7: Billar, desafío y ojos de cachorrito.

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Simón nos encamino hacia donde las mesas de billar se encontraban dispuestas, esquivando el mar de gente y los jugadores que comenzaban a ponerse cada vez más intensos en medio de la partida. El chico parecía conocer a la perfección el lugar, como si hubiese estado más de una vez allí, y, cada tanto, me buscaba con la mirada para asegurarse de que lo estuviera siguiendo. ¿Tienes miedo de perderme, niño rico? Sonreí con un poco de satisfacción al darme cuenta que estaba pendiente de mi persona, por lo menos en ese momento.

El chico Hilton nos guió a una de las mesas más apartadas, que estaba en un rincón, donde teníamos vista de todo el lugar y, al mismo tiempo, todos podía observar lo que estábamos haciendo. Las miradas de todas las chicas del lugar se dirigían hacia Simón, como si ninguna de ellas pudiera sacarle los ojos de encima. Cada tanto, había alguna que le sonreía como idiota o soltaba pequeñas risitas si el chico dirigía su mirada hacia ella por unos instantes. Eran jodidamente molestas. Fruncí el ceño mientras sentía como un malestar creía en mi interior sin tener un buen motivo para que apareciera.

Te estás volviendo loca, Smith, deja de pensar tanto.

Suspiré mientras veía como el chico ignoraba toda la atención que lo estaba rodeando. De repente, frenó de golpe haciéndome chocar contra su espalda, provocando que casi me cayera. Idiota.

— ¿Estás dispuesta a perder? —Los ojos de Simón brillaban en desafío, despertando la fiera competitiva que vivía en mi interior— Sólo para que conste, no le tengo piedad a los principiantes.

— ¿En serio estás peleando con una chica, niño rico? —Me burlé de él mientras arqueaba una ceja en su dirección— Sera difícil que puedas conmigo, cariño.

—Mmm... Me gusta cómo suena el cariño en tu boca —Él estaba cerca, demasiado cerca. Estaba invadiendo mi espacio personal haciéndome sentir un poco nerviosa con tanta cercanía—. ¿Te estás poniendo colorada?

Maldito idiota con el poder se sonrojarme. Me apresuré a apartarme, pero ya era más que obvio lo que había sucedido. Él ya había visto mis mejillas cubiertas de rubor y, precisamente por eso, estaba sonriendo como un estúpido arrogante.

—Estás muy equivocado —Sentí la impotencia crecer en mi interior mientras intentaba disimular que me molestaba que el chico había logrado que me sonroje—. Comienza de una buena vez, ya me estoy aburriendo.

—De acuerdo —Simón sonrió mientras pasaba por al lado mío para tomar uno de los tacos para comenzar a jugar—. Ahora dime, ¿Rayadas o lisas?

Dirigí mi mirada al centro de la mesa donde el triangulo de bolas estaba acomodado. Silenciosamente tomé uno de los tacos haciéndome la tonta. Me giré con una amplia sonrisa mientras sentía como sus ojos me recorrían.

—Rayadas. —Me encogí de hombros restándole importancia a la sonrisa que comenzaba a aparecer en el rostro de Simón. ¿A qué venía eso?

—Perfectas para ti —Entrecerré mis ojos en su dirección logrando que riera. Jodido idiota. Simón quitó el triangulo que contenía las bolas y acomodó una blanca antes de girarse para enfrentarme—. Ven, las damas primero.

— ¿Estás buscando que te dé con este palo o qué? —Una carcajada salió de su boca— Deja de reírte de mí, que seas bueno en algo que yo no, no te da derecho a que lo hagas.

La irritación comenzaba a ser cada vez más y más grande. Estaba a segundos de partirle el taco en la cabeza y salir de aquel lugar. Para colmo, no había rastros de Emily o Ian. De nada servía tener una amiga que no venía a rescatarte cuando lo necesitabas.

—Ven aquí, Valery. —Me acerqué de manera tentativa a donde él se encontraba.

Quería alejarme, no acercarme. Pero esa mirada desafiante estaba otra vez en su lugar y no podía rechazarlo. No me ganaría el niño rico. El chico, sin decir una palabra, se puso detrás de mí, haciendo que todos mis sentidos se despertaban. Tome una gran bocanada de oxígeno cuando sos manos se posaron sobre las mías, ayudándome a que tomara el palo como debía.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora