31.

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—Oh no, el no lo hizo—María José niega con su cabeza sin poder creer las palabras de su mejor amiga.

—Oh si, el si lo hizo— Millie asiente de inmediato observando sus uñas recientemente pintadas de un rosa pálido que parecían estar secándose.

—No lo puedo creer •es un pendejo•— la latina lleva una de sus manos a su frente sin dar crédito a lo que la británica le decía.

—Apenas lo vea lo golpeare— Sophia le asegura de inmediato entrecerrando sus bonitos ojos.

—Asegurate de que sean dos golpes, uno de tu parte y otro mío—Majo le recuerda a Sophia la cual se ríe y asiente a su favor. Millie las había presentado hace un mes y la energía de las dos chicas se había mezclado de una manera increíble y ahora las dos pensaban crear un grupo siniestro del mal para castigar a Finn Wolfhard por sus pecados como novio o algo así.

—Tranquilas ¿Quieren? Hoy lo veré y le pediré explicaciones—Millie aplica una leve capa de brillo de labios y se observa de manera atenta en el espejo.

—Ojalá tenga una buena excusa— Sophia escupe entre gruñidos— Estúpida oxigenada— llora de manera innecesariamente falsa.

—Créanme, yo también lo espero— Millie se levanta de un solo salto al observar el reloj en su muñeca y darse cuenta que ya iba retrasada unos minutos— Hablamos luego, chicas— deja un beso sobre la mejilla de Sophia y se despide de María José por el teléfono de la cobriza lanzándole un beso rápido.

—¡Domina a ese hombre, •carajo•! ¡Demuestrale quien manda! —la latina le aplaude sonriendo en grande.

Millie baja las escaleras de la casa de Sophia de manera veloz y se va corriendo después de despedirse de la madre de la pelirroja, claro. No se tarda en llegar a la cafetería en donde Verónica Vitale, la hija del dueño, le sirve unos pastelillos y un café de cortesía el cual le entrega Jaeden a regañadientes.

Verónica era una chica proveniente de Italia bastante simpática, siempre parecía estar interesada en la vida de los clientes que frecuentaban el lugar y a espaldas de su padre les daba uno que otro presente de cortesía o descuentos fantásticos.

Millie observa el reloj en su muñeca por octava vez en el día, Finn iba retrasado 15 minutos y aquello era muy raro de el.

—Hey Millie ¿Pasa algo? —la italiana se sienta al frente de la chica confundida con su actitud nerviosa.

—Es Finn, quedamos en vernos aquí a las 2, pero ya han pasado 17 minutos y nada que llega, sabes muy bien que aquello es algo raro en el— la castaña suspira por enésima vez consecutiva.

—Wow, eso es extraño—Verónica tuerce un poco su boca y la observa con curiosidad— Tal vez hay tráfico— duda un poco al decirlo.

—¿En California? Lo dudo.

—Touche, bueno... Tal vez lo mejor sea esperar y cuando llegue te de explicaciones. No te preocupes... Debe de ser algo grave como para que Finn falte a una cita contigo— se levanta de la silla mientras recoge los platos en la mesa y se drástica— Ahora su novio le debía tantas explicaciones y no estaba segura si en verdad quería escucharlas. Temía que las explicaciones no fueran suficientes y su relación se fuera al caño.

Millie toma su celular y abusa del servicio de Wi-Fi gratis, revisa cada una de sus redes sociales una por una hasta que se aburre y cuando menos se da cuenta ya ha pasado una hora de retraso y el pecoso no ha dado señales de vida por algún lado.

No sabe que hacer ahora, mira a su alrededor, la gente parece no importarle la pequeña adolescente que se hallaba sola en una mesa alejada a las demás. Estaba tan sumida en sus pensamientos que lo único que la despertó fue una malteada rosa que se deslizó por toda la mesa hasta llegar a ella, levantó su mirada esperando encontrar una maraña de pelo rizado negro y un rostro estrellado en pecas, pero no fue así, Jaeden la observaba de manera suspicaz con sus intimidantes ojos azules.

Free Wifi |Fillie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora