Capítulo 1

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Una vez más iba llegando tarde a trabajar y en mis pensamientos sólo estaba que tendría que escuchar nuevamente una charla sobre la puntualidad por parte de mi jefe. Por suerte vivía cerca de mi trabajo, así me evitaba el horrible tráfico de Bogotá.

Mientras caminaba, varias gotas empezaron a mojar mi pequeño cuerpo así que decidí correr para llegar a mi destino. Finalmente llegué, mojada y agotada, pero lo hice. La primera persona con quien me encontré fue mi mejor amiga, Paula Galindo.

Ella era alta, con el cabello largo y castaño, pequeños ojos marrones y un cuerpo muy lindo. Era extrovertida, divertida, aventurera y muy alegre. Lo contrario de mi, en ese entonces. Yo era una chica diferente. Prefería leer un libro o ver una película, en vez de salir a fiestas o alguna actividad que incluyera salir de casa. Era tímida y reservada.

Nos conocemos desde muy pequeñas, siendo ella muy popular en el colegio y yo sin ningún amigo, debido a mi timidez. Ella se acercó a mi, convirtiéndose en mi gran y única amiga durante todos nuestros años escolares. Era mi amiga incondicional, aquella con quien podía reír y llorar sin sentirme avergonzada.

—Marica, el gato gordo está preguntando por ti—me dice mi mejor amiga. Desde que la conozco ha tenido un humor muy particular que combina con una actitud que transmite la poca importancia que le tiene a los problemas.

Me sequé un poco y me dirigí hacía la oficina del jefe. A decir verdad no estaba nerviosa, a aquellos de los sermones ya estaba acostumbrada y siempre terminaban en una misma frase "Si esto vuelve a ocurrir tendré que despedirte". Sin embargo no me despedía y yo seguía llegando tarde.

—¿Me estabas buscando?—digo una vez estoy dentro de la pequeña oficina

Él voltea su silla lentamente tratando de intimidarme, pero una vez más no lo logra. Lo que si causa es una pequeña risa de mi parte, pero él no logra escucharla. Dentro de la pequeña habitación se expande un silencio incomodo y sólo nos mirábamos fijamente uno al otro.

Era alto, barrigón, calvo, tenía una barba gigante que cubría gran parte de su cuello, también un bigote igual al de un gato–de ahí su apodo–Era mal humorado, grosero, arrogante. Aún no entiendo como tenía a muchas mujeres detrás de él.

—Treinta minutos tarde—dice dando golpes en la mesa con su dedo índice

—No volverá a ocurrir—afirmé, pero ambos sabíamos que no cumpliría con mi palabra.

—Siempre dices eso, pero me asegurare que esta sea la última. Si esto vuelve a ocurrir tendré que despedirte

La realidad era que Carlos no podía despedirme, a menos de que quisiera ser despedido de igual manera por el dueño de la cafetería. Tiempo atrás había descubierto a Carlos sacar dinero de la caja registradora sin devolverlo después. Él pobre hombre siempre creyó que tenía pruebas de aquel acto, pero simplemente eran mis ojos lo que tenía como evidencia.

—¿Es todo?—dije

Él asintió y yo salí de su oficina poniéndome el delantal característico de la cafetería. Hice una mirada panorámica de la cafetería, con mesas de madera y sillas del mismo estilo, no tenía nada en especial que llamara la atención. No era un lugar muy habitado, pero muchas personas a las que le gustaba la simpleza, comodidad y tranquilidad iban a gozar de los muy buenos cafés que ofrecíamos.

—En la mesa 12 hay un chico que sólo quiere ser atendido por ti. Lleva 10 minutos esperando—me avisó un compañero. Un dato curioso de él es que nunca pude aprenderme su nombre, y no porque haya sido una mal compañera de trabajo, sino porque era difícil de pronunciar, escribir y aprender, además, en lo personal, no soy buena en el mandarín.

TODO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora