Capítulo 37

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Había conseguido negociar una despedida con Mario y ahora, escribiendo bajo la luz de la luna, no sé porqué lo hice, si todo eso terminó por destrozar nuestros corazones. Podía haberme ido sin mirar atrás, pero al menos no habría despertado a uno de mis mayores miedos: ver a Daniela llorar. Mi corazón con cada latido me pedía que no le dejara ir, que huyera con ellas y rompiera el trato, pero no podía hacer aquello con dos hombres atrás de mi pendientes a mis movimientos y con órdenes de disparar a la cabeza de Daniela.

Por eso, a pesar de su llanto y sus súplicas, la abandoné. Y fui dura con ella porque no le permitía besarme, pues quería recordar nuestro último beso lleno de amor, dulzura, sentimiento y felicidad. Claramente ella no lo entendió y tal vez terminó con odio hacia mi, creyendo que la dejaba porque de verdad estaba enamorada de Mario, pero creí que sería mejor no aumentar nuestro dolor en esa despedida con un beso y también que hacía lo correcto al abandonarla.

Ella no quería irse. Parecía una niña pequeña cuando sus padres no le compran su juguete preferido. Por eso, pedí a Paula que la arrastrara dentro del auto, y ella me obedeció.

Durante toda la despedida no lloré, pero mientras el carro avanzó supe que mi felicidad también se había colado por ahí.

...

Lo siguiente fueron meses muy dolorosos para mí, y estoy segura que para ella también. Todos los días la pensaba, aunque a veces el recordarla me traía mucho más dolor, pues no podía tenerla conmigo y mucho menos saber qué había sido de ella. Todos en algún punto de nuestras vidas somos masoquistas, y eso más que saberlo por medio de una imagen en Instagram, lo aprendí en esta experiencia y, aunque no me gustara, siempre estaba presente en mi corazón y en mi mente. No sabía si ella estaba tan mal como yo, o simplemente me había olvidado en una noche de diversión con sus amigas; mi corazón quiso aferrarse a la primera idea, pero mi mente no quería descartar la segunda opción. 

Me tocó observar cómo Mario se burlaba de la policía con sus actos. Aunque a veces actuara por impulso, durante ese tiempo aprendí que cuando se lo proponía podía planear buenas ideas. Jugaba con la justicia de una manera bastante sorprendente. Les creaba trampas tan tontas que la policía se las creía sin problema y los buscaban exactamente donde él quería, pero no estaba, mientras muy lejos de ahí se reía a carcajadas. Incluso también lo hizo en varios ocasiones con la DEA, pero no voy a hablar mucho de eso. Aquello no es relevante en esta historia.

Si quisiera podría narrar todas las hazañas que Mario ejecutó durante esos dos meses y medio que me tuvo como su puta o prisionera, pero este no es mi objetivo. Mi objetivo en esta historia no es recordar este tipo de cosas, todo lo contrario, es recordar las cosas bonitas de mi pasado porque quizás esto me salve de mi futuro. No quiero olvidar nunca todas estás cosas, por eso narro lo más importante y por eso en casi todas estás páginas está presente el nombre del amor de mi vida, de Michelle, de Paula, de Kim, de mi familia y poco el de Mario, que aunque no será importante en mi futuro, fue importante para construir todo lo que tengo y la razón por la que aprecio tanto a estas personas.

Tal vez estoy haciendo todo confuso ahora, pero quisiera que estés tranquilo o tranquila y no te alarmes. No quiero que te preocupes por nada ahora y dejes que todo vaya a su ritmo. No quiero adelantarme a los hechos. No tienes que preocuparte si no entiendes este lío.

Sigamos con el hilo.

