24. Reorganización

9 2 0
                                    

Al día siguiente dormí lo máximo posible antes de irme a trabajar. Tal y como había previsto, tenía un dolor tremendo en mis brazos, y la verdad es que con el cansancio acumulado de todo el fin de semana, 8 horas de sueño me habían sabido a poco. Agradecí que ese día sólo me pidieran quedarme 4 horas en la librería.


De vuelta a casa, me hice la tarjeta con la que podría hacer uso del alquiler de bicicletas públicas y también fui a realizar el pago por las clases de cocina que muy amablemente me había ayudado a buscar el señor Park. Eran cuatro clases de 3 horas entre semana, de lunes a jueves, de 6 de la tarde a 9 de la noche, y pensaba incorporarme desde la clase de ese mismo martes.


Al volver, Carol me esperaba para comer. Ese día ella entraba a trabajar por la tarde, y comimos juntas para ponernos al día sobre nuestras novedades. Aprovechamos también para hablar de mis planes y sus sugerencias para ocupar todo ese tiempo libre que me sobraba.


- Los vecinos del 307 tienen dos niños pequeños – me comentó. - Muchas veces me los he cruzado en el portal, y cuando les pregunto qué tal con las criaturas, la verdad es que a menudo me dicen que de vez en cuando les gustaría tener algo de tiempo para ellos solos. No creo que quieran separarse de los niños demasiado, pero qué sé yo, si te ocupas de ellos un par de días a la semana durante algunas horas, es un sueldo extra. Además, te encantan los niños y tienes experiencia como niñera – me dijo Carol. – Cuando quieras, podemos hacerles una visita y recomendarte. Son encantadores, me ayudaron mucho cuando me mudé – me explicó Carol.

- Eso sería genial, Carol – dije muy contenta. – Tan pronto como podamos, me gustaría visitarles.

- Pues en marcha – dijo poniéndose en pie.

- ¿Qué? ¿Ahora?

- Sabes cómo es mi trabajo, si me llaman de repente, podemos pasar dos semanas o más sin vernos. Aprovéchame ahora que estoy aquí.

- Pues también tienes razón – respondí riendo.


Así que bajamos a presentarme ante los vecinos, una joven pareja que rondaba la treintena, con dos niños realmente adorables, una niña de casi 3 años llamada Soonhee y un niño de poco menos de 1 llamado Sian. Nos invitaron a tomar un té y mi intención era hablarles un poco sobre mi experiencia anterior cuidando niños en España, pero no hizo falta. Los niños tardaron muy poco en pedirnos a Carol y a mí que jugásemos con ellos, así que en lugar de contárselo, se lo mostré para que lo vieran con sus propios ojos. Al despedirnos, les di mi teléfono, les recordé que vivía en el 603 y les dije que contasen conmigo siempre que quisieran.


De vuelta en nuestro apartamento, antes de irse a trabajar, Carol me dio una lista con información y datos de contacto sobre las empresas de traducción a las que podía enviar mi currículum. Me sentí realmente agradecida por todo lo que estaba haciendo por mí.


El resto del día lo dediqué a enviar mi carta de presentación y mi currículum a una buena parte de la lista de empresas y después, a holgazanear.


Esa semana, muchas cosas empezaron a cambiar en mi vida. Y para mejor.


Una de las empresas contactó conmigo para ofrecerme hacer una entrevista que, por supuesto, no rechacé. En la entrevista pusieron a prueba que lo que constaba en mi currículum fuera verídico. Me realizaron una entrevista hablada completamente en coreano, pero después me pidieron que hiciera una especie de examen escrito traduciendo un texto desde y a mis 4 idiomas. Salí realmente contenta y de verdad esperaba que me llamasen para decirme que me contrataban.


Empecé mis clases de cocina, en las que la mayoría de los alumnos éramos extranjeros. Para agilizar los procesos de elaboración, trabajábamos por parejas que cada semana iríamos rotando. Trabajar todos con todos y adaptarnos a las diferentes formas de organizarse y trabajar de cada persona era también parte del proceso de aprendizaje.


Además, mis vecinos me confiaron a sus niños toda la tarde del viernes. A las 8 de la tarde, estaba dándole la cena a Soonhee mientras veíamos dibujos animados en la televisión, cuando mi teléfono sonó.


- ¿Diga?

- Hola - me saludó Jaehwan.

- Hola - sonreí. - ¿Cómo estás?

- Preocupado. No te has vuelto a poner en contacto conmigo desde el fin de semana pasado. ¿Ya te has olvidado de mí?

- Perdona, he tenido una semana realmente ajetreada – respondí riendo. Ayudé a Soonhee a tomar una cucharada de arroz blanco. – Pero no me he olvidado de ti. En realidad tengo ganas de verte – confesé.

- ¿Nos vemos un rato y me lo cuentas?

- Estoy trabajando –respondí.

- ¿Trabajando? ¿En la librería? ¿Todavía? – me preguntó extrañado. Me reí.

- Estoy en casa cuidando a un par de angelitos – le acaricié la cabeza a Soonhee y le ayudé a tomar otra cucharada. La niña comía realmente bien, pero aún le costaba agarrar los cubiertos y tenía tendencia a rendirse y coger toda la comida con las manos. Sus padres estaban intentando que empezase a corregir ese hábito.

- Ya veo... Bueno, entonces supongo que no podemos vernos – dijo en un tono algo serio.


Pero de verdad tenía muchas ganas de verle, así que, sin pararme a pensarlo, respondí:


- ¿Quieres venir a mi casa?

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora