39. Enfado

5 2 0
                                    

- Lo siento – dijo.

- Yo también – respondí en tono brusco. – Siento haber estado viviendo todo este tiempo en una maldita burbuja.

- No quería que pasase esto.

- ¿Y qué esperabas que pasara? – le escuché tragar saliva. Sorbí mis mocos y me sequé las lágrimas con la mano. – Podrías haber hecho que pasara de otra forma. Y mucho antes.


Se produjo un silencio.


- Lo siento – volvió a disculparse. – Me daba... miedo.

- ¿Miedo? Oh, sí, normal, es que soy aterradora. De habérmelo contado, te hubiera mordido – dije irónicamente.

- No tenía miedo de ti.

- ¿Ah, no? ¿Y de qué tenías miedo? ¿Pensabas que iba a aprovecharme de tu posición? ¿Que me aprovecharía de ser tu amiga o tu novia para conseguir exclusivas en las revistas del corazón? – empecé a alterarme cada vez más. Jaehwan tardó un momento en responder.

- No es eso, Alice...

- Lo que no entiendo es por qué, si no confiabas en mí, llevaste todo esto más lejos – le interrumpí. - Por qué insististe en seguir viéndome, por qué te hiciste mi amigo, por qué me confesaste tus sentimientos... ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lo hiciste si no confiabas en mi? – dije casi gritando.


De nuevo otro silencio. Cada uno de sus silencios me confirmaba que lo que yo pensaba era cierto y me resquebrajaba un poco más el corazón. Mis lágrimas volvieron a brotar sin control y me puse de pie.


- No confiabas en mí para contarme un detalle tan importante de tu vida... ¿Pero sí para llevarme a la cama? – pregunté entre sollozos. Se puso en pie de inmediato.

- No, eso no es así en absoluto. En ningún momento he querido aprovecharme de ti, y mucho menos de esa manera. Alice... - intentó agarrarme la muñeca, pero me zafé. - ¿Qué tienes en las manos? – me preguntó. Seguramente había visto las heridas de mis uñas.

- ¡No cambies de tema! – grité quitándome la chaqueta que había puesto sobre mis hombros y tirándosela.


Respiré hondo intentando calmarme.


- Mira, todo esto... Es muy impactante para mí – expliqué.

- Lo sé y siento muchísimo que te haya afectado hasta este punto – se disculpó de nuevo. – Siento mucho no habértelo dicho antes, porque te he hecho daño y eso es lo último que quería.

- ¿Puedes darme algo de tiempo? Ahora mismo me encuentro muy mal.

- ¿Algo de tiempo?

- Ahora mismo me duele mucho la cabeza, estoy muy alterada, y si seguimos voy a terminar mostrándote lo peor de mí. Necesito calmarme y asimilarlo todo poco a poco.

- Lo entiendo. Pero no me has dejado explicarme y no quiero que malinterpretes nada...

- No lo voy a hacer, ¿vale? Voy a calmarme, voy a descansar y no voy a hacerme ninguna idea preconcebida. Voy a escuchar tus motivos – me miró dubitativo. – Te lo prometo. Voy a escucharte, pero... En otro momento, por favor.

- Está bien – aceptó poco convencido. Su mirada mostraba una preocupación inmensa. Suspiré. – No... estás cortando conmigo, ¿verdad? - me preguntó. Me acerqué a él y la acaricié la cara.

- Tengo... que pensar mucho en todo esto – me mordí el labio. - Ni siquiera soy consciente de las consecuencias de ser novia de alguien famoso y... no sé si podría soportarlo – admití. Él asintió y bajó la cabeza en silencio.


Abandonando la azotea, me acompañó hasta la puerta de casa. Antes de irse, me pidió perdón de nuevo, me abrazó (esta vez no se lo impedí), y me pidió que le llamase tan pronto como me encontrase mejor. Y yo le prometí que lo haría.


Carol se ofreció a escucharme tan pronto como entré por casa, pero sólo tenía ganas de darme una ducha, tomarme una aspirina y meterme en la cama. Al día siguiente, amanecí resfriada. Pasé el día totalmente absorta en mi traducción, hasta que en las últimas horas del día me dio un poco de fiebre y lo dejé para volver a meterme en la cama.


El domingo empezaban las vacaciones de Carol, y aunque insistió en retrasarlas y quedarse conmigo cuidándome y haciéndome compañía, casi la eché de casa. Le aseguré que estaba bien y que sólo estaba resfriada. Todavía no le había contado la discusión con Jaehwan, pero en verdad no había mucho que contar, ya que no le había escuchado y había prometido no sacar conclusiones precipitadas. Volví a dedicar el resto del día a la traducción de la guía turística.


La semana siguiente transcurrió con lentitud. Decidí no asistir a las clases de cocina esa semana, y en su lugar me quedé avanzando con el trabajo. Una parte de mí había decidido que reflexionaría a fondo sobre todo y hablaría con Jaehwan tan pronto como terminase la traducción en japonés, que era la que estaba casi a punto de terminar, así que en cierto modo quería terminarla cuanto antes. En esos días, le mandé algún mensaje para que supiera que no me había olvidado de él, pero la mayoría de las veces no me respondía. Supuse que debía estar especialmente ocupado con las promociones de su último trabajo, la canción que les habíamos visto interpretar en el programa de televisión.


El jueves, recibí una llamada de un teléfono desconocido.


- ¿Diga? – contesté.

- ¿Alice? Soy Hakyeon, el amigo de Jaehwan.

- Ah, sí, hola. ¿Pasa algo? – pregunté algo alarmada.

- No, no es nada. Pero me gustaría hablar contigo. ¿Crees que dentro de un rato podríamos dar un paseo por el parque? – su proposición me pareció algo extraña, pero acepté. 

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora