Capítulo 34

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—Escucha Mario—pidió mi novia tratando de mantener paciencia. Mario se encontraba adentro de nuestra propiedad apuntando en mi dirección con un arma—, puedo tolerar que me apuntes a mí con tu tonta arma, pero nunca, nunca que le apuntes a mi mujer

—Estoy temblando de miedo— habló en medio de una risa irónica

—Si tienes un problema conmigo vienes y lo arreglamos a solas sin involucrar a mi novia, mis amigos o mi familia—dijo en un tono amenazante—. ¿Acaso tanto te ha dolido que me quiera a mí?

—Me enfurece que tú quieras meterte en todo lo que yo hago. Si hay algo que yo nunca te haría sería involucrarme con alguna de tus chicas ni mucho menos robarla. Te acepto que robes a mi padre, pero nunca te perdonaré que me robes a mi chica—su voz sonaba débil, como si en cualquier momento fuera a llorar

—Yo nunca te la robe, su elección fue quedarse conmigo y yo no podía rechazarla porque yo también la quiero—gritó—. Si quieres usar tu arma estás apuntando al lugar equivocado

—Estoy arrancando el problema desde la raíz. Si le disparó a ella podré vivir tranquilo y tú sentirás la misma mierda que he sentido en todos estos años. Has logrado quitarme cosas importantes y es momento de pagarte con la misma moneda. En cambio, si te disparó a ti te estaría haciendo un favor

—Si le disparas a ella luego tienes que hacer lo mismo conmigo porque si no lo haces te aseguro que de aquí no sales vivo—una lágrima se deslizaba por su rostro

—Mi amor—alcancé a decir antes de sentir mi voz romperse. Voltee mi mirada hacia Mario y con la mirada le supliqué que me permitiera acercarme, él lo pensó unos minutos y finalmente me hizo una señal con la cabeza para que fuera. De inmediato corrí a abrazarla

—No puedo imaginar una vida sin tí—musitó entre sollozos mientras se aferraba a mi. Me dolía tanto verla de esa forma

—No va a pasarme nada, mi bebé—dije en un intento de tranquilizarla, pero eso solo logró desatar más su llanto

El tiempo pasó y no pasó nada importante, además que Mario estaba muy indeciso con respecto a que hacer, solo daba vueltas con una mano en la cabeza y hablaba solo. Calle comenzó a molestarse y quería enfrentar a su hermano, pero yo sé lo prohibí en voz baja. Todo esto estaba acabando con nuestra paciencia.

Cuando nuestros estómagos pedían comida Mario llamó a dos chicos, los cuales se encontraban afuera de la propiedad vigilando, y les pidió que hicieran comida para todos. A los chicos los reconocí como Johann, el que fue aquella vez a mi apartamento y por supuesto, Sebastián Villalobos, el que no podía faltar.

Antes de ese momento yo creía que era la persona que menos sabía cocinar en el mundo, pero ellos realmente quitaron esa idea de mi mente, pues casi queman la casa haciendo un simple sándwich. Yo sí puedo hacer sandwiches, me quedan deliciosos y eso puede comprobarlo mi amor, ella siempre me lo dice.

Al final los sandwiches quedaron del asco, pero fue lo único que podían darnos.

Si fuera por mi novia, hace mucho que se hubiera finalizado aquel problema con Mario, pero yo se lo impedía de cualquier manera. Ahora puede sonar tonto, pero yo no quería que Calle provocara a Mario en ese estado tan molesto e indeciso en que estaba. El pobre daba vueltas por toda la sala frustrado, daba golpes a la pared y en una ocasión se apuntó a él mismo, sin embargo, Sebastián impidió que cometiera una locura.

A todo esto le habían pasado horas y Calle estaba perdiendo la paciencia. Me había platicado sobre un arma que ella guardaba detrás del televisor y sobre un plan muy alocado para conseguir el arma, pero yo simplemente me negué porque con eso solo lograría ponernos en peligro. Ella se enojó conmigo y yo enojé con ella.

TODO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora