Pedido de isombard8
I'm burning, I'm ready to surrender.
Like a diamond, I need a little pressure.
So press me down 'till I scream.
If you're the flame, I'm kerosene.
I'm burning up, baby.
I'm restless, craving your attention.
My red lips have found a new obsession.
Let's go all night, just you and me.
If you're the flame, I'm kerosene.
I'm burning up, baby.
You melt me and my body feels no shame.
And I don't care tonight if it burns too bright,
because, baby, that's why I came.
All I need is your body heat right next to me.
Oh my God, it feels amazing when you hold me close.Comenzaba el verano y el sol me acariciaba con mucha más pasión. De vez en cuando me gustaba salir a pasear por la ciudad y mezclarme entre el bullicio de la gente, siempre con prisas, respirar los olores tan especiados saliendo de locales turcos, chinos o paquistaníes.
Disfrutaba sentándome en la terraza de cualquier bar para observar aquel vaivén de personas tan diversas, cada una con su historia, con su vida, con sus ilusiones... Era como si el tiempo se parase y la vida frenética de los demás me pasara rozando. Me encantaba respirar relajada mientras tomaba algo para poder contemplar más detenidamente la cornisa de los edificios, sus fachadas imponentes que hacían que yo fuera un ser pequeñito entre tanta locura.Era jueves por la tarde y no tenía ningún plan interesante a la vista. Después de los últimos días que había tenido necesitaba salir a la calle, abstraerme de la vorágine de los exámenes, dejar la mente en blanco, respirar...
Había pasado cientos de veces por aquella calle, chocándome con el resto de transeúntes, esquivando monopatines y bicicletas. Aquel día no era muy distinta la escena ante mis ojos. Normalmente me sentaba en el bar de las sillas rojas, pero preferí cruzar la calle y sentarme en uno de los bancos del parquecito que había enfrente. Ese era un lugar privilegiado para la gente a la que nos gusta observar. Desde allí podía ver los edificios gigantescos en la distancia, admirar su arquitectura e imaginar cómo vivirían sus inquilinos en siglos pasados; a la gente caminar, unos con más prisa que otros, algunos cargados con bolsas, unos pocos con libros, mamás paseando a sus bebés en carritos con capota...y también podía ver el bar de las sillas rojas, con su pequeña puerta y la barra desapareciendo en el pasillo; fuera estaba la terraza con cinco mesas estratégicamente ordenadas en la acera, permitiendo el paso de los viandantes. No había ninguna mesa libre. Me puse a mirar detenidamente a los clientes de aquel jueves. Una pareja de jóvenes sentados el uno frente al otro, acariciándose las manos por encima de la mesa. Un anciano con su hija y su nieta, o al menos así lo interpreté yo. Dos señores trajeados tomando un café. Un matrimonio con dos niños pequeños. Y un chico solo tomando una cerveza mientras leía algo. Me detuve en él. Me llamó la atención.
Tenía aspecto desaliñado, el pelo despeinado, camiseta negra, vaqueros cortos y unas Converse rojas. De vez en cuando miraba su móvil y después tornaba a su lectura. Me resultaba bastante atractivo.
Seguí escrutándole de manera casi compulsiva.
De vez en cuando rozaba su labio inferior con su dedo índice, levantaba la vista, escudriñaba a su alrededor y volvía a lo de antes. Aquel roce me resultaba extremadamente sexy, tanto que de repente me vi mordiendo mi labio mientras sonreía al mirarle.
Cogí mi mochila, me levanté del banco y crucé la calle en dirección a aquel bar. Ni siquiera me miró cuando pasé por su lado, seguía absorto en aquel tomo. Me pedí una cerveza con limón, pagué, cogí la jarra y salí del local.–Perdona. ¿Puedo sentarme aquí? No hay más mesas libres y dentro hace demasiado calor. A no ser que te incomode, claro.
Levantó la vista y me miró extrañado. No se esperaba que nadie fuera a avasallarle de tal manera.