67. Un nuevo proyecto

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Adoraba el sentimiento de complicidad que nos invadía a ambos los momentos después de haber hecho el amor. Tan sólo bastaba una mirada, una sonrisa o una caricia de Jaehwan en esos momentos para sentirme la mujer más amada del universo. En momentos así, sin necesitar que fuera expresado con palabras, me daba cuenta de que sus sentimientos por mí eran tan grandes y fuertes como los míos por él.


A la mañana siguiente, mientras devorábamos con un hambre voraz el desayuno en una mesa bajita sobre el suelo de tatami de nuestra habitación en el ryokan, en completo silencio y disfrutando de esa íntima atmósfera de complicidad, recordé que aún no le había dado su regalo por nuestro aniversario. Me levanté, rebusqué en mi maleta, y saqué un pequeño paquete. Volví a sentarme en mi sitio frente a él y se lo entregué. Jaehwan dejó los palillos sobre la mesa y me miró con curiosidad. Le sonreí. Él abrió el paquetito, que contenía una pequeña cajita. Se quedó pensativo unos instantes y después procedió a abrirla.


- Es la llave de mi apartamento – expliqué rompiendo nuestro silencio. Jaehwan me miró con la boca abierta.

- ¿Me estás pidiendo que me vaya a vivir contigo? – dudé unos instantes antes de responderle.

- Dicho así, suena como si te estuviera proponiendo algo enormemente importante... - me sentí avergonzada. – Sé que necesitas el consentimiento de la agencia, y que aún tendrías que esperar a que se acabe el contrato del piso compartido con los chicos. Pero no tiene por qué ser algo inmediato – expliqué. – Es sólo que lo estuve pensando, y... No quiero compartir esa casa con nadie más.

- ¿Por qué?

- Porque buscar una nueva compañera o compañero supondría renunciar al único lugar en el que podemos vernos a solas y sin tener que preocuparnos de que nos descubran. Sinceramente, no creo poder encontrar otra persona digna de confianza y que casi siempre esté fuera como Carol – Jaehwan bajó la cabeza y por un momento temí haberle asustado. ¿Había sido demasiado lanzada?

- Quisiera mudarme ahora mismo – murmuró alzándola de nuevo y haciendo un puchero. – Esta tarde, tan pronto como bajemos del avión en Corea – se mordió los labios. Respiré aliviada.

- Bueno, por mí no hay problema en que sea ya mismo – reí. – Pero las cosas hay que hacerlas bien, ¿no? Sobre todo si afectan a tu trabajo e involucran a otras personas – sonreí. – Mientras tanto, simplemente tómate la libertad de entrar y salir a tus anchas. Cuando pelees con los chicos y necesites escapar, o cuando necesites estar solo... El cuarto de Carol ahora está vacío. Podemos irlo convirtiendo en una habitación para ti.

- ¿No compartiría habitación contigo? – hizo de nuevo un puchero. Me reí.

- Claro, pero eso sería para dormir, ¿no? ¿Y el resto del tiempo? Todo el mundo necesita estar solo y tener un espacio donde dedicarse tiempo a sí mismo de vez en cuando, ¿no? Podríamos convertirlo en una especie de estudio donde puedas leer tus cómics, o dibujar, o jugar videojuegos, o hacer cualquier otra actividad que te guste y te ayude a desconectar del trabajo.

- ¿Y qué hay del espacio para que te relajes tú? – preguntó. Me reí.

- Con 3 trabajos, poco tiempo queda para relajarse... Pero hay un pequeño cuarto al lado del mío, ¿recuerdas? Carol lo usaba a modo de trastero, pero se ha llevado casi todo lo que había dentro y ha quedado prácticamente vacío. Había pensado en convertirlo en una biblioteca – Jaehwan sonrió.

- ¿Libros es todo lo que necesitas? – hice un sonido de afirmación.

- Si no estoy contigo o leyendo, entonces para mis demás aficiones necesito usar espacios comunes, como la cocina o el salón. O salir a la calle – expliqué. Él asintió con la cabeza y me hizo un gesto con sus manos para pedirme que me acercase a él y me sentase sobre su regazo. Obedecí y entonces me rodeó con sus brazos.

- Aigoo... - dijo en tono mimoso mientras enterraba su cabeza en mi pecho, como si fuera un niño, y me abrazaba con fuerza - ¿Qué hice yo en mi vida pasada para ser recompensado en esta con una chica tan maravillosa? – me reí y enredé mis dedos en su pelo.

- Debiste hacer felices a muchas personas – respondí. – Justo como ahora. También haces felices a muchas personas, así que en tu próxima vida seguro que también te tocará una chica maravillosa.

- En mi próxima vida, no aceptaré a ninguna que no seas tú – dijo alzando la cabeza para mirarme. Le miré a los ojos y le acaricié la cara con ternura. – Incluso aunque no nos acordemos de lo que vivimos en esta vida, incluso aunque volvamos a ser completos desconocidos... Sea como sea, tienes que ingeniártelas para volver a chocarte conmigo – me reí.

- Vale, daré mi mayor esfuerzo, pero sólo con la condición de que tú vuelvas a "no poder esquivarme" – le tendí mi dedo meñique y él enlazó el suyo. Nos sonreímos.

- Te quiero... Te quiero mucho – dijo abrazándome fuerte y enterrando su cabeza en mi pecho de nuevo.

- Lo sé. Y yo a ti – respondí devolviéndole el abrazo. Acaricié su cabeza con ternura. - Bueno, ¿entonces es un sí definitivo? – pregunté separándome un poco para volver a mirarle a la cara.– ¿Sí aceptas ser mi nuevo compañero de piso?

- Sí. Sí, sí, sí, sí y mil millones de veces sí... - llevó una de sus manos a mi cuello y me empujó suavemente para que me inclinase de nuevo hacia él y así poder unir sus labios a los míos.


Aquel beso, dulce y rebosante de amor, marcaría el inicio de una nueva etapa en nuestra relación. Una etapa que, con aquel nuevo proyecto de vida en común en nuestras cabezas, se presentaba prometedora y nos llenaba de pura ilusión.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora