*él era fuego, tú eras agua. No eran opuestos sólo en mutaciones, sino también en personalidades, o mejor dicho, en todo.*
Después de un pequeño accidente en el entrenamiento, Charles me envió a la enfermería.
—¿quieres ayuda? Tu pie no se ve muy bien.—Bobby se acercó preocupado.
—Tranquilo, puedo sola.—le dediqué una sonrisa antes de comenzar a alejarme con algo de dificultad.
Al llegar a la enfermería, los pocos asientos que habían estaba ocupados por niños pequeños.
Vaya, la gripe sí que fue grave esta temporada.
Cuando comenzaba a lamentarme, vi a John sentado al final de la sala de espera.
—Hey ¿podrías darme el asiento? Mi pie está muy mal y me duele un poco.—solté acercándome al chico.
—No, creo que no. Yo llegué primero.—fruncí el ceño.
—Al parecer ya no hay caballeros en este mundo...—rodeé los ojos.
—Oh no, caballeros sí hay.—se defendió—. Lo que no hay son sillas...—sonrió divertido.
—Púdrete, idiota.—solté mientras lanzaba un poco de agua en su cara.
Estaba por alejarme, cuando una fuerte punzada en el pie me hizo trastabillar. Me quejé ante aquello.
—Hey ¿estás bien?—John se acercó de inmediato.
—Obviamente no, genio.—a pesar de que intenté sonar molesta, las lágrimas se acumularon en mis ojos.
—Ven.—John me ayudó a sentarme en su silla.
—¿ahora sí eres un caballero?—solté sonriendo con algo de dificultad.
—Perdón por ser un idiota antes, es la costumbre.—
—Pues ambos adoptamos esa costumbre de ser idiotas.—el chico sonrió—. Por cierto ¿por qué siempre fuimos tan idiotas?—
—Incendié tus apuntes.—reí por lo bajo.
—Oh, claro...—
La enfermera apareció en la sala y al vernos, se acercó a nosotros.
—¿cuál es su problema?—preguntó.
—El mío es dolor de cuello el de ella es un pie machacado.—reí.
—Vengan por aquí.—
La mujer nos guió hasta la pequeña sala de atrás.
—Tú, pequeña. Deberás usar una bota ortopédica.—bufé frustrada—. Y tú, muchacho, sólo tienes una contractura. Unos masajitos y estarás como nuevo.—la mujer nos dedicó una sonrisa—. Iré por tu bota.—asentí.
—Unos masajitos... al diablo, no voy a dejar que nadie me toque.—
—Eres terco... ven aquí, yo te haré los masajitos.—solté en tono burlón.
—¿lo dices en serio?—me miró sorprendido.
—No.—reí.
—Juegas con mis sentimientos, ____.—
—Ya ya, ven aquí.—
El chico se sentó de espaldas a mi y, mojando un poco mis manos con agua tibia, comencé a realizar suaves masajes en su cuello y hombros.
—No puedo creer que hace 30 minutos nos estábamos matando y ahora me haces masajes.—reí.
—No éramos tan opuestos, sólo debíamos... conversar. Eso y dejar de insultarnos, claro.—
—Oye... ya que no podrás volver a entrenar por un buen tiempo ¿quieres dar una vuelta?—me detuve y miré al chico—. D-digo, para festejar que ya estamos en paz.—sonreí.
—Me encantaría.—John me dedicó una sonrisa antes de volver la vista al frente.
Después de tanto tiempo llevándonos para la mierda, sólo hizo falta una contractura y un pie jodido para que podamos llevarnos bien y a decir verdad... me encanta.
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