38. La azotea

8 2 0
                                    

- Alice. Estás sangrando, ven que te curo – Carol tiró de mí y me empujó hacia su habitación.


Me senté en su cama y esperé en silencio. Carol salió de su baño con el botiquín y se arrodilló en el suelo frente a mí. Cogió unas pinzas y me sacó un par de pedacitos de cristal que se me habían clavado en la zona del tobillo. Algún pedacito debió saltar y rebotar cuando se me cayeron los vasos al suelo, pero ni siquiera lo había notado.


- No lo sabías, ¿verdad? – me preguntó.

- No, ni siquiera me dolió – respondí.

- No me refiero a los cristales – Carol examinó mis piernas para asegurarse de que no había más cristales clavados. – No sabías que tu novio es un idol, ¿verdad?

- No.

- No es posible que ese tal "Ken" sea su hermano gemelo, ¿verdad?

- No. Era Jaehwan. Esa voz es suya. Es inconfundible.

- ¿Estás bien? – Carol me vendó el tobillo.

- Con una tirita hubiera bastado – respondí.

- Ali... No me refiero a...

- Carol... Perdóname, pero hoy vas a tener que cenar sola – le dije. – Ya no tengo hambre – ella me abrazó sin decir nada. - Voy a subir a la azotea, ¿vale? Necesito tomar el aire y he quedado con él ahí dentro de un rato – le informé. – Si llama, dile que suba directamente, por favor.

- Claro – Carol me miró con preocupación. - No vas a hacer ninguna tontería, ¿verdad? – sonreí ligeramente.

- Tranquila. Sólo voy a tomar el aire – respondí con seguridad.


Cogí mi teléfono y subí a la azotea. No había subido allí en todo este tiempo, y tal y como Carol me había dicho el día que llegué a Corea, era un rincón encantador. Habían llenado el lugar de macetas con plantas y flores, y habían puesto algunos bancos orientados en todas direcciones.


Aunque en aquel momento, preferí sentarme en el suelo.


Lo que acababa de ver por televisión y que tanto me había impresionado, era mi novio, mi guapísimo novio Jaehwan (y sus guapísimos amigos, Hakyeon y Hyuk), cantando y bailando en un escenario. Me sentía algo mareada y aturdida. De repente me había empezado a doler un montón la cabeza, porque mi cerebro estaba trabajando al 100%, atando todos los cabos sueltos que había ido acumulando desde que le conocía.


Por fin entendía por qué Jaehwan tenía esa manía de cubrir su rostro siempre que estábamos en lugares públicos o concurridos. Por fin entendía por qué siempre trataba de llevarme a lugares más privados o alejados de los tumultos. Si era más o menos famoso en Corea, "esconderse" de aquel modo era su forma de poder salir a la calle como cualquier persona normal.


Por fin entendía sus horarios de trabajo tan irregulares y por qué había días que no podíamos vernos.


Por fin entendía muchas cosas, pero había algo que no lograba entender, y que me hería profundamente. ¿Por qué no me lo había dicho hasta ese momento? ¿Por qué después de unos 5 meses y medio desde que nos conocíamos, y casi 2 de ellos siendo novios, no me lo había dicho nunca? ¿Y por qué así? ¿Por qué a través de una televisión y no a la cara? Por más vueltas que le diese, el único motivo que se me ocurría es que no confiaba en mí. Y eso me dolía muchísimo.


Por otro lado, empezaba a invadirme una sensación de ridículo absoluto. Recordaba haberle dicho cosas como "Deberías ser cantante". Recordaba no haberle tomado en serio cuando me había dicho que en la ciudad, él era uno de los atractivos turísticos. Recordaba que cada vez que había intentado preguntarle por su trabajo o su comportamiento, él había desviado la atención o había cambiado de tema. Y eso también me enfadaba. Me enfadaba haber vivido en una burbuja, tanto por mi conformismo, como por su falta de confianza en mí.


Sentía tanta rabia por dentro que durante un buen rato no me di cuenta de que mis lágrimas estaban brotando de mis ojos sin control. Ni tampoco de que estaba apretando mis puños con tanta fuerza como para clavarme mis propias uñas. Suerte que había sido precavida y tenía conmigo el paquetito de pañuelos. Ojalá hubiera pensado también en coger una chaqueta.


Limpié las heridas de mis manos y abracé mis rodillas.


Poco después, una chaqueta cayó sobre mis hombros y Jaehwan se sentó a mi lado en completo silencio. Venía peinado tal y como había salido en la televisión y ni siquiera se había quitado el maquillaje. Se mordió el labio al verme llorando, e intentó secar mis lágrimas con su mano, pero me aparté. La existencia de esas lágrimas era lo que menos importaba en ese momento.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora