21: Preparativos y buenas nuevas.

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¿Qué diablos prepararía para la cena de hoy? Había pasado toda la mañana pensando en eso y seguía sin que una idea se me ocurriera. Me negaba a pedirle ayuda a Carmen, pero si seguía así terminaría sucumbiendo a mi necesidad de orientación. Necesitaba poner manos a la obra porque el oscuro rincón del sauce, donde pensaba ocupar mi tiempo con Simón sin interrupciones, no se arreglaría solo. Y, al mismo tiempo, necesitaba decidirme por qué le daría para comer para ocuparme de eso también.

Estaba haciendo un gran trabajo por conservarlo como algo intimo, sólo para nosotros, como para arruinarlo pidiendo un poco de ayuda. Pero sólo es Carmen. El problema era que si Emily se enteraba que su abuela me estaba ayudando, definitivamente me arrancaría la cabeza. La chica había intentado una y otra vez descubrir en que estaba metida, pero no había dejado ni que se acercara a la realidad. Definitivamente no dejaría que interrumpiera esta vez, ya lo había hecho demasiadas veces.

—Dios, no debería hacer esto —Me paseé por la cocina mientras esperaba a que Carmen, y sólo Carmen, entrara a la cocina. Cuando levanté la vista, la vi con una gran bandeja en la mano lista para irse una vez más— ¡Carmen!

—No necesito que grites, niña, ¿Qué sucede? —La cálida sonrisa de Carmen me llegó al corazón.

—Lo siento, no quería que evites hacerle llegar el desayuno a... —Fruncí el ceño al darme cuenta de que era un poco tarde para que alguien desayunara en la casa— ¿Para quién es el desayuno?

—Para Simón —La sonrisa de Carmen fue aún más grande y sus ojos brillaron un poco—. No ha bajado a desayunar y me ofrecí a llevarle algo a su habitación.

—Realmente te agrada ese chico. —Intenté no demostrarle lo mucho que me gustaba su aprobación por Simón, pero era imposible ocultarlo de Carmen. Ella me leía como un libro.

—Parece que no soy la única. —Carmen me guiñó un ojo antes de irse por la puerta de las escaleras de servicio, dejándome con el rubor trepando por mis mejillas por sus palabras.

¿Tanto se notaba lo que Simón provocaba en mí? No era como si lo hubiese salido a gritar a los cuatro vientos lo que estaba ocurriendo, pero ¿Por qué la gente se daba cuenta enseguida? Definitivamente tenía que ver con mi gran cambio de actitud, eso seguro. Estaba más alegre, sonriente, como si hubiese encontrado la razón por la cual ser finalmente feliz. Y me importaba una mierda que lo notaran, estaba demasiado ocupara para notarlo.

La seguridad que Carmen me había dado, sin darse cuenta, con su aprobación, me hizo dar cuenta que debía preparar para esa noche. Sin ningún obstáculo, me dirigí a realizar las compras de lo que necesitaba para el menú, que no sería demasiado difícil pero si delicioso. O al menos, eso esperaba. Además, debía comprar otras cosas para ambientar el lugar, como flores o velas, para que ese rincón, que tantas veces me había protegido, quedara un poco más cálido y acorde a mi estado de humor.

El día estaba espectacular, por lo que aproveché para relajarme un poco mientras caminaba y recorría los distintos locales buscando lo que necesitaba. Terminé entrando en un mercado para buscar los alimentos que necesitaba para sorprender a Simón. La chica que se encontraba en la caja me sonrió y se dispuso a cobrarme cuando le dejé a su alcance todos los productos.

En ese momento, mientras esperaba a que la chica me dijera cuanto era lo que debía pagarle, mi teléfono comenzó a sonar interrumpiendo mi mañana tranquila. Sólo un día sin que nadie moleste pido, solo uno. De que quien fuera que me estuviese llamando fuera al buzón de voz. Después de todo, si era importante volverían a llamar. Le sonreí a mi cajera como pidiendo disculpar por las veces que mi celular sonó, mientras le pagaba por mis compras.

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora