-Capítulo 27- Arrepentimiento.

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Resoplo dejándose caer al suelo de la habitación, sus manos fueron hasta su cabello enredando sus dedos entre estos con desesperación, sus ojos se apretaban con dolor, mordió su labio dañándolo, sintiendo el sabor cobrizo de la sangre.

Soltó un sollozo mientras se daba leves golpes, apretando sus dientes resentido, negando sus acciones recordándose mil y un veces que esto iba a suceder, que Izuku no lo soportaría más, que explotaría por su actitud infantil pero es que no podía evitarlo, no quería hacerlo, jura que no quería atacar a Izuku pero, pero...

—Maldición —Gruño en un tono ronco, sintiendo la opresión en su pecho.

Cuantas veces se lo había planteado, cuantas veces se dijo a sí mismo que si continuaba así lo arruinaría todo y aun así continúo arruinándolo como esperaba, que debía hacer ahora, el olor de Izuku navegaba por la habitación casi como un arrullo, antes esto lo hubiese vuelto loco, le hubiese encantado y adormecido, peor ahora era un cruel recordatorio de que Izuku no estaba, que lo había dañado y ahora él estaba molesto con su persona.

Ahogo un sollozo en su garganta sintiéndose morir, las lágrimas que aguantaba escaparon sin remedio escurriendo por sus mejillas burlescas de su dolor.

Sin evitarlo se recostó abrazando sus rodillas, enroscando su cola entre estas, sintiendo el suelo afelpado del cuarto rasposo contra su piel, un charco de humedad formándose bajo su mejilla, cerro los ojos cansado soltando leves lamentos hasta que callo dormido.

Se despertó adolorido, expendio sus piernas adormilado, un leve mareo le ataco cuando se incorporó, su cabeza punzaba horriblemente, su boca se sentía pastosa y sus ojos quemaban.

Se incorporo saliendo del cuarto cuyo aroma se había espesado entremezclándose con sus angustiosas feromonas, un leve bullicio provenía de la lejana cocina, el grifo abierto y algo hirviendo, fue a paso lento con la cola entre sus piernas y sus orejas gachas, su mirada fija al suelo mientras apretaba sus manos.

Se asomo por el marco notando al peliverde limpiar los platos y tirar algo a la basura, lo que él estaba cocinando antes de que oliera a Izuku y lo atacara, la culpa le golpeo violentamente y fue peor cuando vio la venda levemente ensangrentada en la mano del otro, quería vomitar de la pena.

Se quedo ahí en silencio, admirando al otro a la distancia, platos secándose y una olla hirviendo emitiendo un delicioso olor, peor no tenia apetito alguno, no cuando daño a Izuku, no cuando este estaba enojado con su persona.

"No es nuestra culpa ¿por qué ese rubio debe acercársele?" Escucho la voz susurrante dentro de su cabeza, su instinto quien se burlaba de él "Vamos, es nuestra hembra, soló tomémosla y ya" Ofreció pero negó tan rápido esos pensamientos le atacaron, no, no atacaría a Izuku, no le haría esa atrocidad.

Era esa estúpida conciencia suya que le causaba estos problemas, fue esta quien le dijo que atacara a Izuku antes, que lo mordiera cuando este acerco su mano, era todo culpa de esa vos similar y a la vez tan desigual a la suya, tan cruel, tan bestial que hasta a él mismo le asustaba.

Retrocedió hasta llegar al sillón en la sala, se dejó caer apoyándose contra este, sus manos a sus costados y su vista en el suelo mientras intentaba apaciguar ese molesto impulso, Fuyumi le había advertido cuando lo noqueo, debía aprender a controlarse, no podía dejarse llevar así de fácil, pero ahí está, se dejó llevar por los celos de sentir al rubio tan impregnado en el otro.

Se sentía como la mierda y quizás era una mierda en realidad, solo quería correr y encerrarse en el departamento de su hermana, ir a vivir con ella y dejar de molestar a la familia Midoriya, dejar de molestar a Izuku, de dañarlo y permitirle ser feliz sea con quien sea.

Pero se sentía tan incapaz, era un egoísta de primera clase.

Porque aunque sabía que lo mejor era desaparecer de la vida de los Midoriya no era capaz de siquiera hacerse la idea de abandonar al peliverde, era un idiota enamorado que no sabia expresar sus sentimientos más que de forma infantil, era una vergüenza.

Se sobresalto al escuchar el fogón de la estufa apagarse, se asomo viendo como el otro servía dos platos y los dejaba en la mesa, no le dirigió mirada alguna, solo tomo asiento mientras el observaba.

Aunque sabia que el platillo servido ahí era el suyo, no quería moverse, acercarse. Estuvo así hasta que Izuku termino, se levanto en silencio y se fue hasta su cuarto para luego cambiarse al de su madre cerrando la puerta con seguro, todo en un asfixiante silencio.

Ahora sabiendo que la comida estaba fría se acerco a la mesa toando asiento, comenzando a comer sintiendo la comida pasar con dificultad, un nudo en su garganta que se formaba por sus ganas de romper a llorar como un niño.

No había sonido de fondo más que la cuchara raspando el plato, de su boca masticando y la comida pasando por su garganta, el sonido de su respiración era molesto, sofocante, no escuchaba ruido del cuarto de Inko-san, Izuku se había dormido ya.

Dejo ambos platos con agua, se fue hasta el cuarto del otro viendo la cama desecha, negó mientras se acercaba al armario sacando unas sabanas, tomo una de las almohadas de la cama, la que usaba regularmente él, y la dejo caer en el piso junto a las telas.

Arropándose en el frio suelo se durmió dejando en conejo en la cama, el dolor en su pecho incrementaba violentamente y la vocecilla de su conciencia se volvía más insistente.

Maldito sea su instinto.

—Continuara—


Hybrid Pet -Tododeku-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora