JUEGO SÚCUBO

41. DAMELO TODO

Roxana

Todo estaba oscuro y mis pies mojados.

Camine pero no había nada solo oscuridad y ni siquiera esa desgraciada estaba aquí.

Realmente estaba muerta.

¡Qué mierda! Morir tan joven y ni siquiera hice la mitad de las cosas que quería hacer con Eric.

Las mis lágrimas empezaron a caer.

¿Qué más podía hacer? No era justo, Maritza se saldría con la suya.

No es justo... NO ES JUSTO... ¡NO ES JUSTO!... ¡¡¡NO ES JUSTO!!!

Seguí repitiendo una y otra vez mientras corría con todas mis fuerzas.

Hasta que mis piernas flaquearon y caí arrodillada.

Mi vista se había nublado por todas las lágrimas que habían caído.

Mi ritmo cardíaco estaba acelerado a tal punto que se me dificultaba respirar.

– Ah, ah, ah, así que la niña está desesperada – apareció el maldito ángel.

No le hable, solo me limite a recuperar mi aliento.

– Roxana ya es tarde, perdiste y no puedes hacer nada –

A pesar de que intente calmarme no pude. Mis lágrimas caían a cantaros.

– U... una vez... solo una vez más... quiero verlo – susurre para mí misma.

– um, bueno puedo hacer eso por ti – dijo ella.

– ¡¡¡ ¿realmente puedes?!!! – pregunte.

– sí, pero quiero que sepas algo. Cuando lo veas solo tendrás que escoger entre dejarlo ir o retenerlo para ti –

– ¿qué quieres decir? – pregunte limpiando mis lágrimas.

– lo que quiero decir es, tu puedes escoger entre morir y dejarlo o vivir y dejarme entrar a mí para poder tenerlo a el – me respondió.

Para ser sincera ya no me importa nada. Solo quiero verlo.

– Está bien – acepte.

Una gran luz apareció y me encontré con Eric sentado en una cama.

Al verme sus hermosos ojos se inundaron y mi corazón se hizo pedazos.

– Perdóname – me susurro.

Al escuchar esas palabras quise besarle y decirle que todo estaba bien.

Cuando me separe de él una chica apareció en su regazo gimiendo y suplicando.

Quede estática cuando vi como el semen se chorreaba por la cama.

Mire a mi alrededor y habían más mujeres en la cama y hasta en el suelo.

Un sentimiento invadió todo mi ser.

Y quise estrangular a la perra que estaba sobre él.

Pero mis manos la atravesaron como si yo fuera humo.

– ¡¡¡NO!!! – grite desesperada mientras el desaparecía.

– Dime, ¿qué escoges? –

– toma todo lo que quieras, pero ¡¡¡DÁMELO!!! – respondí.

Sus alas se abrieron y en un parpadeo me atravesó.

Una lluvia de imágenes apareció en mi mente.

Todo se aclaró. Las dudas, los porque y hasta las razones por las cuales mi hija quería matarme.

Caí en un gran lago mientras sentía como cada parte de mis entrañas cambiaba.

El dolor era insoportable pero necesario.

Esta vez yo seré quien gane en este juego. Pase lo que pase no te dejare ir mi amor.