36: Una gran resaca.

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Abrir los ojos no era algo que quisiera hacer, sobre todo porque tenía la leve sospecha de que si lo hacía mi vida se acabaría lenta y dolorosamente. La cabeza comenzaba a latirme con fuerza, lo que no ayudaba al revoltijo que había en mi estómago en estos momentos. Diablos, estaba destrozada. Mi boca parecía una lija y lo único que recordaba de la noche anterior era tomar como no lo hacía en mucho tiempo.

La resaca más monumental me estaba atacando y lo único que no podía imaginar era como había logrado volver a casa. Bah, a lo de los Hilton. Tomé una profunda respiración para calmar las náuseas que amenazaban con sacarme corriendo al baño cuando noté que algo rodeaba mi cintura.

Poco a poco abrí los ojos sintiéndome desorientada y algo desconcertada por el descubrimiento que había hecho. ¿Dónde diablos me encontraba? ¿Por qué estaba en una habitación con paredes azules? ¿Y dónde estaba la cama de Emily? La desesperación comenzó a desatarte dentro de mí y las náuseas se hicieron más fuertes. Tenía que salir de aquel lugar y deshacerme del humano que me estaba manteniendo apresada en aquella cama.

—Shhh... —La voz ronca que venía de mi espalda lo único que hizo fue aumentar mi desesperación por salir de allí. ¿Qué demonios había hecho?— Cariño, solo soy yo, tranquilízate... Todo ese movimiento sólo empeorará cómo te sientes...

Poco a poco, logré acomodarme boca arriba para terminar de encontrarme con un par de ojos verdes demasiado conocidos como para tenerles miedo. Su cabello negro estaba despeinado y una sonrisa perezosa comenzaba a instalarse en sus labios. Por más de una razón, mi cuerpo se relajó por completo aunque las náuseas volviendo a atacar por completo. Cuando estuve un poco más relajada, segura de que no saldría corriendo al baño, se me escapó un largo suspiro de alivio al darme cuenta que no estaba en manos de un desconocido.

— ¿Cómo te sientes? —Simón aún tenía sus brazos alrededor de mi cintura, su calor me rodeaba y ayudaba a que me relajara aún más.

—Como la mierda —Cerré los ojos mientras escuchaba como se reía de mí—. Tengo un blanco de lo que sucedió anoche muy grande, el estómago revuelto y cabeza que me late cuando te ríes, así que por favor no lo hagas...

—Lo siento, pero es muy divertido verte intentar esquivar la luz. No me culpes por eso. —Simón tomó uno de los mechones que tenía sueltos y lo acomodó detrás de la oreja.

—Dios, no entiendo como haces para ser tan dulce cuando seguramente esté hecha un desastre —Abrí uno de mis ojos para verlo. Se había apoyado en su codo, dejándome ver a la perfección su pecho desnudo... ¿Qué? ¿Por qué no lleva camiseta?

Una risa profunda salió de sus labios. ¡Lo había dicho en voz alta! Sentí como el calor me golpeaba y de repente fui consciente que llevaba puesta una de sus camisetas. ¿Qué? ¿Por qué? Algo se cruzó por mi cabeza y el horror se apoderó de mí. NO-PODÍA-SER-CIERTO.

—Aleja esas ideas de tu cabeza Smith —Con una de sus manos tomó mi barbilla para asegurarse que lo estaba mirando a los ojos—. Estoy sin camiseta porque sólo duermo con un pantalón de pijama y llevas mi camiseta porque no podía dejar que durmieras con tu ropa en las condiciones que estaba.

—Oh, no... Dime que no ha sido tan malo... —La idea del vomito sobre mi ropa me hizo estremecer. Ahora entendía un poco más mi estado actual.

Solo no llegamos a tiempo al baño —Simón parecía demasiado relajado con todo, su mano ahora estaba acariciando mi rostro, obligándome a cerrar los ojos por la sensación de placer que me provocaba—. Te ayudé con la chaqueta en lo que Carmen terminaba de ocuparse de Emily...

Lonely Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora