23: Confesiones de una chica solitaria.

779 40 0
                                    

Si alguien me hubiese dicho que sería tan feliz, me hubiese reído en su cara por un largo, largo tiempo. Mucho menos teniendo en cuenta que esa felicidad tenía todo que ver con cierto chico con mirada profunda. Había pasado una semana desde aquella cena que había preparado para Simón debajo del sauce, de ese momento especial que ambos compartimos. Ese había sido el puntapié para que comenzáramos a pasar juntos más tiempo y disfrutaba de cada instante.

Solíamos salir de noche, solos o en compañía de Emily e Ian, dar paseos por la tarde mientras admirábamos los distintos sitios a los que Simón disfrutaba llevarme, dábamos largos paseos en su Harley. Solíamos escaparnos debajo del sauce cuando teníamos la necesidad de estar solos. Había comenzado a pintar más, incluso en su compañía, cosa que me hacía sentir mucho mejor conmigo misma.

Al compartir juntos tanto tiempo había una necesidad de mantener contacto con el otro. Era como imposible que mantuviéramos las manos alejados del otro. Siempre era un beso, una caricia, las manos tomadas, los abrazos, incluso roces ocasionales que no tenía razón de ser pero que ahí estaban. Éramos demasiado demostrativos por el bien de los que nos acompañaban. Más aún cuando un beso robado se transformaba en algo más profundo y apasionado.

Ian y Emily fueron los que más lo sufrieron, sobre todo cuando los cuatro compartíamos salidas. Ninguno de los dos podía creer lo abiertos que éramos con las demostraciones públicas de afecto, son temor a lo que podrían llegar a decir. Y seguían siendo interrumpiendo en los momentos menos oportunos.

Deberían dejar de hacerlo, saben —Les había dicho Simón mientras yo reía, luego de que interrumpieran un beso muy pero muy bueno—. Siempre interrumpen en la mejor parte, chicos.

Tal vez sería buena idea que ambos pongan un cartel de ocupado en la puerta para que no los molestemos —Emily bufó mientras ponía los ojos en blanco—. No puede ser que no puedan separarse por tan solo un minuto.

Si es posible, ¿O acaso no lo has notado? —Fue mi respuesta para cerrar el tema, al tiempo que arqueaba una ceja para darle más énfasis a lo que decía.

La situación llevo a que Ian comenzara a reír de la extraña conversación, logrando que todos nos uniéramos a sus carcajadas. Era bastante cómico pensar que estuviéramos pasando por esto. Simplemente eran días felices. No había noticias del Sr. Williams, Ashley se había ido no se a donde ni con quien. Lo único que lamentaba era no saber nada de Cameron, porque eso implicaba seguir esperando por noticias de las carreras que comenzaría a correr. Sólo esperaba que no me mintiera con algo así.

Tantas cosas dando vueltas en mi cabeza, mientras estaba sentada en el balcón de la habitación de Simón, que sentía la necesidad de despejarlas. El chico estaba hablando por teléfono con sus padres desde hacía un tiempo, mientras yo me maquinaba con mi pasado no conocido que comenzaba a molestarme. Todos los buenos momentos que estaba atravesando, sumando la posibilidad de un buen futuro, me hicieron dar cuenta que me faltaba una parte para sentirme completa: Mi pasado.

No quería admitirlo, pero era un tema más que recurrente en mi cabeza desde que Simón se había convertido en una constante en mi vida. Comenzaba a sentir la necesidad de descubrir quienes habían sido mis padres, que había sucedido con ellos y por qué me habían dejado atrás. Por primera vez en mucho tiempo me sentía con la fortaleza necesaria como para afrontar cualquier respuesta a todas las preguntas referentes a mis primeros años de vida.

—Veo los engranajes moverse dentro de tu cabeza, Valery —Simón se sentó detrás de mí, rodeándome con sus brazos y apoyando su barbilla en mi hombro, haciendo que me sintiera protegida—. Me gustaría saber que está pasando por allí.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora