37.

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Millie no pronunció una sola palabra en el trayecto hasta su casa y Edward tampoco decidió hacerlo, los dos se encontraban lo suficientemente ocupados como para esforzarse por forjar una agradable conversación. Era tarde. Y de seguro el padre de la castaña estaría esperándola en la puerta, con aquella pose de hombre mafioso y usando aquella bata color rosa, si, culpa de Millie al intentar lavar la ropa y convertir aquella prenda de un blanco a un suave tono color rosa que según su padre, lo hacía verse salido de una revista Teen Vogue.

Se encontraba de nuevo dando vueltas por toda su cabeza, intentando olvidar la expresión melancólica que su ahora ex novio tenía en el momento en el que lo dejó completamente solo, en el pórtico de la casa de Lilia Buckingham. No quería sentirse culpable, porque en cierta parte, la relación no había terminado por su culpa.

Edward obedecía sus instrucciones para llegar a su casa de manera atenta y silenciosa, al parecer quería darle su espacio, no pronunció palabra alguna hasta que aparcaron justo al frente de su casa.

—Lamento mucho lo que ha sucedido, en verdad creía que ustedes podrían resolver aquel problema, su relación lucía tan... No lo sé, irrompible— suelta junto con un suspiro lastimero, como si en realidad le doliera la ruptura de la pareja, porque de alguna manera lo hacía.

—Hey... Creo que esta bien, en algún momento iba a pasar, así son las cosas del amor... Efimeras— trata de no darle importancia, cuando en realidad en su estómago se encontraba un vacío enorme y su mente no dejaba de recordarle la confesión de Finn.

—Odio pensar eso— le contesta con sinceridad— Desde pequeño he sido testigo de rupturas... Divorcios, ¿Por qué el amor no puede ser como en las películas? La vida real apesta— Edward se cruza de brazos, como si estuviera haciendo una rabieta para su madre que se negaba a comprarle un helado.

—Lo sé, pero aveces solo tenemos que seguir adelante— Millie le dedica una sonrisa pequeña mientras desabrocha el cinturón de seguridad que la rodea— Nos vemos luego, Edward Benson— se despide de manera rápida, sintiéndose extraña al ser ella la que por si misma abrió la puerta de su auto y no aquel chico de rizos y sonrisa sincera.

Arrastró sus pies hasta llegar a la entrada de su casa, repitiéndose a sí misma que no se hecharía a llorar, o, bueno, no al frente de sus padres, aquello sería lamentable. Rezaba porque su padre no se encontrara esperándola en la entrada, porque en realidad no sabría que decirle, como verlo a los ojos, en realidad.

Buscó la llave dentro de su pequeño bolso y la insertó aún con las manos temblando ante el acontecimiento que había sucedido no hace más de 20 minutos.

—Millie Bobby Brown, llegas casi dos horas después de lo acordado, ¿Tienes alguna explicación valida para esto? — su padre, como lo esperaba, la esperaba de brazos cruzados con aquella bata color rosa, culpa de ella y su mala habilidad para lavar la ropa— Oh, hija ¿Algo malo ha pasado? ¿Te encuentras bien? — y a penas la mirada de su padre se suaviza, corre a sus brazos mientras que deja que las lágrimas se le escapen, su padre la consuela sin soltar palabra alguna, acariciando su cabello castaño algo preocupado por su hija.

—Se acabó, papá. Finn y yo hemos terminado— le anuncia entre lágrimas, aún sin poder creérselo ni ella misma, su padre abre sus ojos con sorpresa, aquello no se lo esperaba.

—¿Qué? ¿Por qué?— Robert Brown frunce su ceño, esperando que todo esto fuera una broma de mal gusto, Finn era como... El chico indicado para su hija, tan atento, sus defectos eran muy difíciles de encontrar.

—Yo no era la única chica en su cabeza, o bueno, no lo soy desde el último més— intenta limpiar las lágrimas que se deslizan por sus mejillas de manera furiosa, sin embargo no logra su cometido ya que estas siguen bajando sin cesar.

—Oh, no. Él... ¿Te engañó? — le pregunta aún más sorprendido.

—No, sabes que el no es de esa clase de chico, pero últimamente se ha estado acercando a una chica que antes le gustaba... Yo diría que demasiado— habla sin mirarlo a los ojos— Y hoy ha admitido estar confundido acerca de sus sentimientos e incluso declaró haber estado pensando en ella mientras que pasaba el rato conmigo— limpia sus lágrimas una vez más con una mueca de molestia en su rostro, tantas emociones encontradas que ni ella era capaz de controlarse.

—Nunca me imaginé que esto ocurriría... Ustedes parecían... No lo sé, la combinación perfecta. Como si estuvieran preparados para cualquier inoportuna adversidad del destino que quisiera acabar con ustedes— su padre la abraza mucho más fuerte, intentando arreglar el roto corazón de una de sus hijas.

—Yo pensaba lo mismo hace un tiempo, pero las situaciones fueron empeorando hasta que cruzaron mi límite, y siendo honesta, una parte de mí se siente alegre por haber salido de esta situación justo a tiempo, nunca sabes qué tan lejos puede llegar y que tan oscura se puede convertir la situación —le confiesa luego de un rato, con el ceño fruncido y la mirada perdida en las fotos familiares de su casa.

Su padre le prepara un chocolate caliente, la invita a reposar sobre el sillón y los dos conversan hasta la madrugada sobre cualquier tontería que se les ocurra, ya sean como anécdotas familiares o días de trabajo abrumadores. Y cuando a las 4 de la madrugada, Millie se queda dormida, su padre la sube a su cuarto en brazos y la deja dormir en paz. Después de todo, había sido un día pesado para ella.

No es hasta las 10 de la mañana que Millie se levanta algo aturdida al sentir un cuerpo sobre el de ella, aplastandola sin piedad alguna, su fastidiosa hermana Ava.

—Déjame dormir, Ava— se queja de inmediato, regalándole un inconsciente empujón a su hermana que la bota de la cama de un solo movimiento.

—Ugh, juegas muy sucio, Bobby— le recrimina la menor una vez que despega su rostro del suelo frío se la habitación de su hermana.

—Largo de mi habitación— no duda en echarla, había amanecido de un humor de ogros, justo como antes de caer a los pies de Finn Wolfhard.

—Muy graciosa, deja de lloriquear por la ruptura con tu novio, yo soy la que debería de estar dolida, Finn era como un hermano mayor para mí— en aquel momento se arrepintió de lo que había pasado, nunca debió dejar que Ava se encariñara con el pecoso, debió suponer desde un principio que como todas las cosas... Su relación sería algo efímero, que perdería relevancia con el paso del tiempo.

—¿Como lo sabes?— la sorpresa inundó sus palabras, aunque no debió de ser así, estamos hablando de la misteriosa y manipuladora Ava Brown, aquella que lograba lo que quisiera cuando y donde ella lo pidiera.

—No puedo responder aquella pregunta, Bobby— aquel tonito sospechoso de nuevo— En realidad estoy en tu cuarto, porque Sadie me ha escrito, ha dicho que le gustaría hablar contigo sobre algo muy importante. Estará aquí en cuestión de minutos.

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Gracias por leer ❤. Nos vemos el siguiente sábado.

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