82. Sorpresa

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- ¿A dónde me llevas? – pregunté curiosa.

- Es una sorpresa – dijo Jaehwan abriéndome la puerta del coche y ayudándome a salir.

- Me estoy poniendo nerviosa – respondí.

- Tranquila, creo que te va a gustar – me dijo sonriendo y tendiéndome su mano. Se la agarré.


Él empezó a caminar y me guió por una calle bastante transitada hasta un local con enormes escaparates que estaban cubiertos de un papel marrón. Se veía luz en el interior. Había carteles en los que ponía "Próxima apertura". Jaehwan tiró de la puerta, que también estaba cubierta de papel, y me cedió el paso. Entré en el interior del local.


Nada más atravesar la puerta, nos encontramos en un recinto grande y muy bien iluminado, con techo alto y paredes pintadas en blanco decoradas con algunas líneas curvas que se entrelazaban en diferentes tonalidades de gris, amarillo y azul que creaban un ambiente moderno y elegante. Pegadas a las paredes, había un montón de estanterías de una madera muy oscura, casi negra, que aún estaban vacías. Había más estanterías distribuidas por el centro del local, formando pasillos. A nuestra derecha, había un mostrador de esa misma madera, también vacío. No estaba del todo segura, pero parecía que próximamente iba a ser una librería. Miré a Jaehwan con una mezcla entre asombro y desconcierto.


- Ah, ¡buenas noches! – saludó él haciendo una ligera inclinación hacia el frente. Miré en la misma dirección. Una chica joven, que quizá rondaba la treintena, con el pelo recogido en una coleta algo deshecha se dirigía hacia nosotros sonriendo.

- Buenas noches, chicos – saludó – Soy Choi Youngmi, ¿eres Alice? – me preguntó tendiéndome su mano.

- Sí, así es. Encantada – respondí estrechándosela. Ella sonrió.

- No sabes por qué estás aquí, ¿verdad? – me preguntó y le echó una mirada a Jaehwan.

- La verdad es que no – admití.

- Bueno, enseguida te lo explicamos – dijo ella. – Pasad por aquí.


Jaehwan me hizo un gesto con la cabeza para que pasase delante de él. La chica nos guió hasta una estancia que se encontraba al llegar al final del local, girando a la derecha. Al entrar, nos encontramos en un despacho de paredes completamente blancas, tan bien iluminado como el resto del local. A nuestra izquierda había un pequeño sofá de color negro y una mesita de café de cristal. A nuestra derecha, otra estantería como las que habíamos visto antes, casi vacía, y algunas cajas de cartón apoyadas contra la pared. Frente a nosotros, un escritorio de madera caoba con un ordenador de mesa y un par de sillas plegables, y tras él, una ventana con los cristales traslúcidos. La chica nos pidió que nos quitásemos nuestros abrigos y nos sentásemos en el sofá. Ella cogió una de las sillas y se sentó frente a nosotros.

- Verás, Jaehwan y yo hemos sido vecinos durante muchos años, cuando ambos aún vivíamos con nuestros padres.

- Oh, ya veo... - asentí con la cabeza.

- Llevo más de una década trabajando en diferentes librerías y aprendiendo el oficio, y ahora he decidido abrir mi propio negocio.

- El otro día nos encontramos de pura casualidad después de años sin vernos, y la invité a tomar un café para ponernos al día – me explicó Jaehwan. Ella asintió con la cabeza y sonrió.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora