Pedido de SunHee1735
Do you know what it means when the story ends?
You simply can't help hiding,
you can't say what you feel.
It's so hard to forget when you simply can't.
You need something to believe in,
but you can not turn back time.
Do you erase and replace what you feel?
There're so many ways to get lost when love lies bleeding.
Erase and replace now what is real.Aquel iba a ser el primer día del resto de mi vida. Lo había meditado meticulosamente; después de cinco años de relación, era el momento de dar un paso más.
Lo preparé todo con sumo cuidado, el más mínimo detalle perfeccionado milimétricamente.
No iba a arriesgarme a buscar la originalidad sino que, yendo sobre seguro, opté por lo que menos sospechas podía suscitar. Una típica noche de viernes como solíamos hacer, una película en el cine, una mesa reservada en un restaurante que nos gustase a ambos. Ella pediría postre, siempre lo hacía, y junto a él traerían la cajita de terciopelo azul en cuyo interior aguardaría la pieza que sellaría nuestro destino juntos.
Auné todas mis dotes interpretativas. Pese a que estaba convencido de su respuesta, algo dentro de mí enviaba una señal de alerta indescriptible, que carecía de sentido alguno para mí.
Ya hacía casi dos años que vivíamos juntos. Esperé en el recibidor a que estuviera lista y bajamos en el ascensor al parking del edificio.
Conduje por las atestadas calles bajo el cielo nocturno de un Seúl plagado de tantos coches como estrellas. El tráfico nunca parecía reducirse.
Ella iba sentada a mi lado, abstraída observando las luces de la ciudad a través de la ventanilla. La radio sonaba a un volumen bajo, como si se tratase de una banda sonora natural. Era curioso, no recordaba haber escuchado jamás aquella canción, pero sabía cada una de sus palabras, podía recirtalas como una plegaria.
Llegamos al edificio del cine, cuyo aparcamiento estaba casi desierto. Aparqué en la planta más alta. Había comprado las entradas para The Lighthouse con bastante antelación, por lo que me acerqué directamente al acomodador.
Nada más abandonar la sala de cine, comenzamos a comentarla, como cada vez que veíamos algo juntos, y continuamos hablando de ella de camino al restaurante. Yo siempre estaba encantado de oír sus interpretaciones y análisis sobre la fotografía, los planos escogidos, los giros de guion, y todos los tecnicismos de comunicación audiovisual que tan bien conocía. Ella disfrutaba tanto hablándome sobre ello, que yo solo podía disfrutar escuchando cuanto tuviera que decir.
El restaurante escogido era un renombrado local especializado en comida escandivana llamado Hemlagat, ubicado en Junggu, en el Namsan Lotte Castle. Los dueños eran Daniel, un chef sueco, y su esposa, una mujer coreana que conoció en una escuela de cocina.
La cena iba llegando a su fin sin ningún contratiempo, la hora se acercaba y le hice una seña a Daniel para que tomase nota de los postres. Cuando finalmente apareció con la bandeja y posó su platillo y la cajita de terciopelo, aguanté la respiración.-¿Qué es esto?-Miraba el pequeño cubo con desconfianza.
-Ábrelo, venga.-La insté, con ganas de arrancarme las uñas a mordiscos.
Abrió la tapita, dejando a la vista la sortija finamente engarzada. No reflejaba ningún tipo de emoción, únicamente observaba la joya con detenimiento, analizándola. De repente, las lágrimas empezaron a deslizarse silenciosamente por sus mejillas. Quise creer que eran lágrimas de felicidad, pero no hubo celebraciones. No se probó el anillo. Cerró la cajita y la arrastró hasta colocarla ante mí.
-Lo siento de veras. Siento que todo haya terminado así.
Y, dicho esto, se levantó y se alejó. Quise llamarla, pero mi garganta no emitía sonido alguno, por mucho que intentase gritar su nombre.
Desperté sobresaltado en mi cama. No recordaba haber pagado la cuenta, ni haberme ido del restaurante, ni cómo demonios había llegado a mi casa, pero allí estaba. El lado izquierdo de la cama frío y vacío. Aún era noche cerrada en el exterior. Miré el reloj digital que reposaba en mi mesita y este marcaba la medianoche. ¿Cómo había despertado a medianoche? ¿Acaso había dormido un día entero?
Comprobé que llevaba puesto el pijama. Salí de la cama y entré al baño adyacente a la habitación. Solo había un cepillo de dientes, una toalla, un albornoz, un par de chanclas...
Volví sobre mis pasos y abrí el armario, rebusqué en todos los cajones, ni rastro de su ropa.
En la nevera solo había botellines de soju y algún tarro de salsa, seguramente caducada hacía meses. La decoración de la casa había perdido una mitad. Los portarretratos estaban vacíos, a excepción de las fotografías de mi familia. Ella no aparecía en ninguna de ellas, donde antes había apreciado su figura, se dibujaba ahora un espacio vacío.
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