—Hola —salude a mis padres sin muchos ánimos.
—Hola, cielo —saludo mamá, con una sonrisa y papá dejó un beso en mi mejilla.
—Juró que no quiero ir a la escuela —los mire a ambos.
—Lo sabemos —aseguró papá—. Pero debes ir, princesa —sonreí.
Amaba que mi padre me dijera princesa, él siempre decía que tuviera la edad que tuviera yo siempre sería su princesa, aun así, tuviera 100 años y el 1000 yo sería su princesa por siempre.
Mamá también decía que yo era su bebé y no importaba la edad que yo tuviera, siempre sería su bebé y me cuidaría de todo y de todos.
—¿Puedes llevarme a la escuela? —mire a papá—. No quiero ir sola.
—Claro que sí, cielo —aseguró con una sonrisa.
—Gracias —sonreí de lado y seguí comiendo.
—Vamos, cielo, no tengas esa cara —comentó mamá frente a mí.
—Es que fue muy injusto lo qué pasó —la observé— Fue injusto que Adam y yo la lleváramos por culpa de Ethan. Es decir, fue él quien empezó todo.
—Pero si solo lo castigaban a él. Se hubiera visto como preferencia —comentó mamá.
—Ya da igual —suspiré—. Iré a lavar mis dientes y nos vamos ¿sí? —papá asintió y fui hacia el baño.
En todo el camino, no había abierto la boca, no me sentía con ánimos de hablar con papá y aunque, sé, que él no tiene la culpa, simplemente no tenía ánimos de hacerlo. Papá mencionaba cosas y solo asentía sin muchos ánimos.
—Llegamos —asentí de nuevo, quité mi cinturón de seguridad.
—Te quiero —besé su mejilla y abrí mi puerta.
—Yo también princesa —sonreí y salí—. ¡Te veo en casa! —asentí y agité mi mano para decirle adiós.
Seguí caminando hacía la entrada de la escuela sin muchos ánimos, sujeté mi mochila con fuerza cuando los chicos empezaron a murmurar cosas sin disimular en lo más mínimo. Siempre odie que hablaran sobre mí, antes era por ser la novia de Ethan y ahora por ser la ex a la que le puso el cuerno, y no es que me apenara o algo por el estilo, pero me daba mucho coraje que la gente no tuviera el valor de decir las cosas en la cara, justo como ahora lo hacían. ¿Qué ganan con hablar a espaldas de los demás? Ellos son los que se ven mal. Sentía mi sangre hervir del coraje y con el humor que me cargaba hoy, en cualquier momento explotaría.
—¡Hey, linda! —escuche gritar.
No conocía a otra persona que dijera linda, no conocía a nadie que llamara así a nadie. Solo había una persona que lo hacía, y esa persona me llamaba así a mí. No podía ser alguien más que Adam.
Me giré hacia el estacionamiento antes de entrar a el edificio, observé hacia todos lados y entonces lo vi.
Ahí estaba él, tan perfecto como siempre que lo veía, su peinado, su porte y todo en el que emanaba una gran confianza en sí mismo. Se encontraba a un lado de su coche con su mochila de lado.
Sin previo aviso una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro. Adam al verme sonrió y guiñó su ojo en mi dirección.
Mis pies empezaron su andar, bajando los escalones a toda prisa y corriendo lo más rápido que podía hacia mi amigo, esquivando a los estudiantes. Llegue hasta él y lo abrace fuertemente colgándome de su cuello.
—Hola —comentó mientras reía—. ¡Auch! Creo que alguien le da gusto verme —sujeto mi espalda con ambas manos.
—Creí que no te vería —mencione abrazada a su cuerpo.
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Pon tus ojos en mi
Roman pour AdolescentsAnnie, deportista, capitana del equipo de fútbol, un gran grupo de amigos y un novio. ¿Qué pasa cuando crees ser feliz pero sólo es rutina? ¿Por qué a pesar de eso no se siente cómoda con su alrededor? ¿Qué le hace falta... o le sobra? Christian...