Fue un día cerca a mi cumpleaños cuando me reencontré con Daniela. No lo recuerdo muy bien, pero creo estar segura que fue el 20 de Octubre. Recuerdo haberme levantado tarde de la cama debido a otra de las muchas sesiones que mi mente decide practicar en medio de la madrugada, pero no recuerdo muy bien qué hice durante todo el día. A eso de las 6 de la noche, cuando el día estaba oscureciendo y se observaba la luna llena desde lo alto aunque no estaba completamente oscuro, llegó Mario. Estaba enojado.

—Ve a cambiarte—ordenó cuando se dio cuenta que no iba a mencionar nada sobre su estado de ánimo. Me pareció viable no hacer ninguna pregunta al respecto, así que apenas oscureció entré a la habitación y me coloqué un vestido negro.

Ese color se había vuelto mi favorito porque expresaba precisamente como me sentía por dentro. No me importaba nada, no quería nada, me sentía como nada.

Salimos de casa poco después. Todo el camino vi por la ventana, como un cachorro, con la diferencia que no me encontraba entusiasmada por salir con la persona que había arruinado mi vida. Simplemente miraba la libertad de esas personas mientras caminaban por las aceras, recordando que la mía la había olvidado en otro lugar.

Llegamos a la casa de la mamá de Mario. Tenía la sensación que ahora a la vieja no le caía bien en lo absoluto porque estaba separando a su familia, pero ella decía que eran ideas mías y sus acciones iban en el lado opuesto. De todas formas tampoco me importaba. Lo mismo pasaba con el señor Marcos.

Los tres comíamos en silencio, con lentitud e incomodidad. Igual tampoco me importaba.

Nada me importaba. Bueno, hasta que vi a Daniela aparecerse. Justo ahí todo empezó a importarme. Ella lucía pálida, enferma, delgada y descuidada. Pero yo la veía hermosa. Ella me veía estupefacta.

—Hija, creí que no vendrías—se levantó de inmediato Marcos para recibirla, ocasionando que nuestras miradas tuvieran que interrumpirse. Mario, como todo un estúpido, tomó mi mano sobre la mesa, provocando la tensión en el rostro de Daniela. Yo deshice este agarre y ella sonrió

—Si, la reunión se canceló a último momento por inconvenientes en la organización—respondió clavando su mirada en mí

—¿Entonces te quedarás a comer con nosotros?—le preguntó Olga con alegría en su voz, quizás con la idea que finalmente podría reunir a toda su familia. Calle asintió

—Nosotros nos vamos. Disfruten su comida—interrumpió la voz de Mario en armonía con el sonido de la silla en movimiento hacía atrás de él. Me invitó a levantarme con él

—No—respondí firmemente y él abrió sus ojos sorprendido ante mi rechazo. Finalmente me había cansado de ser su marioneta—. ¿Sabes qué? Estoy cansada de todo esto, especialmente de ti. Haz lo que quieras con tu vida, pero por favor cierra el ciclo y olvida que por mi voluntad estaré contigo

Salí básicamente corriendo del lugar con lágrimas en los ojos que obstaculizaban mi mirada, pero eso no detuvo mis veloces movimientos. De todas formas no llegué muy lejos porque unos brazos me sostuvieron por la cintura. Yo ya sabía de quien se trataba, por lo que solamente di media vuelta y me lancé a su cuerpo.

—Tenemos que irnos de aquí rápido—susurró contra mi cabello 

—Él no te haría daño con sus papás aquí

—No lo digo por eso. En dos minutos esto estará lleno de policías y se convertirá en un campo de guerra. Olga y Marcos ya están advertidos

Y preciso. En exactamente dos minutos todo se convirtió en un centro lleno de policías, poco después empezaron a escucharse las balas ir de un lado a otro.

Ese día capturaron a Mario  después de largos minutos de batalla, grandes cantidades de heridos y algunos muertos. 

Ese día volví a los brazos reconfortantes del amor de mi vida, siendo recibida con aquella bella sonrisa y muchos, muchos besos. 

Ese día no temí por la vida de ella ni por la mía. 

TODO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora