37. ROTO

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Eric


La chica que me había herido, poso sus piernas sobre mí. Haciéndome caer al piso y un gemido amargo se escapó de mi boca.

– Te ves tan delicioso – susurro jalando mis pantalones.

Cerré mis ojos, todo esto debe ser una pesadilla.

Es imposible que sea asesinado mientras los chicos estaban en la otra habitación.

Sus manos frías, apretaron mi pecho evitando así que me moviera.

– ¡ah! Esto será genial – hablo una de las chicas que tomaba mis manos.

Mientras que la rubia quien me había arrancado la carne de mi cuello lo masticaba y tragaba.

Sus ojos y dientes habían cambiado. Mi voz no podía salir, estaba espantado, por qué todo se sentía tan real.

El dolor era tan agudo y el calor de mi sangre tan fuerte.

– No está mal, solo le falta un poco para madurar – hablo posando sus manos llenas de sangre por mi cara.

Su lengua entro en mi paladar, haciéndome probar ese sabor amargo.

Realmente quería despertar, quería gritar, quería huir.

Una de ellas termino de quitar mi ropa y acaricio mi miembro una y otra vez.

Hasta meterlo a su boca, al ver que no había reacción, se quejó – ¡¡¡María, no se prende!!! –

– No te preocupes, dentro de unos minutos, no habrá nada que lo apague – se burló mientras me hacía tragar una sustancia salada.

– p... por... que... hacen esto – alcance a decir mientras mi cuerpo estaba inmóvil.

Una presión abrumadora me invadió y el calor consumiente que sentía era lo peor.

María se puso de pie mientras bajaba su ropa interior. Se fue sentando lentamente sobre mí.

Esa sensación viscosa de su vagina, recorrió mi zona.

Gemidos se escapaban de mi boca y de la suya.

Que porquería estoy sintiendo.

Me sentía de la misma forma cuando lo hacía con Roxana.

Cada vez más vació sin embargo ese sentimiento de placer también estaba presente.

Me estoy pudriendo y pudriendo solo eso seguía pasando por mi mente mientras ella se movía.

Enterrándose una y otra vez.

Cada vez con más fuerza. Mis gemidos estaban tan presente como los suyos.

Sin embargo la sangre se esparcía por el piso.

Los minutos seguían y cada una se turnaba. Habían herido mi cuello, brazo y abdomen al punto tal que no sentía nada de repente la puerta se abrió pero yo no pude ver quien era, ya no tenía la fuerza suficiente como para alzar mi cabeza.

Mis ojos estaba por cerrarse y antes de hacerlo escuche gritos. Sin poder hacer nada todo quedo oscuro.

...

Parpadee un par de veces antes de tocar mis heridas. Note que estas estaban vendadas y ya no me dolían.

Me senté y observe el panorama, los chicos estaban dispersos por el salón durmiendo. No sabía qué hacer si huir o quedarme, no sé con exactitud cuánto tiempo ha pasado y que fue lo que sucedió con esas chicas.

JUEGO SÚCUBODonde viven las historias. Descúbrelo ahora