qué estaba hablando? Lo cierto es que no había prestado atención a lo que había en la parte delantera de la casa. Entré por la puerta de servicio, con la moto en movimiento todo el tiempo, por lo que no hubo forma de que me pudiera fijar en algo.

— ¿Qué auto era? —Emily frunció el ceño, igual de desconcertada que yo con la noticia de más visitantes.

—Un deportivo negro... No sé bien que modelo, no me quedé a observar cual era... —No podía ser cierto.

Emily dirigió su mirada con rapidez en mi dirección, haciéndome saber que ambas pensábamos en lo mismo. Ian parecía entender lo que estábamos pensando y se cruzó de brazos como si se hubiese puesto en alerta. Él no podía estar aquí, no ahora. Necesitaba despertarme de la maldita pesadilla en la que me encontraba viviendo, Williams no podía venir a joderme la vida en este momento. La mano de Emily había tomado la mía, dándome un apretón para dejarme en claro que no estoy sola.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora