26.

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Millie intentaba contener la risa ante las insistentes manifestaciones de Gaten hacia la chica que atendía la heladería en aquella tienda. La discusión ya se había extendido un buen tiempo y al parecer el de chinos parecía no querer rendirse.

—¡Esto es inaudito! ¡Simplemente no lo puedo creer!—lanza sus brazos al aire de manera innecesariamente dramática— ¡¿Cómo no van a tener helado de chocolate?! —lloriquea una y otra vez. La joven parece estar a punto de aniquilarlo

—Por centésima vez le digo que se nos ha acabado, en unas horas mi compañero de trabajo llegará con más y usted podrá comer la cantidad de helado de chocolate que se le venga en gana— ¿Aquello era un tic en el ojo? Si, era oficial. Esa chica terminaría lanzándole cuchillos en un futuro muy lejano a la fotografía de Gaten.

El recién nombrado sacude su cabeza con indignación y se dirige hacia el lugar donde sus amigas lo esperan riendo de su escenita.

—Que bueno que te detuviste, un poco más y aquella chica hubiera saltado sobre ti con el objetivo de acabar con tu corta vida— Millie se ríe ante la expresión facial de niño caprichoso que su amigo tenía en el rostro.

—De verdad que puedes llegar a ser desesperante Gates—Sophia se burla mientras niega con su cabeza.

La respuesta al comentario de Sophia nunca llegó, al parecer estaba muy ocupado mirando hacia el otro lado del centro comercial con los ojos como platos.

—Deberíamos irnos— exclama exaltado, tomando de las manos a sus amigas y haciendo el intento fallido de sacarlas de allí lo más pronto posible.

—¡¿Acaso enloqueciste?! —Sophia se suelta de su agarre refunfuñando, eso es hasta que observa algo a las espaldas de Millie que la deja palida, casi como un papel.

—Tal vez sea buena idea irnos, si y con los ojos cerrados—la cobriza tapó los ojos de la menor mientras le daba empujones hacia las escaleras eléctricas a tan solo unos metros.

Millie sabía que algo iba mal, era tan obvio, luchó con todas sus fuerzas para deshacerse de los fuertes agarres de sus amigos, lo único que consiguió fue destapar parte de uno de sus ojos, acto que suficiente para darse cuenta de lo que pasaba.

Finn estaba allí, pero no estaba solo, Iris Apatow caminaba a su lado riendo de alguna tontería que decía el pecoso. Sophia y Garten retrocedieron un paso lejos de la castaña que parecía estar estupefacta.

—El... Dijo que hoy tenía que trabajar—la castaña murmura aturdida, dejándose arrastrar por sus amigos que se miran entre sí con miradas de preocupación.

—Uh, ¿Estas segura? Tal vez es un malentendido—Gaten paso una de sus manos por la parte de atrás de su cabeza sonriendo un poco.

Solo recibió una mirada seria por parte de las dos chicas que lo obligó a mantenerse en silencio en todo el trayecto hasta el auto de Sophia.

—Escucha, Millie... Conozco muy bien a Finn y sé que muy en el fondo sabes que el jamás sería capaz de engañarte—la conductora decide mencionar una vez que están a tan solo unas calles de la casa de la menor que no ha mencionado casi nada desde aquel espectáculo.

—Yo... Estoy muy confundida ahora—Millie le responde justo cuando aparcan delante de su casa desabrochando el cinturón de seguridad que la rodeaba—. Los llamaré en la noche, lo prometo.

Y dando un salto salió del auto, se dirigió a su casa casi corriendo y una vez que encontró las llaves para abrir, se adentró de inmediato. Subió las escaleras a zancadas y se lanzó en su cama cerrando sus ojos por fín, intentando normalizar su respiración y evitando que las imágenes de Finn e Iris en el centro comercial le nublaran la mente y la llenaran de celos.

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