Capítulo 40

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En el momento que comunicamos a nuestros familiares y amigos que estábamos oficialmente comprometidas, estos organizaron una reunión para celebrar este acontecimiento. Nosotras tratamos de decirles que no era necesario, pero ellos no quisieron escucharnos. Al final tuvimos que aceptar aquello, pero decidimos hacer aquella reunión algo casual, nada formal.

Todos nuestros amigos y familiares estaban junto a nosotros celebrando nuestro compromiso, pero yo no me sentía feliz. Por alguna razón, sentía que Calle tampoco. Traté de recordar alguna pelea entre nosotras, pero no podía.

Ella estaba muy alejada de mí, se encontraba con Michelle todo el tiempo. A veces desaparecían por largos minutos y volvían con una sonrisa, pero sabía que la de Calle era falsa. La conozco lo suficiente para estar segura.

Mi padre se acercó a mi con una sonrisa.

—¿Podemos hablar?—fijé mi mirada en él y asentí. Seguramente me iba a preguntar de mi alejamiento de mi prometida. Me llevó a la cocina.—¿Como estás?

—¿Cómo estoy? Obviamente me encuentro bien. ¡Estoy comprometida, papá!

—Sabes que no me refiero a eso, María José

—¿Entones a qué demonios te refieres?

—A mi no me hables así, María José. No entiendo que te pasa. Hace unos minutos estabas feliz, sonriendo, bailando y ahora de repente tienes una cara de pocos amigos, te tropiezas con todo y ni siquiera has tomado más de una copa. ¿Acaso peleaste con Daniela? ¿o tiene que ver con aquello que me contaste la vez anterior?

—Estoy bien, papá. No he peleado con Daniela, simplemente ella se alejó sin razón

—¿Ya se lo dijiste?

Negué con la cabeza.

—¿Que tienes por decirme, María José?—se escuchó la voz de mi prometida a mis espaldas. Suspiré

Mi padre decidió que sería un gran momento para dejarme sola. No quería estar sola.

Tomé el valor para agarrar su mano y llevarla muy lejos del ruido, en especial de las personas. Aunque fue un gran paso, no sirvió de nada porque al llegar a las afueras de la casa no pude confesar nada.

—Dime—me susurró dulcemente tomando mi rostro entre sus manos—. Sé que no tiene nada que ver con infidelidad, engaños o traición. Tú no eres así. Seguramente es una tontería que le estás dando mucha importancia y termina siendo sencillo—empezó a acariciar mis mejillas mientras lloraba—. No es la primera vez que sucede, mi amor. ¿Recuerdas aquella vez? Querías terminar conmigo porque intentabas hacer tostadas para mí, pero se quemaban. Al final te ayudé a hacerlas y como recompensa todos lo días me llevabas tostadas a la cama

Mis lágrimas se incrementaron y ahora estaba sumergida en un llanto indescriptible. Odiaba esto. Era una mierda.

No, no lo recordaba.

—Odio esto, Calle. Te necesito. La estoy pasando muy mal y no puedo seguir con esto. Perdón por todo

—Cuéntame para poder ayudarte. Sabes que haría cualquier cosa por ti

—Estoy empezando a olvidar. No recuerdo mucho de mi pasado. No recuerdo cómo y cuando te conocí, cómo te pedí que seas mi novia, nuestra primera vez, nuestro primer beso, no recuerdo mucho sobre un Mario. No recuerdo nada—confesé. No pude ver su reacción porque las lágrimas me lo impedían, ni mucho menos lo que decía porque mi oído lo bloqueaba

—¿Desde cuando ocurre esto?

—Mucho antes de nuestro viaje. En New York me di cuenta que empecé a olvidar cosas, tú siempre hablabas de cosas que hicimos, pero yo no lo recordaba 

TODO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora