—Estamos en la entrada de la escuela —le comenté al menor de los Brook.
Ambos nos saltamos la primera clase, decisión de los dos, aunque más mía, pero al final Christian aceptó.
Y es que no era para nada malo, al contrario, era para una buena causa que ambos decidimos no entrar.
—Ok Christian. Todo el edificio esta vació, solo estamos afuera tu y yo —le comenté—. Toma mi mano y vamos a avanzar hacia la puerta. Tú me vas a guiar a mí.
—Yo soy el ciego genio —comento sarcástico.
—Tu sí que eres pesado cuando te lo propones —rodé los ojos—. Mis pasos no son tus mismos pasos. Tal vez tú los das más cortos que yo, o más largos, no lo sé. Y esto lo tienes que hacer solo. Debes de ser un niño grande —apreté sus mejillas he hice una voz aniñada.
—Déjame —Christian quito mis manos de su rostro mientras sonreía, solo un poquito—. Déjame solo.
—¿Qué? —pregunte asustada, pero más que asustada con una pizca de tristeza y miedo en mi voz
—Si déjame hacerlo a mí solo. Tú tienes razón, debo aprender a valerme por mi mismo y hacerlo solo —se veía decidido y seguro.
—No te dejare solo —asegure cruzándome de brazos.
—Y no te estoy pidiendo que me dejes solo, David Beckham. Solo que lo quiero hacer por mí mismo —aseguro—. Solo déjame en este lugar. Tu quédate en la puerta y espérame ahí.
—¿Seguro? —pregunte con duda.
—Muy seguro —comento.
—Está bien —camine hacia la puerta y me quede ahí—. Ya estoy aquí —informe.
—No te muevas —ordeno y empezó a caminar—. Uno —Christian empezó a contar los pasos que daba, los pasos de Christian eran algo inseguros y lentos, a mi parecer tanteaba el terreno y no quería tropezar o caerse—. Siete.
—Te tengo —comente colocando mis manos en su pecho antes de que me aplastara—. Son siete pasos y esta la puerta —me hice a un lado—. Ábrela —le ordene con una sonrisa en mi rostro llena de felicidad. Christian busco la agarradera y abrió la puerta—. Christian —lo abrace emocionada, feliz, contenta, alegre—. Felicidades —me solté de su abrazo feliz—. Ahora solo falta que llegues a mi casillero y de ahí ya tu y yo nos iremos a nuestros respectivos salones.
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—Hola —saludo Adam, llegando a la mesa de la cafetería—. ¿Qué tal van sus clases? Yo ya estoy teniendo exámenes —rodeó los ojos—. ¿Quién inventaría los idiomas? ¿Por qué no todos hablamos uno solo? —reí ante su frustración que dejaba ver su rostro.
—Si quieres puedo ayudarte con eso —ofrecí—. Soy buena con el español y un poco de francés. Puedo ayudarte si así lo quieres.
—¿Harías eso por mi linda? —pregunto un esperanzado Adam y asentí sin problema—. Oh gracias hermoso ser de luz enviado por Dios —reí ante su dramatismo—. De verdad no sabes cuánto te lo agradezco.
—No es nada —asegure—. Me gustan los idiomas y la literatura. En mis tiempos libres me gusta leer y escribir. Cualquier clase de historia, no importa el género, aparte del deporte es lo que más me gusta hacer. Y aunque la Geografía no es como que mi materia favorita, también soy muy buena. Pero tengo una debilidad, que es como mi criptonita, los números. En verdad se me dificultan mucho las matemáticas y cosas de física y química como fórmulas y esas cosas. En verdad lo odio.
—La escuela no es lo mío —comento Adam comiendo como si nada—. Por otro lado, soy excelente en los deportes. Y bueno, la verdad el comunicarme con la gente tampoco se me da nada mal, por lo que o me dedicare a ser beisbolista profesional o algo relacionado con la interacción con las personas —sonreí negando un poco divertida—. ¿Ustedes ya han pensado en que estudiar en la universidad? —pregunto y levante mi rostro para ver cómo nos señalaba a Maya y a mí.
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Pon tus ojos en mi
Teen FictionAnnie, deportista, capitana del equipo de fútbol, un gran grupo de amigos y un novio. ¿Qué pasa cuando crees ser feliz pero sólo es rutina? ¿Por qué a pesar de eso no se siente cómoda con su alrededor? ¿Qué le hace falta... o le sobra? Christian...