Epílogo.

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James se observaba al espejo con indecisión, aun no estaba seguro acerca de la corbata que llevaba puesta.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —da media vuelta para que Edward, el cual revisa una de sus revistas con desinterés le pueda dar su visto bueno.

—Pareces salido de la revista Vogue— le halaga con una sonrisa pícara y James quiere reírse al respecto así que tan solo no puede resistirse las ganas.

—Gracias guapo, pero más te vale arreglarte rápido o llegaremos tarde—James salta sobre la cama del ojiverde el cuál realiza una mueca de inconformidad al verlo aterrizar de manera despreocupada sobre su revista.

—Oye... Iba a leer eso— se queja con molestia, rodando sus ojos.

—Lo leeras luego, no quiero llegar tarde al baile de graduación— lo sacude de un lado a otro para que el castaño se levante de una buena vez.

—Sabes que igual lo haremos— refunfuña entre dientes como un viejo amargado, levantándose con algo de pereza acumulada.

Y James sabe que así será.

***

Sophia bailaba al ritmo de la música sonriendo en grande mientras que Gaten la observaba desde la comodidad de su cama, intentando de manera fallida anudar aquel molesto nudo de su corbata.

—¿Podrías por favor compadecerte de mí y ayudarme de una vez por todas? —deja caer sus brazos en manera de rendición, Sophia se ríe una vez más,  ignorándolo por completo y sintiendo la música en su cuerpo— ¡Sophia! Por favor— solo le faltaba ponerse de rodillas ante la chica, la cual lo miró de reojo con una mueca de disgusto al ser interrumpida.

—Eres una molestia— le suelta, acercándose para anudar aquel pedazo de tela en donde no le tomó más de 10 segundos lograrlo.

—No fue tan difícil ¿O sí? —le responde con ironía en su voz y su amiga pelirroja tan solo se encoge de hombros.

***

—Quédate quieta Sadie— la castaña le ruega a su amiga al no lograr realizar el maquillaje que deseaba gracias a los movimientos de emoción repentinos de la pelirroja.

—Dice que está ansioso por verme— salta sobre la cama sonriendo en grande y Millie sonríe con diversión. Sadie había conocido a un chico en el verano, su nombre era Caleb y al parecer ella no parecía querer detenerse de hablar sobre él.

—Que lindo de su parte— la menor responde con desinterés, aplicándose con delicadeza aquel brillo de labios.

—Empiezo a creer que en realidad no has estado escuchandome todo este tiempo— la pelirroja se cruza de brazos, entornando sus ojos con sorpresa.

—Es un chico muy dulce— le responde aún con aquel tono distraído, dejando muy en claro las sospechas verdaderas de su amiga.

—¡No me estas poniendo atención! —exclama furiosa, agarrando una de las almohadas que reposaban sobre la cama de la castaña y lanzándola directamente a su cabeza.

—¿Qué demonios, Sadie?— Millie exclama llena de ira al casi perder su maquillaje perfecto gracias al golpe que la tomó desprevenida.

—No me ignores cuando estoy hablando de lo perfecto que es Caleb—le reclama la pelirroja, Millie se encoge de hombros y se levanta de su tocador, dispuesta a sentarse al lado de su enfuruñada mejor amiga.

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