Eric
Ese día me había levantado más temprano de lo habitual ya que daría mi primer evangelio en misa. El sacerdote Bartolomé me había dicho que como era oficialmente un diacono tenia de obligación ejercer mi función de inmediato.
A mí no me molestaba para nada, al contrario estaba muy emocionado. Arregle mi vestimenta muy apropiadamente ya que la primera impresión es la más importante.
Las personas empezaron a llegar y mi emoción aumentaba. Cuando la iglesia estaba llena el padre Felipe me presento y dijo que a pesar de mi joven edad era todo un hombre devoto a Dios además agrego que me trataran como lo tratarían a él.
Casi en toda la ceremonia estuve con una gran sonrisa, realmente estaba feliz.
Pero eso no duro mucho. Al terminar casi todas las mujeres presentes se me acercaron diciendo que era un desperdicio que alguien como yo entregara mi vida solo al señor. Que para mi edad yo debería estar perdidamente enamorado de alguien.
Sus comentarios no me molestaron solo me hicieron recordar cuan duro intente fijar mis ojos en alguna joven pero todo fue en vano.
Realmente no pude y al final decidí ser parte de la iglesia para no tener que entregar mi vida a alguien que no me interesa.
Después de haber terminado con mis deberes me dirige a la capilla y creo que ese fue mi peor error.
Fue ahí en donde la encontré. La mujer causante de toda mi desgracia.
- ¿se encuentre usted bien? - le pregunte a la chica que yacía en la entrada.
Sus ojos estaban cerrados, sus largos cabellos rubios sueltos y una fina sábana blanca cubría su cuerpo.
Era sencillamente hermosa como ninguna. Estire mi mano para ayudarle mientras ella muy despacio extendió su brazo.
Estando de pie me di cuenta que no traía nada más que esa casi transparente manta. Inmediatamente retire mi rostro.
- hueles muy bien - susurro y durante un corto tiempo su mano apretó muy fuerte la mía.
Comprimí mi mandíbula para aguantar su agarre y en un pestañeo sus ojos estaban viéndome con gran impresión como si fuera algún animal exótico.
No iba a mentir pero realmente era bella. Sus ojos eran de un azul transparente.
Los días pasaron y yo cada mañana me encontraba con aquella mujer en la capilla.
Poco a poco me acercaba a ella, nuestros pies se rozaban y a mí me encantaba, cada vez quería más.
Ella sonreía y me preguntaba por cada cosa nueva que veía. En el fondo de mi corazón sabía que no era de este mudo pero sencillamente me hipnotizaba.
Las cosas cambiaron cuando la hermana Sofía nos vio tomados de las manos.
Ella me regaño diciendo que yo no debería estar haciendo ese tipo de cosas siendo un servidor de Dios.
Sus palabras me hicieron entrar en razón y decidí no volver a verla.
Creo que ahí fue que me di cuenta cuan aterrador podría ser el amor.
No la vi por tres días, mi vida seguía su rumbo como siempre. Hasta esa nefasta noche en la que vi como Ariel le quitaba la vida a la hermana Sofía.
Su sangre recorría el pasillo del monasterio y su hermosa piel.
Mis piernas flaquearon haciéndome caer al piso.
- ya no tienes que preocuparte por lo que diga esta mujer -
No respondí a sus palabras estaba aterrado.
ESTÁS LEYENDO
JUEGO SÚCUBO
Teen FictionEn una ciudad donde las apariencias engañan y los jóvenes se dividen por un rango estilo pirámide que en la sima de ella están los que mandan. Roxana Ferre es considerada la chica mas sexy en su escuela y Eric Gomes es constantemente acosado. ¿Que...