Capítulo 41. Aquí vamos de nuevo.

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—Dios, mi cabeza —desperté con un horrible dolor en ella — Solo fue un tequila y pareciera que fue un barril completo de cerveza. Jamás vuelvo a probar alcohol en la vida.

Poniéndome de pie, me dirigí a el cajón donde se encontraba mi ropa, tome un short de mezclilla, una playera del 4 de julio y mi traje de baño. Con todo lo necesario me introduje al baño donde tomaría una buena ducha.

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—¿Dónde están? —ingrese al elevador con mi celular en mano hablando por él.

—En el restaurante. Estamos todos aquí.

—Okay, voy para allá. Pídeme un combinado por favor, muero de hambre.— ¿Malteada?

—Chocolate —mencionamos al mismo tiempo, sonreí ante lo bien que me conocía. El sonido del celular ser colgado hizo acto de presencia, por lo tanto guarde mi celular en mi bolsillo del short. Espere paciente la llegada del elevador hasta que las puertas de abrieron y salí en busca de mis amigos.

—Hola a todos. Buenos días —salude a todos los presentes en la mesa.

—Buenos días dormilona —comentó Adam mientras yo tomaba asiento a un lado de mi novio. — ¿Estuvo bueno el sueño?

—Demasiado —asegure con una sonrisa.— Buenos días guapo —salude a Christian dejando un beso en su mejilla. — ¿Qué tal dormiste?

—Bien. Aunque tuve un poco de frío en la noche —sonreí negando un poco con la cabeza ante aquel comentario.

—Pues a la noche le dices a Adam que te de otra manta para cobijarte y no pases frío.

—O te puedes venir a mi cama y dormir juntos.

—También, pero no. Dormí muy cómoda en mi habitación, rodé por toda la cama en la noche.

—También puedes rodar en la mía —susurro acercándose lo indicado a mi rostro.

—Si —acepte—. Pero esa sería de otra manera.

Christian a mi lado sonrió de manera divertida, sin soltar una risa o algo por el estilo, tan solo esa manera suya muy particular de levantar la comisura derecha y soltar ese sonido atorado en su garganta.

—Chicos ¿Qué le parece ir hoy por algunas compras del recuerdo? —propuso Kevin.

—Gracias —agradecí al mesero que había colocado mi comida frente a mi.

—¿Se le ofrece algo más? —preguntó aquel chico en mi dirección, negué con una sonrisa— Si se les ofrece algo, no duden en llamarme —todos mencionamos un gracias al unísono. El mesero se retiró, yendo a otra mesa cerca de la nuestra.

—A mi me parece una excelente idea —mencione trozando un pedazo de panqueque para poder comerlo con urgencia, pues mi estómago pedía a gritos o a gruñidos comida.

—A mi también me gustaría ir de compras —apoyo Maya emocionada—. Quiero cómprales algunas cosas a mis padres.

—Pues no se diga más —Adam terminó con la plática —Terminamos el desayuno y nos vamos de compras.

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—No, no y no —negué de manera molesta caminando frente a la cama—. No irás sin el bastón. Christian te das cuenta lo peligroso que es que vayas al centro sin tu bastón.

—Annie —mencionó él de manera cansada—. Suenas como mi madre. No será peligroso, irás tú conmigo.

—Ah no querido. Yo no soy tu guía ni nada por el estilo. Para eso está tu bastón o Capitán, pero te recuerdo que tú querido amigo de cuatro patas no vino con nosotros, por lo tanto usa ese bastón.

Pon tus ojos en miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora