20: Un alma rota.

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Los últimos rasgos de Simón los había terminado pero no le había dicho nada. Me encantaba admirarlo sin que él lo notara. Verlo mirar las hojas de aquel sauce que había sido mi refugio con gesto pensativo no me permitía interrumpirlo. Se veía tan tranquilo y hermoso. Sin contar que adoraba esa expresión de paz que llevaba en aquellos momentos.

— ¿Qué tanto me ves? —Los ojos de Simón brillaban divertidos por haberme atrapado observándolo.

—Nada, estaba verificando que no me faltara nada. —Me encogí de hombros mientras me alejaba del lienzo.

— ¿Sólo eso? —Su insistencia hizo que mis mejillas se sonrojaran. El muy descarado sabía cómo hacerme ruborizar— Sabes, eres hermosa cuando te sonrojas.

— ¿Algún otro cumplido que me quieras hacer? —Puse los ojos en blanco en un intento por restarle importancia. No me llevaba bien con los halagos­— Porque me estarías poniendo incomoda con cada uno de ellos.

—Tendrás que acostumbrarte, Valery, porque no es posible que deje de decirlos mientras esté cerca de ti. No cuando eres tan hermosa —Su sonrisa me llego al alma inundando de un calor, que no conocía, todo mi pecho. Simón tomó mi rostro entre sus manos—. Eres completamente hermosa, Valery Smith.

Y el calor a mis mejillas volvió a subir, como si el chico fuese el dueño del interruptor que se encargara de encenderlas cada vez que quisiera. Aún estaba algo desconcertada por lo rápido que se había movido, pero lo tenía en frente. Con sus ojos azules obligándome a ver lo que él tanto decía que veía mí. Sólo abrázame de una vez. Por alguna extraña razón, que aún no podía explicar, me sentía segura entre sus brazos y en esa seguridad me podía permitir olvidar las grandes contradicciones que ocurrían en mi interior.

Como si de alguna manera pudiera leer lo que me ocurría, con una simple mirada y sin emitir una palabra, Simón me atrajo a su cuerpo con muy poco esfuerzo mientras me rodeaba con sus brazos. El silencio que se instaló entre y a nuestro alrededor no fue incómodo ni era molesto, todo lo contrario. Me sentía reconfortada al estaba apoyada, una vez más, contra su torso mientras é me protegía de mi misma mientras ambos admirábamos la imagen que yo había sido capaz de crear.

Aún no podía entender como había sido capaz de captar ese momento o por qué es que siempre que lo pintaba se me venía una sola imagen a la cabeza. Enfrente nuestro había un Simón pensativo, algo reflexivo, con la mirada perdida en la copa del gran sauce que aún nos rodeaba. Sin embargo, no había nada de perturbación en esa expresión pensativa, todo lo contrario. Se trataba de una clara expresión de paz y serenidad que había visto muy clara más de una vez en esos aturdidores ojos azules. Se tratada del Simón que había olvidado que estaba haciendo de modelo la primera vez que nos juntamos para que hiciera esto. Era tan hermoso que quitaba el aliento.

— ¿En qué crees que está pensando? —El impulso fue difícil de controlar cuando me sentía tan bien con él cerca. Sólo pregunté para tratar de entender qué había visto cuando lo pinté así— Claramente algo está pasando por su cabeza.

—Quizás tenga algo que ver con una morena con unos profundos ojos verdes que lo vuelven loco —Simón posó su barbilla en la cima de mi cabeza haciéndome sentir pequeña—. En lo bien que se siente tenerla entre sus brazos y lo correcto que parece ser tenerla tan cerca...

— ¿Realmente lo crees? —Me aparté un poco para poder mirarlo, porque, pese a que estábamos frente a frente, sólo podía ver su pecho si me mantenía en la posición en la que me encontraba.

— ¡Oye! Dame un poco de crédito, quieres —Sus ojos brillaban, completamente iluminados, cuando una gran sonrisa torcida apareció en sus labios. Podría mirarlo por siempre—. Creo entender perfectamente bien a ese chico.

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