The beginning was quite fun, just with all the ups and downs.
But suddenly, we're tired from a waste of meaningless emotions.
A repeating seesaw game, now I'm sick of it, sick of it.
A repeating seesaw game, we're getting tired, tired of each other.
Were the little arguments the start?
Maybe I became more greedy and tried to fit in with you.
Is there really a need to keep repeating ourselves saying this was love and this is love?
Trying to end it now.
Alright, sick of this seesaw game.
Someone needs to get off right here though neither of us can.
They know they'll get hurt if one person is missing, but no one wants to be the bad guy.
This seesaw is dangerous.
Stop thinking about me.
-Despierta. Jagiya, despierta... ¿Has olvidado qué día es hoy?
La consciencia fue volviendo a mí lentamente mientras sentía un cosquilleo por la columna, después en los omóplatos.
-Sabes que tengo cosquillas...
Farfullé, pero no me moví. No era habitual recibir ese tipo de atenciones por su parte, pero menos habitual aún era que estuviera despierto antes que yo, y eso bastó para espabilarme del todo. Me incorporé lo menos bruscamente que fui capaz para no hacerle daño.
-Aún no ha sonado el despertador, ¿qué haces levantado?
En respuesta solo me abrazó, en silencio, depositándome de nuevo sobre el colchón. Cada caricia, cada beso que daba estaban cargados de ternura, de una muy inquietante que me dejó absolutamente desarmada todo el tiempo. No, aquello no era solo sexo, había demasiado celo, demasiado mimo, demasiado amor. Era como si dentro de él se hubiera abierto la compuerta de la presa donde todos los sentimientos permanecían contenidos, inundándolo todo. Incluso en algunos momentos en los que se le escapaba algún "te quiero" me pareció que lloraba.
Aún nos quedamos así enredados hasta que sonó mi temido despertador. Por más que insistí se negó a quedarse en la cama, decidido a que nos ducháramos y desayunáramos juntos. Deseaba preguntarle si todo iba bien, pero sabía que no debía, que si quería hablarme de algo lo haría y si no, no.
Llegó al punto de despedirme en la puerta.
-Necesito que me sueltes para poder ir al trabajo.-Reí.
Me dio un último beso antes de dejarme marchar.
-Jagiya.-Alzó la voz a mis espaldas. Ya no sonreía.
-¿Sí?
-Te quiero.
-Lo sé.-Y añadí encogiéndome de hombros.-Pero yo a ti más.
La jornada laboral se me hizo eterna. En cuanto dieron las seis no me demoré lo más mínimo. Me había mandado un mensaje recordándome que había una reserva a su nombre en JW's Grill a las ocho. Subí a mi dormitorio que, en su ignorancia, la empresa seguía disponiendo y me preparé. Había un vestido que aún no había estrenado. No era muy fan de Gucci, de hecho tendía a parecerme una horterada, ni del color rosa, pero esa prenda había sido la excepción. Fue la primera vez que estuvimos en Los Ángeles con los chicos, cuando acompañé a Tae de compras. Prácticamente me obligó a llevarme el vestido. Me disponía a pedir un taxi desde la entrada al complejo, pero el encargado me lo impidió, alegando que un coche ya tenía instrucciones de llevarme hasta allí.
Llegué no increíblemente puntual, sino antes de tiempo pese al tráfico. Entré igualmente, no pasaría nada por diez minutos. Me acerqué a la recepcionista.
-Disculpe, tengo una reserva a nombre de...
-Sí.-Me cortó.-Su mesa ya está preparada, adelante, mi compañero la conducirá hasta ella. Que pase una buena noche.
-Gra-gracias.-¿De qué iba todo esto?
Seguí al maître hasta un reservado. Sobre el impoluto mantel blanco pétalos de rosas rojas dibujaban la silueta de un corazón dentro del cual había dos copas de champagne aún vacías. La iluminación era tenue y cálida, dorada. Me quité la chaqueta y la coloqué sobre esa especie de diván semiesférico en torno a la mesa antes de sentarme.
-¿Tomará algo mientras espera?
-No, está bien así, muchas gracias.-Incliné la cabeza ligeramente y salió del reservado.
Esperé y esperé. Cuando pasaron cuarenta minutos y dieron las ocho y media el maître apareció de nuevo.
-¿Desea algo? La cena está pagada ya, podemos traerle los entrantes...
-No. Esperaré, gracias.
Se disculpó y volvió a desaparecer. Busqué mi móvil en el bolso. Yoongi no había dado señales de vida, de modo que le escribí, pero no recibía los mensajes. Concluí que le había pasado algo y me asusté, decidí inmediatamente volver al apartamento a buscarle, necesitaba saber que estaba bien.
-¿Se va?-Se sorprendió el maître al verme salir del reservado con la chaqueta y el bolso.
-Sí, creo que ha pasado algo malo.
-Le pondremos la cena para llevar en un momento, disculpe.
En veinte minutos me encontraba en la puerta del apartamento con varias bolsas enormes rebosantes de comida. Se me cayó el alma a los pies cuando vi mi maleta en el pasillo. Posé las bolsas e introduje el código, el pitido y la luz roja me hundieron un poco más. Probé tres veces más con el mismo resultado. No probé una quinta, saltaría la alarma y no cambiaría nada. Mi desesperación iba en aumento, pegada con celofán a la maleta había una nota.
"El resto de tus cosas están en el Dorm, recógelas y márchate."
Las palabras me fueron golpeando en el pecho una por una como si me asestasen doce puñaladas certeras. Cogí el móvil y le llamé, no sabía qué otra cosa hacer, no entendía lo que estaba pasando.
-Mi amor...
"Lo sentimos, el número al que llama no existe."
Y eso fue lo peor. No me estaba dejando, me estaba borrando.
Aporreé la puerta, ya me daba igual montar una escena. Grité, intentando contener las lágrimas.
-¡SÉ QUE ESTÁS AHÍ DENTRO! ¡ABRE LA PUERTA! ¡NO PUEDES HACERME ESTO! ¡ASÍ NO!-Seguí golpeando, se me quebraba la voz, pero no me importaba.
Continué hasta que se me agotaron las fuerzas y caí de rodillas, las palmas de las manos y la frente descansando contra la puerta. Del interior del apartamento me llegaba la melodía del piano, estaba tocando Seesaw. ¡Qué apropiado!
-¿Por qué ahora, Yoongs? ¿Qué he hecho?-Esperé hasta haberme repuesto mínimamente antes de irme.-Lo siento, no te molestaré más. Te dejo tu cena aquí fuera.
Cogí mi maleta y me marché, seguí llorando en el taxi de vuelta a Big Hit hasta que agoté toda el agua de mi cuerpo que estaba destinada a los ojos, ya estaba tranquila, tan tranquila que volví a dejar de sentir en absoluto. Volví a estar vacía, a perder las ganas de vivir. Mi vida había tocado techo, ahora él me había empujado desde el rascacielos más alto y me precipitaba a una gran, profunda y oscura nada. Cuando llegara al suelo como un fardo muerto no quedaría nada de mí.